Existe una ideología extrema, un naturismo ingenuo que cree que los animales son buenos y el hombre, malo. Y para probarlo se proponen experiencias extremas de contacto con animales peligrosos, para “demostrar” que ellos no atacan si no son provocados, y que en los centenares de casos anuales de muerte por ataque animal, es el hombre el culpable, siempre.
Timothy Treadwell y su novia Amie Hughenard fueron devorados por un oso en Alaska. El investigador pasaba largas temporadas “socializando” con los osos. Acusaba a los humanos de asustar a los osos y, hasta cierto punto, justificaba los ataques a humanos por parte de las bestias. El quería pasar a la historia como el primer humano que construyó lazos con los osos, y un vínculo que lo protegía de los ataques. En su última película dijo que era feliz así, siendo el único humano a quien los osos respetaban.
Esa omnipotencia lo llevó a la muerte.
Lo mismo con los tiburones. Acabo de ver un documental en el que dos naturalistas conviven con una decena de tiburones, demostrando que es un “mito” que los humanos sean presas de los escualos.
El tiro salió por la culata: un enorme tiburón toro arrancó de un mordisco la pantorrilla de uno de ellos, el cual solo sobrevivió después de ocho horas en el quirófano.
No es para apiadarse de ellos. De algún modo se lo buscaron.
Todo se trata del mito de volver al Edén, ese jardín perfecto donde convivíamos con leones y tigres, no había sexo y éramos ignorantes.
El ecosocialismo afirma que los malos son los humanos, acicateados por la codicia de raíz capitalista y proponen un mundo ideal en el que conviven osos y humanos, leones y cabritos, armónicamente.
Como toda ideología, hay quienes se proponen como “héroes”, como “Ches” que abren el camino a costa de su vida, para demostrar que es posible un mundo nuevo y mejor.
Es así como un inocente y noble ideal lleva al sacrificio: una metáfora del culto a la violencia que muchas ideologías pregonan explícita o implícitamente.
Moraleja: hay que cuidarse de osos y tiburones. Pero sobre todo, hay que cuidarse de los ideólogos de la vuelta al Paraíso.
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