Por sobre la mirada amenazante de los inquisidores, de los dictadores, de los nazis, mujahidines, estalinistas, leninistas, castristas, ecofanáticos, maoístas, fascistas, nacionalistas, aristocratizantes o populistas, la llama de la libertad sigue ardiendo.
sábado, julio 17, 2010
Un texto de Rubén Zorrilla sobre la Teoría del Valor de Marx
“Lo que determina la magnitud del valor de un objeto útil es, pues, solamente la cantidad de trabajo o de tiempo de trabajo socialmente necesario para producirlo. Cada mercancía particular vale, en general, como ejemplar medio de las de su es-pecie. Tienen, por lo tanto, igual magnitud de valor las mercancías que contienen cantidades iguales de trabajo o que pueden ser producidas en el mismo tiempo de trabajo.”
En primer lugar habría que aclarar qué es un objeto ‘útil”, o cuándo un objeto es útil. Marx no lo dice. Aparentemente, un objeto es útil cuando lo reclama alguien, al menos una persona. No interesa cuánto tiempo haya demandado su producción. Precisamente Marx habla de la utilidad de los objetos —no de la mera cantidad de trabajo “contenida” en ellos— para evitar una objeción evidente y devastadora para su teoría: que hay multitud de objetos que reclamaron gran cantidad de trabajo y que son desechados por la gente (no tienen precios o valor).
Lo que indicaría que el valor de un bien (un objeto, un sermón, una fantasía) no depende de la cantidad de trabajo, sino de su demanda, que es, por otra parte, lo que determina que algo (cualquier cosa, aun aquello que no tiene incorporado trabajo) sea mercancía.
Es cierto, como dirá Marx, que si se produce una mejora en la tecnología, baja la cantidad de trabajo y por lo tanto el valor del objeto (en rigor, baja probablemente su precio), pero esta baja se halla relacionada con el menor costo por unidad, y no necesariamente con una baja en el valor global (en sentido marxista) de lo producido. En segundo lugar, que las mercancías que tienen la misma cantidad de trabajo tengan el mismo valor es el mero resultado de la definición de valor: no es una constancia empírica. Esto es lo que tendrían que investigar los marxistas.
¿Cómo podemos saber que siempre que hay una cantidad x de trabajo, habrá la misma cantidad de valor, o a la inversa? Sabemos por experiencia, en cambio, que la cantidad de trabajo, inclusive para un mismo tipo de mercancía, es muy distinta en las diferentes unidades productivas. Los precios, que miden la demanda, son iguales para esas unidades, salvo que se refieran a mercados distintos. ¿Cómo soluciona
Marx este problema? Sosteniendo que “cada mercancía particular vale, en general, como ejemplar medio de la especie”. (26) La expresión “en general” admite que en muchos casos no es así.
Marx da el ejemplo del diamante: encontrarlo cuesta mucho trabajo (¡no siempre ni necesariamente!); de ahí “que en poco volumen representan mucho trabajo”. (27) Pero, como reconoce el mismo Marx (27), el diamante es muy raro, además de hermosísimo, y da la casualidad que tiene una fortísima demanda entre los estratos sociales de gran poder adquisitivo. Pero, ¿qué es lo que determina su valor: la cantidad de trabajo, la rareza y hermosura, o la demanda?
Un soneto de Quevedo tiene una incalculable cantidad de trabajo calificado o com-plejo, más que el de encontrar diamantes en la tierra: ¿por qué no vale más que ellos si ese valor depende de la cantidad de trabajo? Cuando Marx dice que el diamante vale más que el carbón está tomando como punto de referencia, como otras innumerables veces, el precio (que luego identifica, cuando le conviene, con el valor), es decir, la relación oferta-demanda. De otra manera, no sabría qué es lo que tiene más valor. Evidentemente, en ningún caso sabe algo de la duración del trabajo aplicado (su indicador) ni de la calidad de él, dato sin duda esencial.
Lo hace a ojo de buen cubero, guiado por los precios de mercado y extrae sus hipó-tesis de la definición inicial que él impone para hacer el simulacro de que prueba lo que quiere probar
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