viernes, junio 25, 2010

de El Federalista, Hamilton, 1787

SE olvidará igualmente que el vigor del gobierno es esencial para asegurar la libertad; que a los ojos de un criterio sano y bien informado, sus intereses son inseparables, y que una ambición peligrosa acecha más a menudo bajo la máscara especiosa del fervor por los derechos del pueblo que bajo la ruda apariencia del celo por la firmeza y eficacia del gobierno. La historia nos enseña que el primero ha resultado un camino mucho más seguro que el segundo para la introducción del despotismo, y que casi todos los hombres que han derrocado las libertades de las repúblicas empezaron su carrera cortejando vilmente al pueblo: se iniciaron como demagogos y acabaron en tiranos.

¿Estaba pensando en Chávez, Hamilton? Obviamente, no: estaba definiendo conceptualmente una categoría de actores políticos que actuarían de forma muy similar, bajo cualquier circunstacia temporal o espacial. Escribía ésto antes de Robespierre, antes de Rosas o Solano López. Antes de Mussolini, Perón o Fidel Castro. Es un "tipo ideal"(el Demagogo-Tirano)que con independencia de particularidades locales, se impone como modelo de liderazgo político "popular". Muy distinto al modelo de Dictador de derecha - típico de sectores privilegiados con temor a la democracia-. El Tirano"popular", ese esquivo personaje, que tanta simpatía despierta (por que habla en nombre del "pueblo", en contra de "oligarquías") es en realidad más sibilino, esquivo y peligroso que el obvio Dictador de derecha.
Cuidado con los Pinochet que vienen a imponer el orden a metrallazos, pero cuidado de los Chávez que vienen a destruir la democracia "cortejando vilmente al pueblo"

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