martes, diciembre 08, 2009

De Ayn Rand

¿Cuál es la índole de ese mundo superior al cual sacrificas el mundo existente? Los místicos del espíritu maldicen a la materia, los místicos del músculo maldicen al lucro. Los primeros desean que los hombres obtengan beneficios renunciando a la Tierra, los otros desean que los hombres hereden la Tierra renunciando a todo beneficio. Sus mundos inmateriales y sin lucro son reinos con ríos plenos de leche y café, donde el vino brota de las rocas a su antojo, donde los pasteles caen sobre ellos desde las nubes al único precio de abrir la boca. En este mundo material de persecución de lucro, se requiere una enorme inversión de virtud: de inteligencia, integridad, energía y habilidad para construir un ferrocarril que nos transporte tan sólo un kilómetro; en su mundo inmaterial y sin lucro, viajan de planeta en planeta con sólo desearlo. Si una persona honesta les pregunta: ‘¿Cómo?’, ellos contestarán con desdén que el ‘cómo’ es un concepto de un vulgar materialista; el concepto para espíritus superiores es: ‘De alguna manera’. En este mundo, restringido por la materia y el lucro, las recompensas se logran mediante el pensamiento; en un mundo libre de este tipo de restricciones, las recompensas se alcanzan con sólo desearlas.
“Ése es su vil secreto. El secreto de todas sus filosofías esotéricas, de todas sus dialécticas y suprasentidos, de sus miradas evasivas y sus palabras enredadas; el secreto por el cual destruyeron civilización, lenguaje, industrias y vidas; el secreto por el cual perforan sus ojos y tímpanos, pulverizan sus sentidos, ponen sus mentes en blanco. El propósito por el cual disuelven los absolutos de la razón, la lógica, la materia la existencia, la realidad... es erigir sobre ese velo de plástico un único absoluto sagrado: su Deseo.
“La restricción de la que buscan escapar es la ley de identidad. La libertad que buscan es liberarse del hecho de que A continuará siendo A, sin que importen sus lagrimas o sus berrinches; que un río no les traerá leche, no importa cuánta sea su hambre; que el agua no correrá cuesta arriba a pesar de lo bueno que resultaría si lo hiciera, y si la quieren subir a la azotea de un rascacielos, deben hacerlo mediante un proceso de pensamiento y trabajo en el cual importa la naturaleza de un centímetro de cañería, pero no importan sus sentimientos: sus sentimientos son impotentes para alterar el curso de una simple partícula de polvo en el aire, o la naturaleza de cualquier acción que hayan cometido.

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