miércoles, noviembre 11, 2009

Fragmento de "La rebelión de Atlas", de Ayn Rand

“El ser humano no tiene un código automático de supervivencia. Su diferencia con las demás especies vivientes es la necesidad de actuar frente a alternativas mediante la elección volitiva. El hombre no tiene conocimiento automático de lo que es bueno o malo para él, de qué valores sustentan su vida, ni de los cursos de acción que su existencia requiere. ¿Osas balbucear respecto al instinto de autoconservación? El instinto de autoconservación es precisamente lo que el hombre no posee. Un ‘instinto’ es una forma de conocimiento inequívoca y automática. Un deseo no es un instinto. El deseo de vivir no le da a uno el conocimiento necesario para la vida, e incluso el deseo de vivir del humano no es automático: tu horrible secreto es que ése es el deseo que tú no posees. Tu miedo a la muerte no es amor a la vida, y no te dará el conocimiento necesario para conservarla. El hombre debe obtener su conocimiento y elegir sus acciones mediante un proceso de razonamiento, proceso que la naturaleza no lo obliga a realizar. El hombre tiene el poder para actuar como su propio destructor, y ésa es la forma en la que ha venido actuando durante casi toda su historia.

“Un ser vivo que considera depravados a sus medios de supervivencia, no puede sobrevivir. Una planta que luchara por mutilar sus raíces, o un pájaro que quisiera quebrar sus alas no existiría por mucho tiempo. Sin embargo, la historia humana ha sido una lucha por negar y destruir la mente.
“El hombre ha sido denominado como un ser racional, pero la racionalidad es una cuestión de elección, y la alternativa que, su naturaleza le ofrece es: actuar como un ser racional o como un animal suicida. El hombre debe ser hombre por elección; debe considerar su vida como un valor, por elección; debe aprender a mantenerla, por elección; debe descubrir los valores que esto requiere y practicar sus virtudes, por elección.
“Un código de valores aceptado por elección es un código moral.
“Dondequiera que estés, a ti que me estas escuchando, le hablo a lo que pudiera quedar como remanente vivo e incorrupto en tu interior, al remanente humano, a tu mente, y le digo: existe una moral de la razón, una moral propia del humano, y la vida humana es su fundamento y su medida de valor.
“Todo lo que es conveniente para la vida de un ser racional es bueno; todo lo que la destruye es malo.
“La vida del hombre, tal como lo requiere su naturaleza, no es la vida de una bestia sin mente, de un bandido saqueador o de un místico vagabundo, sino la vida de un ser pensante; no es la vida por medio de la fuerza o el fraude, sino la vida por medio del logro; no es la supervivencia a cualquier precio, ya que sólo hay un precio que pagar por la supervivencia humana: la razón.
“La vida del hombre es el parámetro de la moral, pero la propia vida es su propósito. Si tu objetivo es la existencia en la Tierra, debes elegir tus acciones y valores según los parámetros humanos, a fin de preservar, realizar y disfrutar el valor irremplazable que es tu vida.
“Dado que la vida requiere de un curso de acción específico, cualquier otro la destruirá. Un ser que no tenga a su propia vida como el motivo y meta de sus acciones, está actuando según los motivos y criterios de la muerte. Un ser así es una monstruosidad metafísica, que luchando por oponerse, negar y contradecir el hecho de su propia existencia, corriendo ciega y desenfrenadamente hacia su destrucción, sólo es capaz de generar dolor.
“La felicidad es el estado exitoso de la vida, el sufrimiento es el agente de la muerte. La felicidad es el estado de conciencia que proviene del logro de los propios valores. Una moral que se atreva a decirte que encuentres la felicidad en la renuncia a tu propia felicidad, que valores la pérdida de tus propios valores, es una insolente negación de la moral. Una doctrina que te proponga como ideal el papel de un animal expiatorio que sólo quiere ser inmolado en los altares de otros, te está dando a la muerte como parámetro. Por gracia de la realidad y de la naturaleza de la vida, el ser humano es un fin en sí mismo, existe para sí mismo, y el logro de su propia felicidad es su más alto propósito moral.
“Pero ni la vida ni la felicidad pueden lograrse mediante la persecución de caprichos irracionales. El hombre es libre de intentar sobrevivir de cualquier manera, pero perecerá a menos que viva de acuerdo con su naturaleza. Igualmente, el hombre es libre de buscar su felicidad en cualquier fraude insensato, pero todo lo que encontrará será tortura y frustración a menos que busque la felicidad apropiada para él. El propósito de la moral es enseñarnos, no a sufrir y morir, sino a disfrutar y vivir.

“Barre a un lado a esos parásitos de academia subsidiados, que viven de las ganancias de la mente de otros y proclaman que el hombre no necesita moral, ni valores, ni código de conducta. Esos, que se consideran científicos y aseguran que el hombre es sólo un animal, al que no conceden en el mapa de la existencia el lugar que le han concedido al más insignificante de los insectos.
“Esos imbéciles reconocen que cada especie viviente tiene una forma de supervivencia determinada por su naturaleza, no opinan que un pez pueda vivir fuera del agua o que un perro pueda vivir sin su sentido del olfato; pero el hombre, aseguran, el más complejo de los seres, puede sobrevivir de cualquier manera, no tiene identidad ni naturaleza, y no hay una razón práctica para que no pueda vivir con su fuente de supervivencia destruida, con su mente estrangulada y puesta a disposición de cualquier orden que ellos decidan instituir.
“Barre a un lado a esos místicos corrompidos por el odio, que se presentan como amigos de la humanidad y predican que la más alta virtud que un hombre puede practicar es considerar que su propia vida carece de valor. ¿Te dicen que el propósito de la moral es reprimir el instinto de autopreservación del hombre? Es justamente por el propósito de la autopreservación que el hombre necesita un código moral. El único hombre que desea ser moral es aquel que desea vivir.
“No, no estás obligado a vivir; hacerlo o no es la elección básica. Pero si eliges vivir, debes hacerlo como ser humano: a través del trabajo y del juicio de tu mente. “No, no estás obligado a vivir como un hombre; hacerlo o no es una elección moral. Pero no puedes vivir como otra cosa: la alternativa es ese estado de muerte en vida, cada vez más habitual para ti y los que te rodean, el estado de ineptitud para la existencia, que ya no es humano y es menos que animal, una cosa que no conoce más que el dolor y se arrastra durante años en la agonía de la autodestrucción involuntaria.
“No, no estas obligado a pensar; pensar es también un acto de elección moral. Pero alguien debió pensar para mantenerte con vida; si eliges no hacerlo, estafas a la existencia y le pasas el déficit a algún hombre moral, esperando que él sacrifique su propio bien para permitirte sobrevivir con tu maldad.

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