Por Carlos Alberto Montaner
El Periódico, Guatemala
El segundo episodio de la llamada Flotilla de la Libertad, está en camino. Es el barco Rachel Corrie. No fue detenido con los otros porque se retrasó. Los israelíes también lo impedirán. No pueden hacer otra cosa. Luego vendrán otros. Hasta que se produzca una verdadera catástrofe.
Dentro de la torcida lógica de los extremistas islámicos no hay acto más valioso que el martirio.
El propósito no es abastecer a Gaza sino generar un conflicto, llamar la atención, subrayar una imagen perversa de Israel y, si se puede, irse al cielo con las virginales hurís prometidas por el Corán. Lula da Silva aseguró que Israel no tenía derecho a hacer lo que hizo y habló de “bombardeo” contra la flotilla. Ecuador llamó a consultas a su Embajador. Nicaragua rompió relaciones con Israel. Chávez, que ya lo había hecho, al igual que Evo Morales, lo maldijo airadamente y aseguró que un comando de Mosad intentaba matarlo. Raúl Castro se apresuró a condenar enérgicamente al Estado hebreo.
Israel tiene un gravísimo problema de comunicación. Para muchos, haga lo que haga: es culpable aunque demuestre su inocencia. Es el único Estado del planeta que no tiene derecho a defenderse. ¿Por qué? Porque los elementos antidemocráticos, especialmente la izquierda del espectro político, lo ha convertido en el enemigo perfecto. No ven el asombroso desarrollo técnico y científico del país, ni sus libertades, ni sus instituciones democráticas. Para ellos, Israel es la punta de lanza de Estados Unidos y del capitalismo en el Medio Oriente.
Y lo intentan destruir. Desde Gaza, Hamas ha lanzado cientos de obuses, cohetes y misiles contra poblaciones israelíes. No son acciones realizadas por palestinos incontrolables, sino actos planeados por la jefatura del grupo terrorista. Por eso era muy importante inspeccionar las mercancías que entran: podrían traer pertrechos de guerra. El Derecho Internacional Humanitario, de acuerdo con lo que establece el epígrafe 98 del Manual de San Remo “documento que regula este tipo de conflicto marítimo”, justifica claramente la acción israelí: “Podrán ser capturadas las naves mercantes de las que se tengan motivos razonables para creer que violan el bloqueo. Las naves mercantes que, tras previa intimación, ofrezcan manifiestamente resistencia a su captura podrán ser atacadas”.
Exactamente lo que temía el Gobierno israelí: muchos de los activistas humanitarios (no todos) eran un instrumento de desestabilización y un brazo de apoyo de Hamas. Por eso los jefes de la operación se negaban a utilizar el transporte terrestre ofrecido por Israel. En verdad, esta era una operación de propaganda basada en la presunción de que los israelíes, presionados por la opinión pública, no se atreverían a utilizar la violencia para detenerlos, lo que les permitió abrigar la fantasía de arribar a algún puerto de Gaza entre vítores palestinos. ¿Cuáles son las opciones de Israel? Mientras Gaza sea un feudo de Hamas, a Israel no le queda más remedio que aceptar que se trata de un enemigo empeñado en destruirlo. A partir de esa realidad tiene que forjar su estrategia defensiva hasta que otros palestinos moderados consigan desplazar del poder a los extremistas, estén dispuestos a convivir en paz con sus vecinos judíos y construyan un Estado sosegado y pacífico.
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