viernes, mayo 21, 2010

Alberdi, sobre "la Patria", concepto intocable ahora en el Bicentenario y el Mundial

El estado, o la patria, continuó siendo omnipotente respecto de la persona de
cada uno de sus miembros, pero la patria personificada en sus monarcas o
soberanos. no en sus pueblos.

La onmipotencia de los reyes, tomó el lugar de la omnipotencia del estado o de la patria.
Los que no dijeron: “El estado soy yo”, lo pensaron y creyeron como el que lo
dijo.

Sublevados contra los reyes, los pueblos los reemplazaron en el ejercicio del
poder de la patria, que al fin era más legítimo en cuanto a su origen. La
soberanía del pueblo tomó el lugár de la soberanía de los monarcas, aunque
teóricamente.

La patria fue todo y el único poder de derecho, pero conservando la índole origínaria de su poder absoluto y omnímodo sobre la persona de cada uno de sus
miembros; la omnipotencia de la patria misma siguió siendo la negación de la
libertad del individuo en la república, como lo había sido en la monarquía: y la
sociedad cristiana y moderna, en que el hombre y sus derechos son teóricamente
lo principal, siguió en realidad gobernándose por las reglas de las sociedades
antiguas y paganas, en que la patria era la negación más absoluta de la libertad.Divorciado con la libertad
. el patriotismo se unió con la gloria, entendida como los griegos y los romanos la entendieron.
Ésta es la condición presente de las sociedades de origen grecoromano en ambos mundos.
Sus individuos, más bien que libres, son los siervos de la patria.
La patria es libre en cuanto no depende del extranjero; pero el individuo carece
de libertad en cuanto depende del estado de un modo omnimodo y absoluto. La
patria es libre en cuanto absorbe y monopoliza las libertades de todos sus
individuos, pero sus individuos no lo son, porque el gobierno les tiene todas sus
libertades.


Tal es el régimen social que ha producido la Revolución Francesa, y tal la
sociedad política que en la América grecolatina de raza han producido et ejemplo
y repetición, que dura hasta el presente, de la Revolución Francesa.

El Contrato social de Rousseau, convertido en catecismo de nuestra revolución,
por su ilustre corifeo el doctor Moreno, ha gobernado a nuestra sociedad, en que
el ciudadano ha seguido siendo una pertenencia del estado o de la patria,
encarnada y personificada en sus gobiernos, como representantes naturales de la
majestad del estado onmipotente.


La omnipotencia del estado ejercida según las reglas de las sociedades
antiguas de Grecia y Roma ha sido la razón de ser de sus representantes los
gobiernos, llamados libres sólo porque dejaron de emanar del extranjero.

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