sábado, noviembre 14, 2009

Montaner y Yoani

Raúl Castro y Yoani Sánchez: crónica de fin de régimen
Por Carlos Alberto Montaner

ABC Digital

Raúl Castro ordenó darle un escarmiento a Yoani Sánchez, la célebre cronista cubana autora del blog “Generación Y”. La policía política –unos tipos fornidos, generalmente karatecas– la golpeó en La Habana y en plena calle. Yoani, una muchacha diminuta y muy delgada, terminó adolorida y caminando con unas muletas. Junto a Yoani había otros dos jóvenes blogueros que también fueron maltratados. Mientras les pegaban, los insultaban y amenazaban de muerte.

El pequeño grupo de escritores se dirigía a participar en una manifestación pacífica convocada por unos jóvenes músicos que desfilaban por un barrio céntrico pidiendo paz y el fin de la violencia. Eran las mismas consignas puestas en circulación por Juanes, Miguel Bosé, Luis Eduardo Aute, Silvio Rodríguez y Carlos Varela durante un concierto multitudinario dado en la Plaza de la Revolución hace unas semanas.

¿Por qué sabemos que Raúl, personalmente, dio la orden de castigar a Yoani? Porque la gran represión en Cuba, la que se ejerce contra los demócratas internacionalmente conocidos, siempre ha sido una prerrogativa del Jefe del Estado. Durante cuarenta y siete años ese triste papel lo ejerció Fidel Castro. Desde hace tres, Raúl es quien dirige la cacería. La lógica de esa sangrienta microgerencia tiene que ver con la dinámica de las dictaduras caudillistas. El caudillo es el único que posee el poder de vida o muerte sobre sus súbditos. Si delegara la autoridad para matar o golpear estaría poniendo en peligro su propio cuello. En las pandillas verticales, el que ordena la muerte, el que disciplina, el que escarmienta, es el jefe.

El costo de este espasmo represivo es muy alto. A ver cómo el pobre Miguel Angel Moratinos, el errático canciller español, explica ahora en la Unión Europea que la dictadura cubana está aflojando la mano. A ver qué argumento puede esgrimir el sector blando del gobierno de Obama para desmantelar las (pocas) restricciones al comercio entre Cuba y Estados Unidos que todavía subsisten. Yoani, es cierto, sufrió los golpes, pero las peores consecuencias las ha sufrido la percepción de Raúl Castro. El anciano general hoy es solo un gorila más con un ojo involuntariamente hinchado por uno de sus esbirros.

Y lo peor es que esto le sucede en medio de una creciente crisis material y moral para la cual no se avizora solución. Todas las pequeñas reformas con las que Raúl imaginó poder acelerar la producción no han dado resultado. La sociedad cubana, enredada en las secuelas del colectivismo, sigue siendo tercamente miserable e improductiva.

No obstante, la zona de mayor gravedad está en el terreno moral. Aunque en la plaza pública continúan gritando “socialismo o muerte” y otras tonterías parecidas, la verdad es que ya casi nadie dentro de la estructura de poder suscribe las supersticiones marxistas. Corazón adentro, lo que desea casi toda la cúpula dirigente cubana es una reforma profunda que restaure la propiedad privada, ponga fin al partido único y que Cuba se convierta en un país normal, como esas treinta naciones que encabezan el Indice de Desarrollo Humano que publica la ONU todos los años. Sus miembros están fatigados del cuento revolucionario.

Raúl no ignora que esos son los callados deseos de la gente que lo rodea. Cada vez que puede, se lo dice su hija Mariela, se lo insinúa tímidamente su amigo Alfredo Guevara, y lo repite entre dientes Eusebio Leal, el locuaz y efectivo restaurador de La Habana. Hubo una época en que soñaban con salvar el socialismo. Ya saben que eso no es posible. Sin embargo, la inercia de la dictadura, sumada a la nefasta influencia de Fidel, mantiene al régimen empantanado en el viejo discurso y aferrado a los tradicionales hábitos represivos. En realidad, no saben qué hacer.

El 9 de noviembre, cuando se conmemoró en todo el mundo el derribo del Muro de Berlín, en Cuba celebraron oficialmente la revolución bolchevique de 1917. Poco después golpearon a Yoani y a sus valerosos amigos. Dice Yoani que el hombre que le pegaba tenía el miedo reflejado en su rostro.

Lo creo. Son actitudes típicas de fin de régimen.

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