sábado, diciembre 12, 2009

De Pilar Rahola


El minarete del miedo


¿Cuántos ciudadanos sin ningún atisbo de xenofobia, ni ninguna consideración ultra, han votado contra los minaretes en el referéndum suizo? Es decir, una vez superados todos los lugares comunes de la corrección política, una vez rasgadas las vestiduras progres y tocadas las trompetas del apocalipsis multicultural, ¿podemos hablar serenamente del miedo que tiene la gente corriente al islam? Por supuesto se trata de una cuestión muy antipática, negada reiteradamente, no vaya a ser que el debate se convierta en algo serio. Pero es, con toda su crudeza, la pregunta de fondo, y más allá de ataques ad hóminem y de convertir a todo el mundo en una especie de miembro del aquelarre racista, lo cierto es que una mayoría importante de ciudadanos comunes, liberales, culturalmente abiertos e ideológicamente diversos, siente miedo por el islam actual. Ciertamente, a menudo su miedo nace de la ignorancia, o del recelo que siempre provoca lo diferente, o del instinto primario de conservación de lo propio, pero con todo ello sumado no se llega al miedo muy generalizado que existe en Europa. No, blanco sobre negro, el ciudadano de a pie tiene miedo porque, cogida de la mano de una religión ancestral, con sus grandezas morales y sus riquezas culturales, llega también una ideología totalitaria que amenaza, esclaviza, violenta y mata. Por supuesto, es cierto que nunca sobrará decir que la religión es una cosa y el totalitarismo integrista otra, y que la mayoría de los musulmanes sólo aspira a vivir pacíficamente, sin renunciar a su condición identitaria. Pero el islam tiene un serio problema en la actualidad, y sus males no nacen de la "incomprensión" occidental, sino de las miserias interiores. No se trata, sólo, del fenómeno sangriento del yihadismo terrorista. Se trata, también, del yihadismo ideológico, cuyas derivaciones más extremas han comportado la muerte de jóvenes "adúlteras", las bodas forzosas, la segregación de aquellas que quieren vivir a la occidental, el adoctrinamiento antidemocrático y un sinfín de características que nos acercan tanto a la edad media como nos alejan de la libertad.

El islam da miedo porque la mayoría de los países islámicos son dictaduras atroces. Da miedo, porque las mujeres están sometidas por leyes brutales. Da miedo, porque miles de niños son educados en el desprecio a los valores democráticos. Da miedo, porque cristianos, homosexuales, judíos y cualquier suerte de heterodoxia ciudadana es legalmente perseguida, a veces hasta la muerte, en muchos países islámicos. Y da miedo, porque en nombre del islam, una minoría muy poblada nos ha declarado la guerra. Todo esto existe en el islam actual y en los miedos de la gente. Reducir este problema a una cuestión de reloj de cuco sólo sirve para alimentar el simplismo del buenismo imperante. Pero no evita que el miedo aumente.
Pilar Rahola
La Vanguardia. Barcelona.
10/12/2009

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