Durante años construyó una plataforma de Poder.
Desde ese Poder obtenía los recursos que usufructuaba a título personal, constituyendo así un engaño permanente a la ciudadanía que de alguna forma confiaba en él.
Explotaba insensiblemente las debilidades humanas. Se solazaba, especialmente, con personas débiles, menores de edad, sin familia. Cuando llegó a la Presidencia, muchos confiaron en él, pero a poco de andar volvió a mostrar el síndrome paraguayo, inaugurado por el Dictador Francia a mediados del milochocientos: una voracidad infinita de poder.
Era amigo de otros dictadores latinoamericanos y construía una retórica liberacionista. Prometía un Paraguay grande y poderoso.
No se llamaba Stroessner, se llamaba Lugo.
1 comentario:
El Grassi paraguayo que, gracias a las alquimias progresistas, es un adalid de la justicia social.
Un depredador que, valiéndose de su posición de autoridad y confianza, se trincaba nenas de 16 y 17 años.
No va a faltar mucho para que la progresía les eche la culpa a las chicas, buscándoles algún pelo en el huevo, como hicieron con Blumberg hasta que le encontraron la tarjeta de presentación, o con Capristo que ahora dicen que disparó él también y eso lo transforma en un "y... se la buscó".
La puta que los parió.
JL
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