miércoles, febrero 11, 2009

La banalización del antisemitismo

El antisemitismo es un fenómeno constituyente de la historia occidental. No es, simplemente, una forma de racismo, como la que se ejerce sobre grupos étnicos minoritarios como los gitanos, o sobre razas diferentes a la blanca, o el chauvinismo contra los extranjeros. Todas esas discriminaciones son igualmente aborrecibles y condenables, pero falta en ellas el elemento constituyente básico: la idea del judío como poseedor de un plan oculto de dominación. Nadie, en su sano juicio, acusa a los gitanos de querer dominar el mundo, o los albaneses. La particularidad del antisemitismo es que remite directamente a una fobia, a un temor sordo de “destrucción de nuestro mundo” si el judío lleva a cabo sus planes. No se trata solo de un rechazo estético (“no me gustan los orientales, o los negros”) ni un desprecio a su cultura, su lengua, su música, su comida. Es eso y además -esencialmente- el odio como expresión de temor. Al judío se le odia porque se le teme.
Se los acusa de sub-humanos. Pero se les admira por su inacabable actividad conspirativa, actividad que abarca desde el manejo de las finanzas internacionales, hasta la prensa, los partidos políticos, los gobiernos, las universidades, la literatura, el teatro , el cine, la educación, el pequeño comercio, la burocracia estatal…Las únicas excepciones a su influencia son el Ejercito y la Iglesia, los dos bastiones de la reacción antiliberal y antijudía.
El odio, la desconfianza, el temor, el desprecio al judío es mucho más complejo, subyacente y doloroso- para el propio odiador- que el que se profesa a otras minorías. Es doloroso porque en el fondo -muy en la base de la construcción de la identidad cultural occidental- sabe que sin judaísmo, no hubiera habido cristianismo, que Jesús fue circuncidado como todo buen judío y que la idea misma de Dios – un Dios invisible, omnipotente, presente en el drama humano, no lejano en su Olimpo- es tan judía como Jerusalem. Odiar a los judio es odiar, tambien a los que inventaron, o descubrieron a Dios. Es, por lo tanto, muy parecido al odio del hijo al padre, tan necesario como doloroso para el crecimiento. Quizás Pablo se haya impuesto odiar a los judíos- él que era uno de ellos- como modo de afirmar la aventura de una nueva identidad religiosa, al fundar el catolicismo (la Iglesia Universal, opuesta a la Iglesia Nacional judía)
La columna judía de occidente es tan imprescindible para el sustento de la libertad occidental, como la columna greco-romana.
El Islam lo sabe.
Sabe que destruir la columna judía de la identidad occidental es condenar a muerte a Europa y EEUU, sus verdaderos enemigos. El Islam tiene como enemigo estratégico a Occidente, del cual los judíos son una frontera- enquistada además, bajo la forma del Estado de Israel en su “propio” territorio.
La eclosión del nuevo antisemitismo- no el clásico de origen católico o el de la extrema derecha racista- forma parte de esta pelea universal encabezada por el Islam y seguida alegremente por toda la izquierda- desde sus variantes herbívoras social-democratas, hasta sus versiones salvajes, absolutas y extremas.
La izquierda – al perder su Centro en 1989-giró un poco y se encontró con un Nuevo Sentido: la lucha del Islam contra Occidente ; y allí se mudó, rápidamente. La izquierda es la agencia de publicidad del Islam: traduce en términos "admisibles" para occidente, las terribles leyes de la Shaaría y la Jihad. Pareciera que la única manera de revertir esto es "remarxistizar" a la izquierda, sacarla de la locura tercermundista-islamica-indigenista y explicarles que Marx era un señor occidental, un aleman amante de Goethe , un tipo algo extraviado pero finalmente un exponente de los valores occidentales. Equivocado, pero occidental.
Banalizar el antisemitismo como un mero problema coyuntural, una moda casi, como un simple efecto menor del conflicto de Israel y los palestinos, como un folclórico e inofensivo tic, superficial y liviano, es darle la espalda al problema que encubre: la quiebra de la fe en los valores centrales de occidente. Libertad, tolerancia, consenso, democracia, no discriminación, igualdad de sexos, division de poderes, respeto a todas las creencias, etc. son todos valores creados y cultivados en Occidente. No se puede ser devoto de estos valores y, al mismo tiempo, ser antisemita.
Esa es la disyuntiva que plantea el Islam: si ustedes aman esos valores, son projudíos, partidarios de la explotación del pueblo musulmán por parte del sionismo-imperialismo. Solo si aborrecen esos valores, se podrán sumar a la Guerra Santa y conquistar el Paraíso.
Muchos ya han incorporado esa consigna y trabajan todos los días, desde los partidos, la prensa y la educación en esa gran obra universal de destrucción de Occidente.

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