1- Vamos a tratar de separar la paja del grano. Ante todo, como es obvio, tengo que declarar mi NO homofobia. Efectivamente los liberales hacemos culto de las libertades personales, entre ellas la vida sexual. Estamos- yo al menos- a favor de la despenalización de la droga para terminar con un remedio- la guerra contra el narcotráfico- que es peor que la enfermedad. Hace miles de años que convivimos con adicciones como el alcohol y nadie- a excepción de los delirantes de la Ley Seca- propone su prohibición , ni juzga a los alcohólicos como delincuentes.
La conducta sexual es la más privada de las conductas y como tal debería estar fuera del escrutinio público, mientras no afecte a terceros (violaciones, por ejemplo o torturas no consentidas).
Los nazis los perseguían. En la Revolución Cubana hubo un período de represión a los homosexuales, los cuales no podían aspirar a ser Hombres Nuevos, en el concepto guevariano. El escritor homosexual Reynaldo Arenas sufrió cárcel por ese motivo.
En el Irán “revolucionario” se cuelga a los homosexuales, hecho disimulado por la izquierda admiradora.
En cambio, en el –odiado- mundo occidental ya no hay leyes que persigan la homosexualidad. Aunque aun hay instituciones como las armadas que se niegan explícitamente a aceptar homosexuales entre sus filas.
Eso no quiere decir que todos los ciudadanos aprueben esa conducta. Es evidente que la moralidad “media” ha rechazado y ridiculizado la homosexualidad. Aun hoy los programas de TV están llenos de personajes gay, como sinónimos de liviandad, cobardía. No hay leyes contra eso, no puede haberlas.
Es necesario reconocer que mucha gente rechaza la homosexualidad, pero eso no los convierte automáticamente en “enemigos del pueblo”. Así como no se puede legislar contra la homosexualidad, no se puede legislar contra la homofobia, que es un tema cultural y de opinión. Hacerlo sería tan grave como legislar contra gays y lesbianas.
2- La homosexualidad no es una “elección”: nadie se mira al espejo a los trece años y elige ser homo o hetero, como podría elegir ser de izquierda o de derecha. Es ridículo. La homosexualidad- al menos la masculina- es una dolorosa experiencia. Y no por las supuestas o reales discriminaciones que sufre el homosexual- tema hoy claramente en disminución- sino por la lucha interna que libra el homosexual, por la angustia de saber que sus deseos no coinciden con el cuerpo que los aloja. No debe ser fácil para ningún homosexual decidirse, asumirse, como le dicen. Y no por la presión social, sino porque se siente quizás, rompiendo con un mandato ancestral. La homosexualidad no es tener alguna eventual fantasía con otros hombres, cosa que le sucede a casi todos los varones alguna vez en la vida. La homosexualidad es básicamente una repulsa al otro sexo, un rechazo a la tentación del cuerpo de la mujer, es una negación, no una afirmación. Es lo contrario, exactamente, de la bisexualidad, que es una falta de discriminación: todo cuerpo – de hombre o mujer- es para el bisexual, objeto de deseo, es una sexualidad ampliada, exuberante, sin límites.
En cambio, la homosexualidad es una limitación, un acotamiento.¿Un empobrecimiento?.
No es fácil ni liviano ser homosexual, Entonces, lo del “orgullo” gay pasa más bien por una provocación de activistas, que de ser un sentimiento real entre los homosexuales, que no viven su condición con liviandad ni alegría. No es divertido ser gay (“alegre”, en inglés). Requiere comprensión y no un aplauso despreocupado, como si de una fiesta se tratara.
Además ser gay es un tema personal, puesto a través de las ONG gays en la picota pública, como invitándonos a la fiesta. La “militancia” homosexual se parece demasiado a las otras militancias obsesivas: ecologistas, vegetarianos, nudistas. Hacen de una parte, su Todo. No importa Ser Humano, importa Ser Gay, eso los define” frente al Mundo”. Una locura. Como si Oscar Wilde o Shakespeare alardearan de su homosexualidad y usaran su pluma para aclamar su orgullo gay. Infinidad de artistas fueron homosexuales y hoy se reirían del intento de reducir su rica humanidad a su condición sexual.
3- El Matrimonio no es un contrato legal, simplemente. Es – para las religiones- un sacramento, un rito, un Pacto que asegura la preservación de la especie dentro de los valores morales que cada religión inculca a su miembros. Es la garantía de que cada nueva generación nace al amparo de “otros” valores, religiosos o no, “protegida”. Por eso la virulencia de los que defienden la institución, su rechazo del Matrimonio Civil- en los días de Roca- o del Divorcio – en los días de Alfonsín.
El Matrimonio Gay fue planteado como una “igualación de derechos”, pero advertidamente o no, se tocó la Institución creada bajo la advocación de la Religión. O sea, si el combatido Matrimonio Civil de 1880 se hubiera denominado Unión Civil, hoy no estaríamos discutiendo. Simplemente se ampliaría el efecto de la Unión Civil a las parejas homosexuales: herencia, obra social, posibilidad de adopción, etc.
Pero el valor simbólico del término Matrimonio es demasiado cargado como para asimilarlo a una mera igualación de derechos. Los religiosos lo viven como un intento de mancillar la institución misma y así reaccionaron.
4- No es cierto que la población mayoritariamente apoya la ley de Matrimonio Gay. El mayor apoyo reside entre mujeres, en menores de 30 años, y entre residentes del Area Metropolitana. (Datos de una encuesta que analicé)
En promedio, las mujeres jóvenes porteñas o del GBA apoyan el matrimonio homosexual en un 80%. En cambio, los varones, mayores de 30 y residentes en el Interior, lo apoyan en un 10%. Entre ambos extremos se distribuye la compleja realidad del apoyo social.
¿No son parte del pueblo argentino el 90% de hombres mayores del interior que se oponen al matrimonio gay? ¿Son peores, más ignorantes, menos dignas esas personas?¿Hay que respetar sus ideas o mandarlos al trasto de las cosas viejas e inútiles? ¿No se los puede escuchar?¿El Estado los debe “educar”? Vade retro: el Estado está para garantizarnos libertad, seguridad y condiciones básicas, no para “bajarnos” valores, aunque sean buenos. “ Hay que obligar a la gente a ser libre” dijo Rousseau. Eso terminó en Robespierre guillotinando a los que “no querían ser libres”.
5- Esta Ley afecta sentimientos religiosos y creencias culturales de la mitad de la población. ¿Es eso importante?¿ O solo interesa el “progreso”?¿No era posible diseñar, con tiempo, una alternativa intermedia, esperando para un futuro una conciliación de diferencias? Una Unión Civil hubiera sido apoyada por un 60% de la población. Se hubieran salvaguardado así los intereses de las parejas homosexuales y solo se hubiera afectado a un 10% - que son los que rechazan tanto el Matrimonio gay como la Unión Civil- y al 30% que quiere el Matrimonio gay pero rechaza la Unión Civil.
Estamos en el “Top Ten” de los países en igualación de derechos de minorías sexuales. Desgraciadamente somos el “Bottom Hundred” en corrupción, burocracia, inseguridad. Una cosa, es cierto, no quita la otra, pero yo en lo personal hubiera preferido retrasar el “top ten” sexual y estar en el “top ten” de progreso, seguridad, creación de riqueza, disminución de la desigualdad, responsabilidad social, respeto a las instituciones…
Espero que no me expulsen del Paraíso “antidiscriminador”
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