jueves, junio 28, 2012

La avaricia




Está de moda- desde hace unos tres mil años- condenar la avaricia. Y, por tanto, a los avaros. Como si atesorar monedas de oro fuera un pecado- de hecho es uno de los siete pecados capitales- casi del nivel de violar niños o asesinar viudas.
La condena de la “codicia” y la “avaricia” resuena hoy con más fuerza que la del asesinato, el fraude o la esclavitud.
Me pregunto por qué.
Leyendo a Von Mises se me aclaran algunas cosas.
La gente tiende a atesorar valores cuando la incertidumbre sobre el futuro es grande. En un sistema económico sin inflación y con parámetros estables, la gente tiene menos tendencia a atesorar: no ve la necesidad de precaverse de un futuro incierto. En cambio en economías signadas por la incertidumbre monetaria, donde los valores que hoy tengo no serán los valores de dentro de unos años, la gente- sensatamente- tiende a atesorar “moneda fuerte”, es decir, no billetes corrientes sino oro, piedras preciosas o alguna moneda externa que genere la suficiente confianza como para ser considerada reserva de valor.
En 1985, en la Argentina inflacionaria, había que ser simplemente estúpido para guardar pesos: la gente compraba- atesoraba- dólares. La gente era avara de dólares y dispendiosa con los pesos. Atesoraba dólares y gastaba los pesos en consumos, porque sabía que en un año esos pesos valdrían un 20% de su actual valor adquisitivo.¿Se podría acusar a la sociedad argentina de los ochenta de “avara”? ¿O la avaricia no es una tara psicológica sino un comportamiento defensivo, para contextos de alta incertidumbre?
Vamos a lo individual. En un mismo contexto, dos personas de similar ingreso pueden mostrar comportamientos económicos distintos. Una es gastadora, quiere gozar de la vida ya y no piensa demasiado en el futuro. Confía en que siempre habrá recursos y que no pende amenaza alguna sobre su felicidad futura. En cambio, la otra es más melindrosa, más temerosa. Está tranquilo, pero sospecha que en un futuro más o menos lejano puede desatarse algun proceso inflacionario que echará por tierra su situación económica. Entonces, esa persona más temerosa, más cuidadosa, separará una parte de su ingreso para comprar bienes de valor estable: propiedades, oro, dólares.
¿Sobre cual debería caer el juicio ético? Llamar va la primera honesta y a la segunda avara parece cuanto menos injusto y arbitrario. No actúan así guiados por ideales altruistas sino como resultado de una distinta conformación psicológica. Más optimista una, más pesimista la otra. ¿Por qué condenar como avara a una y elogiar como “buen ciudadano” a la otra?¿Quien puede juzgar a alguien por ser temeroso o desconfiado? ¿Desde que altura moral a un gobierno, un Papa o un intelectual se le da por juzgar a réprobos- los avaros- y elegidos- los gastadores-?
Los judíos son usualmente acusados de avaros. O sea, no solo de “explotadores” sino de acopiadores, de atesoradores. Nadie ha vivido con más incertidumbre que los judíos. Hoy el Zar los ama, mañana los expropia y los expulsa. Hoy este país los acoge, mañana los extermina. En esa cultura de la incertidumbre un judío gastador y optimista, es un estúpido: un ser humano que no comprende su “circunstancia”, que la niega o la ignora. Son infinitas las anécdotas- en mi familia las hubo- de judíos que para eludir la cárcel o el exilio coimeaban a funcionarios gubernamentales a punto de ejecutar las órdenes. Les daban esas monedas de oro que habían atesorado en previsión de un futuro incierto.¿Merecen la condena por eso?
¿Cuantos dolares hay que atesorar para pasar de la categoría de "prudente" a la de "avaro"? Es absurdo. Así como hay gastadores "compulsivos" debe haber atesoradores "compulsivos". ¿Merecen ambos la condena moral?
En realidad la condena moral se aplica tanto a los atesoradores (“¡Avaros!”) como a los gastadores (“¡Consumistas!”) La Iglesia y los socialistas acusan a ambos de ser insolidarios, egoístas. Ambas conductas, lejos de ello, son resultantes de pulsiones psicológicas distintas: no surgen de alguna semilla de maldad que anida en sus almas sino de una diferente percepción de la realidad. Pero hoy me interesaban los avaros. En la próxima me dedicaré a los “consumistas”

viernes, junio 01, 2012

Las disculpas del torturador peronista a su víctima

Documento histórico: la carta de pedido de disculpas de un torturador a su víctima.

Emilio "Milo" Gibaja fue duramente torturado en 1951, bajo el gobierno de Perón, en una comisaría de la Provincia. Su delito: apoyar una huelga ferroviaria. 30 años después, siendo funcionario del gobierno de Alfonsín, recibió esta carta:

"Villa del Totoral, febrero 21 de 1984
Señor Don Emilio Gibaja, Secretario de Información, Presidencia de la Nación

Estimado doctor: Soy el funcionario policial que tuvo la obligación de interrogarlo en 1951, circunstancia que no he podido olvidar. Durante años me persiguió el insidioso recuerdo como una puñalada y aunque después supe que le habíamos curado el asma con el procedimiento electromecánico que le aplicamos entonces [la "picana"] , nunca dejé de sentir un cruel remordimiento.
Ahora, al reconocerlo a usted en los periódicos no puedo menos que manifestarle mi admiración y simpatía, así como mi más profundo arrepentimiento por aquellos excesos de juventud que ambos protagonizamos dialécticamente (sic) de tan insólita manera.
Quiera Dios que aquellos procedimientos sean definitivamente basura del pasado y que los argentinos conozcamos en el futuro la ventura de decenios y decenios de paz, fraternidad y democracia.
El destino me ha traído al final de mi vida a la Provincia de Córdoba, donde tengo un campito. Nada me haría tan feliz que un generoso signo de su parte, para el alivio de mi atormentada conciencia.
Mis señas son: Don Manuel Amigo, "La Loma". Villa del Totoral, Pcia. de Córdoba, Tel XX.
Suyo devotísmo"

Milo jamas le respondió.

INTERNET LIBRE

INTERNET LIBRE
LIBRE ACCESO A LA WEB EN CUBA!