sábado, noviembre 21, 2009

Montaner, sobre Marx

La culpa fue de Marx

Carlos Alberto Montaner

Hace 20 años, los escombros del muro de Berlín cayeron estrepitosamente sobre el marxismo y lo pulverizaron. Algo que, paradójicamente, confirmó la opinión de Marx sobre las teorías, tal y como lo explicó en sus Tesis sobre Feuerbach: “Es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento”.

El marxismo, sencillamente, no resistió el enfrentamiento con la realidad. Prometía el paraíso en la tierra y parió veinte dictaduras espantosas. Dejó cien millones de muertos en el camino. Empobreció a medio planeta. Retardó el progreso científico y técnico de numerosos pueblos y, tal vez lo peor de todo, envileció a varias generaciones de personas obligadas a mentir y a celebrar un régimen al que detestaban profundamente.

Cuando Marx murió, su discípulo, compañero y amigo Federico Engels --tan amigo que hasta reconoció como suyo un hijo de Marx concebido por la criada de la casa-- describió los dos “grandes aportes”' del pensador alemán: el materialismo histórico y la plusvalía. ¿En qué consistían?

El materialismo histórico (una hipótesis ridícula que ignoraba la inmensa complejidad de la naturaleza humana) postulaba que la religión, el sistema político, las instituciones de derecho, la moral, el arte, etc. constituían la “superestructura” generada por los intereses de la clase dirigente que controlaba la “infraestructura”, es decir, los medios de producción. De acuerdo con Marx y Engels, al desaparecer la propiedad privada y obtener los trabajadores el control del aparato productivo, cambiaría radicalmente la superestructura.

En cuanto a la plusvalía, se trataba de un error surgido de la teoría del valor de los economistas clásicos Adam Smith y David Ricardo: Marx creía que el valor de la producción dependía del trabajo humano que se le incorporaba, de manera que el capitalista se enriquecía apropiándose de la diferencia entre el precio de venta y los costos reales de los bienes o servicios producidos. Esa era la plusvalía. Un par de años antes de su muerte (1883), un joven economista austriaco, Eugen von Bohm-Bawerk, le demostró sus errores y, de paso, señaló las contradicciones sobre este tema que existían entre el tomo primero y tercero de El capital.

¿Por qué estos dos disparates intelectuales generaron una catástrofe tan gigantesca como las dictaduras comunistas? En primer término, porque para poder desmontar el Estado burgués y rehacer las relaciones de propiedad de acuerdo con la utopía que había diseñado, Marx prescribió, y sus discípulos le hicieron caso, una etapa dictatorial dirigida por el proletariado. Es decir, se acogió a una ética de fines capaz de justificar cualquier monstruosidad siempre y cuando condujera a los seres humanos en la dirección de la felicidad y el progreso que él les señalaba. Luego, Lenin y otros comunistas especialmente crueles crearon un método de control social por medio de la represión policiaca que resultó imbatible. Una vez construida la jaula, era muy difícil evadirse.

¿Por qué, en definitiva, se hundió el comunismo? Fundamentalmente, por la desmoralización de la clase dirigente ante el fracaso material y espiritual del marxismo-leninismo. Los comunistas no podían ignorar la comparación entre las dos Alemania o las dos Corea. Veían con envidia cómo todos los hallazgos científicos y técnicos se producían en las democracias occidentales dotadas de economías capitalistas. Habían comprobado hasta la saciedad que Marx estaba equivocado en el plano teórico, y que la puesta en práctica de sus ideas había conducido inútilmente al matadero a millones de seres humanos y al estancamiento y la pobreza a las sociedades que lo habían intentado.

Ante esa situación, comenzaron las reformas, pero el marxismo no era reformable. La arrogante pretensión de Marx de haber descubierto las leyes por las que se rigen la historia y el desarrollo económico, era una superchería hueca que no podía corregirse. Había que desecharla. Su tesis de la plusvalía, y en definitiva su incapacidad para entender el concepto del valor subjetivo, tampoco podía modificarse. Era como creer que la tierra es plana. Estaba equivocado. Punto.

El período provisional de la dictadura del proletariado, dirigida por la vanguardia comunista, se había convertido en una pesadilla permanente. No era una fase, sino una meta repugnante administrada por el aparato de seguridad. Por eso, cuando trataron de arreglar el sistema, el edificio se desplomó. Se había construido sobre cimientos falsos. Sólo quedan un par de antiguallas de aquella época (Cuba y Corea del Norte) tercamente empeñadas en el error, pero es sólo cuestión de tiempo. En esos países tampoco la clase dirigente cree una sola palabra del discurso oficial.

Noviembre 8, 2009

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