Uno se pregunta, ante el estallido tecnológico de esta primera década del siglo, cómo es posible que ciertas instituciones (Estado, algunas grandes empresas, ONG, etc.) sigan funcionando con la lógica de hace 50 años y no entiendan el acelerado cambio que está sufriendo el entorno.
Por que existen los que alegan que este estallido es meramente tecnológico, ingenieril. Creen que la web es poco más que un refugio para adolescentes aburridos y que todos los chiches tecnológicos que aparecen (smartphones, GPS, cámaras digitales, netbooks) son eso: “chucherías” que no cambian para nada el modo de vida de la gente.
Creo que su visión es algo limitada.
Estos chiches que aparecen cada día más rápido, están creando algo que aun no tiene nombre, ya que va mucho más allá de la “blogosfera” o las “redes sociales” : es un ambiente “embebido en información”, así lo denominaría yo.
Ahora se saca una foto digital de una calle comercial, se la envía a red y en segundos aparecen los nombres de los locales comerciales, sus respectivos websites, productos y precios que exponen, quienes son sus dueños, etc. Antes de entrar a la tienda ya sabemos de qué va la cosa. Una vez adentro, fotografiamos un producto en particular - por ejemplo un alimento envasado- y podemos comparar su promesa con los comentarios y análisis que en la web aparecen sobre esa marca, ese producto. Y eso condiciona nuestras decisiones de compra en vivo, al instante.
Esta es una era de información disponible, no alojada en lejanos archivos. Y con la web móvil, callejera, salida de las pesadas computadoras de escritorio, cada peatón porta consigo TODA la información disponible en la MegaRed. Casi un sueño orwelliano, pero al revés: no es el Gran Hermano el que nos vigila, sino que ahora millones de consumidores, de “hermanitos menores”, hurgan en los archivos antes de decidirse a adquirir un producto. O a votar un candidato.
Entonces, frente a públicos hiperfinformados, las empresas de vanguardia se adaptan y aguantan el cimbronazo. Crearán foros de su productos, pondrán pantallas táctiles en sus locales para que los consumidores investiguen y exploren sus productos, etc.
Qué hacen, en cambio, las instituciones burocráticas del pasado, por ejemplo, las escuelas.
La Escuela estandarizada es producto, como ya hace tiempo describía Alvin Toffler, de una sociedad industrial, basada en pocos productos fabricados en serie para millones de personas de características sociales y económicas similares. El Ford T (que “viene en cualquier color, siempre que sea negro”) fue el arquetipo de esa era ya superada.
Hoy la gente es individualista, tiene ingresos variables, intereses diferentes y, sobre todo, accede instantáneamente a toda la información.
Volvamos a la Escuela. ¿Hasta cuando serán admisibles el “programa” común a todas ellas, y el “libro de texto único para toda el aula”? ¿Como el libro de texto, el Manual -aquel que yo en los años sesenta admiraba y respetaba- podrá competir con Wilkipedia o Google?¿ Para qué remitir a un libro, único y obligatorio , cuando el adolescente podría a un toque entrar a cualquier biblioteca virtual y leer exactamente lo que necesita?
Hablemos del Estado. No de esta patética caricatura que es el Estado Argentino con sus burocracias y corrupciones nacionales, provinciales, municipales y barriales, sino de un Estado promedio, digamos Francia o Chile.
¿Cómo generar estadísticas de lo que la población hace, desea, compra si cada vez más la gente hace, desea y compra a través de la Red, invisible e inasible? ¿Como hacer estadísticas de venta si estas suceden en el ciberespacio, lejos de cualquier soberanía? La gente cada vez se relaciona menos con su entorno geográfico y más con su red social de la web, la gente se comporta cada vez menos como “colectivos sociales”, fácilmente planificables desde la Oficina Central y cada vez tiene necesidades más complejas y sofisticadas. Un Estado diseñado para ciudadanos de la Edad Industrial simplemente dejará de funcionar para 2020, cuando los chicos que nacieron con Internet tengan 25 años.
Digo: esto no es para nuestros nietos, esto sucede ya. O el Estado se adapta o –para hablar al estilo Carlitos Marx- la contradicción entre los hiperinformados ciudadanos y un Estado diseñado para controlar “colectivos sociales” uniformes, hará estallar el Sistema. Esa sí será la Revolución.
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