La gran justificación teórica del paternalismo de Estado es la advertencia que sus intelectuales nos lanzan continuamente sobre el “carácter manipulador” del poderoso capital. El capitalismo- dicen- vende productos inútiles a gente que es engañada para que ceda sus pocos pesos para adquirir productos innecesarios. Entre estos productos figuran, además de celulares y otras “chucherías” innecesarias, las noticias: el capitalismo, a través de astutos vendedores llena el mercado de productos y noticias mentirosas.
Durante décadas las masas son objeto de esa cruel manipulación, planeada, como es obvio, desde los Centros de Poder Mundial.
Como las masas son “profundamente estúpidas” (si no, no se entendería su pertinaz caída en el error consumista) ellas necesitan un Padre Protector, que las aparte de las falsas tentaciones del capital, y les provea de seguridad y protección de la Verdad.
Eso incluye ahora no solo los bienes físicos sino también de los bienes simbólicos: los valores, las ideas, la información.
Como señala Mises, esta teoría “Implica, además, el teorema del absurdo de que la venta de artículos que el consumidor realmente necesita y que compraría si no fuera hipnotizado por las artimañas de los vendedores, no es rentable para las empresas y que por el contrario sólo la venta de los artículos que son de poca o ninguna utilidad para el comprador o incluso francamente perjudiciales produce grandes beneficios. Porque si uno no tuviera que suponer esto, no habría razón para concluir que en la competencia del mercado los vendedores de artículos de mala calidad superarían a los de mejores artículos. Los mismos trucos sofisticados que los comerciantes, se dice, utilizan para convencer al público de comprarles, también puede ser utilizado por aquellos que ofrecen buenas y valiosas mercancías en el mercado. Pero en ese caso los artículos, buenos y malos, competirían en igualdad de condiciones y no hay ninguna razón para hacer un juicio pesimista sobre las posibilidades de la mejor mercancía. Mientras que los dos artículos - el bueno y el malo - serían igualmente ayudados por el presunto engaño de los vendedores, sólo el mejor disfruta de la ventaja de ser mejor.”
Reconocer que es absurdo que todo el “sistema” esté montado sobre la codicia de vendedores de cosas inútiles, y no sobre el más sencillo expediente de vender lo util y necesario, de mejor calidad y a menor precio, es imposible para los sostenedores de la teoría de la estupidez de las masas, necesitadas por lo tanto de un Estado Protector (que regentean ellos, los inteligentes que no se dejan engañar por los vendedores).
La actual (y en retirada) crisis ha reflotado todos estos absurdos argumentos sobre la estupidez de las masas y la astucia de los capitalistas, recitados por todos, desde el Papa hasta Obama, pasando por nuestros tristes y populistas gobernantes latinoamericanos.
No resisten el menor análisis.
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