Por sobre la mirada amenazante de los inquisidores, de los dictadores, de los nazis, mujahidines, estalinistas, leninistas, castristas, ecofanáticos, maoístas, fascistas, nacionalistas, aristocratizantes o populistas, la llama de la libertad sigue ardiendo.
martes, noviembre 24, 2009
Siguen los papelones con Botnia, segun Mario Féliz
Debo admitir que hace meses había dado por concluida mi intromisión en el asunto que ha llevado a nuestro país a litigar con el Uruguay ante el tribunal de La Haya. No obstante, no me he desentendido y he mantenido una atenta vigilia de toda la información pública alrededor del tema.
Por cierto tiempo nada nuevo asomó en el terreno técnico, excepto la mención, en las
presentaciones ante el tribunal, de la posible contaminación con nonilfenol. Sustancia de la que no había oído hablar, hasta ese momento, en relación con las críticas hacia la industria de pulpa de celulosa. A pesar de la novedad no creí necesario, más allá de estudiar un poco sobre el particular, volver a intervenir. Parecía prudente, a esta altura, esperar la sentencia. Y en ese momento opinar,
en todo caso, sobre sus consecuencias.
Sin embargo, una semana atrás se publicó en el “Journal” Página122 un artículo donde se afirmaba que “Un informe de la Universidad de La Plata probó que la planta de Botnia emite nonilfenol”. Traté, rápidamente, de averigϋar de que se trataba. A pesar de mis esfuerzos, toda la información “oficial” disponible se redujo a una inclusión del artículo periodístico en la sección noticias de la página web de la Facultad de C. Exactas.
Días después recibo algunas consultas sobre el tema. El autor de una de ellas me cuenta, a su vez, que había hablado con el profesional involucrado, un profesor de la UNLP, que habría actuado como perito de parte del gobierno argentino. Aquel se niega a ofrecer mayor información y alega haber entregado su informe a la SAyDS3, agregando que no estaba autorizado, por ésta, para darlo a conocer. A pesar de ello el contenido del informe fue hecho público por el periódico mencionado en el párrafo anterior.
Este nuevo episodio me ha empujado a reflexionar sobre aspectos que, por cierto, podrían obviarse en un texto como el presente y zambullirse directamente en el tema central. Sin embargo,aunque brevemente, algunos comentarios tal vez ayuden al lector, no familiarizado, a considerar el uso de la ciencia por la política y la vinculación de los investigadores con ella y a explicar porqué en una disputa que sería fácilmente resuelta con una mirada científica termina enredando investigadores en una trama política de apariencia irracional.
Para empezar, y a riesgo de pecar por inmodestia, me aventuro a plagiar a Pauling, y decir que “soy un científico, y que examino las cosas en la forma que lo hace un científico”. Pienso que la “ciencia es la búsqueda apasionada de la verdad” y que “el científico debe rechazar dogmas y revelaciones, y todo autoritarismo”…En realidad, adhiero firmemente a la tesis de que “la historia de la ciencia es una larga lucha contra el Principio de Autoridad”.
En búsqueda de auxilio adicional acudo a Popper6 quien nos hace saber que “la ética no es una ciencia. Pero, aunque no existe ninguna base científica racional de la ética, existe en cambio una base ética de la ciencia y el racionalismo.” No obstante, desde que se escribieran aquellas palabras, las cosas han cambiado y “las condiciones actuales de ejercicio de la investigación científica” incluyen “el desconcierto de las ambiciones en competencia, la presión de los poderes
públicos y de los intereses comerciales, y también de las expectativas que la imagen mágica de la ciencia suscita en la opinión pública y que los científicos mismos mantienen a fuerza de espejismos”…
Sin lugar a dudas, desde que Louvois declarara que la “investigación curiosa, aquello que no es más que pura curiosidad o que es, por así decir, un divertimento” debe ceder lugar “ a la investigación útil, la que puede tener relación con el servicio al rey y al Estado”, se ha pasado del sabio amateur, al científico universitario y, finalmente, al investigador profesional a quién la industria
del saber transforma en un empleado y un productor como los demás. Y en la actualidad, en consecuencia, “el presupuesto de las cosas está de entrada invadido por el peso de las ideas, los intereses y los valores de los que se alimenta la escena política, y es no por nada que los científicos se han convertido hoy en actores privilegiados en esa escena, donde se juega la competencia entre
instituciones y entre estados por el poder, la fortuna y la gloria”.
En definitiva aquella “orden de no inmiscuirse en la política y la moral se ha vuelto cada vez más difícil de cumplir.” Y por lo tanto “la institución científica y sus actores se encuentran cada vez más asociados al poder político, así como al sistema industrial y al complejo militar.” En efecto, “el auge de la ciencia contemporánea como práctica industrial basada no en su valor de verdad, sino en
sus promesas de aplicación, hace que la doble lealtad del científico, para con la ciencia y la humanidad, caiga bajo la ley común de las lealtades nacionales”. Por otra parte, no se puede negar que “un régimen totalitario es, evidentemente, el menos favorable para las normas de la institución científica, porque el control político y la centralización del poder tienden por naturaleza a limitar la
libertad de pensamiento y publicación.”1
Para finalizar este introito, me parece útil traer a colación la opinión de Cereijido11 quien nos recuerda que “un científico tiene una cosmovisión gnóstica e interpreta la realidad a la manera científica, aunque carezca de originalidad alguna y sea incapaz de ganarse la vida como investigador. Es frecuente que un buen investigador sea además un buen científico y viceversa, pero queremos enfatizar que no necesariamente tiene que ser así”. Según el autor citado, una sociedad
como la nuestra favorece la investigación y no la ciencia por varias razones. Entre ellas “porque la investigación no cuestiona la cosmovisión, no molesta la política, la injusticia social ni el autoritarismo”.
(...)
La información presentada ante la La Haya se puede ver en la web del Ministerio de
Relaciones Exteriores de Argentina. Allí se observa que el promedio de los valores medidos en los sedimentos del río en el punto más cercano a la salida de los efluentes de la planta de pulpa de celulosa de Fray Bentos es 53,2 ng/g y el valor máximo alcanza los 388,4 ng/g (de masa seca).
Como la diferencia entre microgramos (g) y nanogramos (ng) es un factor 1000, la cantidad hallada es más de mil veces menor que la observada en la bahía Jamaica de New York.
Similarmente, el valor medio en muestras de agua alcanzó los 43,8 ng/g y el máximo valor fue de 374,1 ng/g. Otra vez, más de mil veces menor que los observados en situaciones similares en otros lugares del mundo. Un detalle, a destacar, de estas mediciones es que no se muestran las hechas antes de que la planta comenzara a funcionar, probablemente porque no existen, de tal forma que no es posible verificar como cambiaron (si lo hicieron) las condiciones del río con el funcionamiento la fábrica de celulosa.
Por otra parte, no se ha hecho ninguna medición a la salida de los efluentes cloacales de las ciudades vecinas de Gualeguaychú, Fray Bentos, Colón, Concordia, Paysandú, etc. De esa manera se ignora cuál es la contribución de esas fuentes de NPEs haciendo, obviamente, inconsistente cualquier evaluación de la causa de su presencia en el río.
La primera conclusión que podemos sacar es que la cantidad de NP/NPEs hallados en el río son significativamente menores que las observadas en otros lugares del planeta. Y desde luego definitivamente se encuentran muy lejos de los valores peligrosos ¡Una gran noticia!
Además, los NP/NPEs observados provienen, seguramente, de los desagϋes cloacales, de la actividad agrícola y de otras industrias como las textiles, de las cuales hay un par en Gualeguaychú.
Esta es la conclusión evidente derivada de los datos presentados ante el tribunal de La Haya. Por otra parte, la empresa afirma no usar NPEs y esta información es ratificada por la DINAMA31 y podría ser verificada por Argentina si existieran los controles conjuntos.
En el articulo periodístico, mencionado al comienzo, se destaca que se detectaron 962 ng/g en una muestra de celulosa obtenida clandestinamente de la planta. ¿Alguién puede creer que una muestra tomada en estas condiciones puede ser considera por algún tribunal como válida? Por ello,seguramente, los datos de estos exámenes de muestras obtenidas en enero de 200833 no fueron presentados ante el tribunal. Por otra parte, si el resultado fuera creíble, la cantidad medida es 500 veces menor que la contenida en el papel higiénico.
Los resultados mencionados han sido explicados al tribunal de La Haya por el perito argentino y han hecho afirmar a la Consejera Legal de la Cancillería Argentina que “Tenemos la certeza de que fue Botnia”, refiriéndose a la presencia de NPEs en el río.
Amigos, tengo la sensación de que la evidencia presentada nos llevará a cumplir un gran papel, un verdadero papelón.
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