Me han quedado pocas tías. Dos, para ser exactos. Y tienen historias increíbles para contarnos, aun.
Mi tía Ángela este domingo me contó sobre su prima (no recuerdo el nombre).
Su prima sobrevivió al Holocausto en Polonia. Solo ella y su hermano pudieron escapar al fusilamiento o el gas, de diverso modo.
Ella fue sirvienta en una familia católica, haciéndose pasar por cristiana. Se veía con una hermana a escondidas, con miedo que algunos vecinos las reconocieran y las denunciaran a la Gestapo, cosa muy común en la antisemita Polonia, en la que los nazis cumplían un viejo sueño de muchos: eliminar a los judíos.
En una ocasión fue hecha prisionera y arrodillada ante su verdugo, este le concedió un último deseo. Entonces rezó el Padrenuestro con unción, lo cual convenció a los nazis de que se trataba de una verdadera católica, no de una judía disfrazada. Así se salvó.
Su hermano escapó al bosque donde se unió a la resistencia polaca y soportó así hasta el final de la guerra.
Reunidos al fin, decidieron venir a la Argentina donde la hermana de su madre (la mamá de mi tía) vivía desde hacía años.
Hacia 1946, entonces, ingenuamente emprendieron viaje hacia Buenos Aires, esperando con ansia el reencuentro familiar.
No contaban con Perón.
El gobierno “nacional y popular” de Nuestro General – como diría Pino Solanas o Dante Gullo- no dejaba entrar a judíos. No por alguna razón específica, sino por el hecho casi biológico de ser judíos. Eran culpables de portación de genes.
Los tristes restos de un pueblo diezmado en los campos llegaban a Argentina…y aquí eran rechazados (mientras decenas de miles de nazis entraban por la puerta grande)
Los hermanos, impedidos de bajar del barco, eran visitados todos los días por la familia argentina. Al fin planearon una cena histórica. Los marineros negros del barco se confabularon y salieron en grupo, ocultando al dúo judío. Así pudieron llegar a la casa de mi tía donde se dedicaron a disfrutar de todos los barenekes, creplaj y knishes que no pudieron comer desde 1939 en adelante.
Volvieron al barco y decidieron bajar en Montevideo, donde no había ninguna restricción.(Qué paisito tenemos enfrente…)
Pero su destino era Buenos Aires. Se las arreglaron para entrar de contrabando por Salto y llegar en tren a la Capital.
El primo de Ángela, haciendo un trámite de rutina, fue detenido y enviado al Hotel de Inmigrantes, con cargos de entrada ilegal al país. Y alli gritó lo siguiente “Yo sobreviví a la guerra, los nazis nunca pudieron meterme en un campo. No voy a permitir que en este país se haga conmigo lo que no pudieron en Europa” y amenazó con tirarse al vacío.
Mientras tanto, los padres de Ángela movieron cielo y tierra, contactaron con gente de la colectividad para sumar recursos y tratar de liberar al muchacho.
Al fin consiguieron un contacto con una “compañera”, jefa de una Unidad Básica de Lanús, la cual –previo pago de sustanciosa recompensa- hizo las gestiones correspondientes con otros “compañeros” que permitieron al fin liberar al judío polaco.
En fin.
La prima de mi tía fue entrevistada por el equipo de investigadores de Steven Spielberg y grabó sus memorias. Además escribió un libro contando sus aventuras de sobreviviente, libro que espero poder leer y sintetizar en el blog.
Historias de tías.
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