jueves, octubre 29, 2009

Carta de un profesor italiano a una eminencia

Letter of A. Momigliano to M. Rostovtzeff, October 17th 1938
Torino, 17 ottobre 1938[1]

Illustre Professore,

Forse Ella sapra già ché anche io, come Ebreo, ho perso la cattedra di storia romana di Torino, che avevo guadagnato per concorso due anni fa, dopo essere stato dal 1932 professore incaricato di storia greca a Roma. Ora devo cercare di vivere. Mi rivolgo anche a Lei se mai vedesse qualche possibilità in America. Lei conosce troppo bene i miei lavori perché io gliene mandi un elenco. Se mai Le fosse utile un mio cursus, glielo manderò. Ora aggiungo solo che sono nato nel 1909 e a Torino insegnavo, oltre che storia romana anche storia greca per incarico. So le difficoltà - è sempre la stessa storia. Tuttavia è mio dovere di fare il possibile per continuare a lavorare - e a vivere. Ho anche moglie e figlia.

Con profonda deferenza

Suo dev.mo
Arnaldo Momigliano
via Cibrario 36
Torino


El exilio

La acción de las leyes raciales del gobierno de Mussolini, determinaron el abandono de su patria, debiendo trasladarse en 1939 a una Inglaterra sacudida también por las visicitudes de la guerra. Allí fue recibido por Hugh Last y se relacionó con el ambiente oxoniense y con el Warburg Institute, donde conoció a intelectuales como Fraenkel, Saxl, Gombrich y Bing.

Arnaldo Momigliano había llegado a Oxford en abril de 1939, luego de haber sido depuesto de su cátedra de Historia Romana de la Universidad de Turín como resultado de la política antisemita del gobierno italiano.

Momigliano nunca había vivido fuera de Italia. Su familia, en particular, la de su madre era de buena posición económica, pero se había criado en un ámbito geográfico especialmente cerrado, la provincia de Cuneo y dentro de un marco cultural específicamente judaizante. Sus contactos previos con Inglaterra fueron Turín y Roma. Llama la atención que recién hubiese viajado a Paris y conocido el Louvre en su viaje al exilio.

Encontró un mundo frío y lejano: la Inglaterra de finales de los años ’30. Al comienzo la conversación en inglés se había convertido en un tormento. Fue primero solamente un refugiado judío en Oxford pero con el sorteo de dificultades y con el paso del tiempo terminó seduciendo a los scholars ingleses por su modelo enciclopedista de gran erudición.

Sin embargo, más allá de las dificultades, desarrolló una nueva etapa de su crecimiento académico entre los eruditos británicos. Los contactos con el Warburg Institute y en especial con Gertrud Bing, oriunda de la burguesía judía de Hamburgo que compartía tradiciones culturales comunes, parecen marcar una etapa especial en la transición del intelectual italiano al scholar europeo.

La situación por la cual Momigliano no regresó para instalarse en Italia de manera definitiva, convoca la objetividad histórica junto con la subjetividad individual. El fin de la guerra, el conocimiento de la muerte de sus padres en los campos de concentración alemanes, la vuelta a Italia de manera intermitente, su vinculación con la Scuola Normale Superiore di Pisa donde siempre colaboró en los Annali y en el dictado de seminarios de historia de la historiografía, su presencia en universidades norteamericanas calificadas, como Berkeley, Harvard, Yale, Chicago; constituyen las otras secuencias de su evolución académica. Sin embargo el diseño definitivo de su perfil intelectual y espiritual, se expresó en los últimos años a través de una profundación de su compromiso con el imaginario cultural familiar, desarrollando en la etapa final de su vida un especial homenaje a sus orígenes en Pagine ebraiche (1987).



Memoria y posteridad

Prefirió Londres para morir, pero en un modesto cementerio de la pequeña patria piamontesa, la memoria instituye el recuerdo del sabio judío que por encima de todas las cosas quiso ser italiano.

La memoria se hace cargo también de un mensaje legado a todos aquellos que discutimos su pertenencia al mundo de la Antigüedad. Tardía, recordándonos, como historiador de la historiografía, que los historiadores paganos del siglo IV no murieron realmente. Se limitaron a estar adormecidos durante varios siglos. Pertenecían a la tradición clásica de la historiografía para la que la historia eclesiástica, tenga esta última los méritos que tenga, no podía ser sustituto.

Pero memoria y posteridad entrarán en pugna cuando evaluamos las articulaciones existentes entre tradición familiar, producción académica y compromiso político. Di Donato considera muy simplista e incluso falso asimilar la posición del joven Arnaldo con la del padre. Riccardo Momigliano, al que es posible entender, se había convertido en un judío fascista, ligado a grupos piamonteses nacionalistas y de la Nostra Bandiera, revista quincenal de cultura judía que se publicaba en Torino a cargo de un sector de judíos fascistas, siendo fiduciario por la comunidad de Cuneo. Pero para Di Donato, Arnaldo Momigliano sólo era uno de los tantos empleados públicos dependientes, inscriptos al PNF, que sentían crecer en lo íntimo el rechazo al régimen y a todas sus manifestaciones [16] Tampoco encuentra en la producción científica del historiador adhesión o aceptación del fascismo, ni en la dimensión ideológica ni en la de la práctica política. Momigliano, en la reconstrucción de su propio proceso intelectual, en circunstancias polémicas durante 1981, debe hacer un descargo resumiendo los contenidos de la propia actividad científica entre los años 1929 y 1938, para combatir la sospecha de pertenecer a los implicados en asuntos no transparentes en el período fascista [17].

Las circunstancias del concurso turinés no ayudan, a pesar de los esfuerzos de sus defensores, a clarificar la situación de Momigliano en el contexto político de la época. De familia judía fascista, él aparece como un democrático profesor de historia antigua al que le permiten ganar un cargo para postergar a un experto colega fascista, aún reconociendo el jurado falencias en las concepciones metodológicas y producción científica del ganador. Entonces es lícito preguntarnos: ¿Momigliano fue un filofascista tibio, no peligroso para sus colegas turineses, o un judío liberal ajeno a las prácticas políticas paternas e inocente actor en el certamen académico, o tal vez, para los hipercríticos, un advenedizo y ambicioso profesional que utilizó la situación política interna de la institución turinesa para acceder a una cátedra por encima de colegas más experimentados? Nosotros creemos que simplemente fue un hombre intelectualmente valioso pero ambiguo en sus actitudes, utilizado por opacos intereses académicos y convertido en víctima de las circunstancias ideológicas dominantes en la Italia de la segunda preguerra.
Hugo Zurutzua


Una pequeña gran historia de ciencia,política, fascismo "judío", antisemitismo, celos...

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