El pasado viernes 20 de noviembre se reafirmó la consagración de la violencia oficial contra el fenómeno blogger: las huestes de sicarios que arremetieron con rabia irracional contra Reinaldo Escobar y un nutrido grupo de civiles -entre los que se encontraban otros blogger, amigos de este periodista y una de las valientes Damas de Blanco-, son la manifestación más clara de la impotencia del poder, al tratar de impedir a toda costa que la blogósfera amplíe su radio de influencia saltando desde Internet a las calles. “Las calles son de los revolucionarios” fue una de las frases que dirigió uno de los dinosaurios a Eugenio Leal, mientras a golpes y patadas éste era introducido en un auto que lo conduciría a una estación policial. “Tú no tienes la protección de Obama”, le dijo otro burlonamente en clara referencia a la encuesta que publicara recientemente en su blog Yoani Sánchez y que debe haber tenido un efecto de mortal bebedizo para los dueños del poder. A la vez, con total alevosía, un gigantesco esbirro sostenía atrapado uno de los pies de Eugenio, mientras lanzaba la puerta del auto directamente sobre el tobillo del blogger indefenso: verdaderamente muy bizarros los defensores de la imaginaria y desvanecida “revolución cubana”.
Esta vez fue más numeroso el grupo de los civiles golpeados por la aberrada turba de esbirros sin uniforme. También hubo más saña en los agresores; está claro que su temor crece, tal vez de una manera proporcional a la voluntad de los blogger de continuar ejerciendo la libre expresión y de defender también su derecho a transitar nuestras calles, visitar sitios públicos y asistir a eventos culturales u otros de naturaleza cívica. Esta vez estaba la prensa extranjera para documentar con vívidas e impresionantes imágenes los hechos, de manera que no quedarán escépticos que nieguen la realidad; a los periodistas foráneos no les retienen las cámaras ni borran sus fotografías y videos, como hacen siempre los sicarios con los blogger alternativos de la Isla, y gracias a eso el mundo ha podido asomarse a la identidad oculta de la dictadura y muchos se han solidarizado con la Cuba verdadera, esa reprimida y censurada que no aparece en las guías turísticas; esa que no tiene voz en los eventos de la alta política internacional y es desoída por la oligarquía guerrera nativa que -en una especia de trampa del subconsciente- está más ocupada últimamente en erigir y lustrar sus propios fastuosos mausoleos que en dirigir esta Isla-Navío condenada a naufragar después de medio siglo de loca deriva.
Cobarde el gobierno que amparado en un poder omnímodo niega los derechos de sus ciudadanos y los condena a vivir en la pobreza material y espiritual de los esclavos. Cobardes los serviles represores, que amparados en su limitada, momentánea y frágil impunidad, creen que los verdugos estarán siempre a salvo de la justicia. Cobardes también aquellos otros infelices –por suerte, los más escasos– quienes, disfrazados de inconformes e incapaces de brillar con luz propia, hoy operan como aliados ocasionales del régimen lanzando calumniosas injurias contra la blogósfera alternativa cubana, para tratar de manchar el civismo y la honestidad de quienes solo han contado hasta ahora con el capital de su esfuerzo, su mayor o menor talento y ese extraordinario tesoro, penosamente tan deficitario: la vergüenza.
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