martes, marzo 24, 2009

Semprun y el atentado a las torres

Crímenes sin criminales
Carlos Semprún Maura



Columna publicada el 13-09-2001

No sé por qué las reacciones del Gobierno francés y del Presidente Chirac, ante los gigantescos atentados terroristas islámicos en Nueva York y Washington me recuerdan –salvando las distancias– a las de Arzalluz ante los atentados de ETA: condena de la violencia, pero no de los violentos. Interrumpiendo rápidamente una gira preelectoral por Bretaña, el Presidente hizo dos declaraciones: una de inmediato, otra más pensada, poco antes de las 10 de la noche. El mensaje de estas declaraciones de circunstancia, es sintomático: no faltaron, claro, los lamentos por lo ocurrido, la pena que se tenía por las víctimas y sus familias, la solidaridad con el pueblo norteamericano, pero lo esencial fue afirmar que nadie sabía quién había cometido dichos atentados y, ya que los culpables eran totalmente desconocidos, lo más urgente y hasta lo único que se podía hacer era no hacer nada.

Jospin dijo más o menos lo mismo, aunque peor, ya que soltó la frase luego censurada, de que, “pese a haber trascurrido del otro lado del Atlántico”, o sea, en casa del enemigo, era doloroso. Insistió en que había que mantener la calma y, para demostrar su calma, hicieron el ridículo: lanzaron de nuevo la operación “Vigipirate”, o sea, que envían patrullas de policía y militares en las estaciones, aeropuertos, ministerios y hasta la Torre Eiffel, no es broma, y uno se pregunta ¿para qué?, ¿para demostrar su calma, o para prepararse a rechazar una invasión de marcianos?

Evidentemente, la opinión pública y la prensa no tiene estas autocensuras supuestamente diplomáticas ni esa prudencia cobarde, porque la opinión pública no está directamente comprometida en los cambalaches de venta de armas y otras tecnologías y en compra de petróleo y en todos esos intercambios comerciales, políticos y “culturales” de las autoridades francesas con tantos países árabes y que por lo tanto piensan que condenar el terrorismo islámico, puede ser contraproducente. Además “allí, o sea en USA nos las den todas”. Pero si la prensa no tiene esos pelos en la lengua, dista mucho de ser unánime. Si algunos, como el editorial de éste miércoles en Le Figaro y otros comentaristas que escuché por la radio y televisión, denuncian claramente el terrorismo islámico y la posible pista Ben Laden (Y ¿por qué no éste grupo, con la ayuda de estados como Pakistán o Irak?), otros en cambio y concretamente los de Le Monde Diplomatique, faltaba más, denuncian a Israel, cuya mera existencia resulta tan intolerable a las “masas palestinas y árabes”, tan humilladas que esto justifica todos los terrorismos. No es que yo considere que hay que quemar mezquitas como se queman sinagogas, pero si la búsqueda y captura de los culpables incumbe ante todo a los USA, una solidaridad democrática sería bienvenida y un análisis crítico de las relaciones de Francia con los países que se vanaglorian de subvencionar el terrorismo: Afganistán, Pakistán, Siria, Irak, Irán, Libia, y hasta la Arabia Saudí que juega doble y triple juego desde hace decenios, no me parecería del todo inútil.

Me pasé la tarde del martes 11 ante la tele, interrumpiéndome cada diez minutos para intentar comunicar con mi hijo mayor, en Nueva York. Una situación compartida, creo, con millares de europeos, por lo cual, el teléfono de Nueva York estuvo totalmente colapsado. Mi hijo me llamó a las diez y media de la noche para tranquilizarme. Si cuento esta anécdota familiar sin trascendencia histórica es únicamente para precisar que lo que los medios informativos franceses han aullado durante horas sobre el caos y el pánico en Nueva York, es muy exagerado y yo diría totalmente falso. Las dos célebres torres de Manhattan se han derrumbado. Los Estados Unidos, no.

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