No soy afecto a las celebraciones de fechas, pero el 9 de noviembre, el día en que el Muro cayó, no puede ser pasado por alto.
Ese día – hoy tristemente olvidado por la progresía mundial- la pesadilla comunista, construida sobre un sueño de igualdad y fraternidad universal, se derrumbó para siempre, aplastada por miles de alemanes orientales presionando sobre sus murallas.
Hoy sabemos que para evitar ese desenlace, las tropas de la RDA fueron sobreexcitadas con imágenes de Tiananmen , que mostraban a las multitudes desafiando al Estado. Ellos, en Alemania Comunista, no iban a permitir que los delincuentes contrarrevolucionarios se adueñaran de las calles. Mientras el régimen se resquebrajaba, asediado por Gorbachov y las multitudes en las calles, el Ejercito de la RDA se preparaba para reprimirlas, aunque eso costara miles de muertos.
Pero la cordura pudo más y a las 10.30 de la noche de ese día, la orden llegó y los guardias abrieron, después de 30 años, las barreras .La gente, entonces, fluyó del Este al Oeste, en un río de felicidad inaudita.
Ver esos videos – yo mismo grabé las imágenes de la tele en aquellos días- es una experiencia conmovedora, por que no se ven allí las trapisondas de la alta política, sino la contundente fuerza de una multitud pacífica pero impaciente.
Hoy, cuando el nombre de Stalin- y próximamente su estatua- se ha reinscrito en los monumentos soviéticos, cuando alegremente se proclama que lo que cayó en 1989 no era Socialismo, sino una deformación desgraciada, cuando se declama el Socialismo del siglo 21, cuando aun no se ha secado la sangre de tantos mártires- solo el cruce del muro costó 220 vidas, entre 1961 y 1989- , cuando intentan hacernos tomar otra vez la sopa del comunismo, como si la gente fuera ingenua o estúpida, es bueno ver esas imágenes.
Otros muros- pienso en Cuba- esperan su hora.
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