Por fin un economista que recuerda que la economía es una ciencia social, no un compendio de ingeniería y matemáticas. Tim Harford ha escrito un libro imprescindible, "El ecomomista encubierto" (Planeta, 2007)
Para muestra de su estilo fuerte y provocativo, ahi va un fragmento. COMPRENLO!
La peor biblioteca del mundo
Justamente uno de esos peculiares sistemas institucionales fallidos fue responsable de la construcción de la peor biblioteca del mundo. Pocos días después de haber llegado a Camerún, visité uno de los colegios privados más prestigiosos de ese país, el equivalente en Camerún a Eton.
El colegio no se encuentra muy lejos de la ciudad de Bamenda. La propiedad era una mezcla de lo conocido con lo extraño: las aulas, que eran de techos bajos y que estaban construidas con materiales de mala calidad, rodeaban los campos de juego deportivos y me recordaban bastante a mi viejo colegio en Inglaterra; pero no así la arbolada avenida con un adoquinado de locura (Tim Burton se funde con Nacida libre), a lo largo de la cual vivían todos los profesores.
La bibliotecaria nos estaba enseñando la escuela. Se trataba de una voluntaria que trabajaba para la Organización de Servicios Voluntarios (Voluntary Service Overseas), una organización de trabajadores voluntarios con base en Gran Bretaña, cuyo objetivo es enviar voluntarios cualificados a aquellos lugares de los países pobres donde se los necesita. La escuela mostraba con orgullo dos bibliotecas dispuestas en edificios separados; sin embargo, la bibliotecaria estaba de lo más insatisfecha (y pronto entendí el porqué de su actitud).
A primera vista, la biblioteca era muy impresionante. A excepción de la palaciega residencia de la directora, era la única estructura de dos plantas del campus. Su diseño era atrevido: parecía el edificio de ópera de Sydney de los pobres. Las dos pendientes del techo, en lugar de descender desde un caballete central, se alzaban en forma de V desde un valle, como las páginas de un libro abierto sobre un atril.
A pesar de su creativo diseño, estoy seguro de que mi recuerdo de espectacular biblioteca nueva permanecerá mucho más tiempo que el propio edificio. De pie bajo el abrasador sol de la estación seca de Camerún, es difícil darse cuenta de cuál es el inconveniente que tiene un techo que se parece a un gigantesco libro abierto; pero el problema es haberse olvidado, como aparentemente lo hizo el arquitecto, de que Camerún también tiene una estación lluviosa. Cuando en Camerún llueve, lo hace durante cinco meses enteros y con tanta fuerza que hasta los canales de desagüe más grandes se desbordan rápidamente. Cuando una lluvia de este tipo se topa con un techo que posee demasiados canalones, sino que él mismo es, esencialmente, un canalón que desagua hacia el techo plano del hall de entrada, entonces te das cuenta de que es momento de cubrir con un plástico tu colección de libros.
La única razón por la cual todavía existían los libros del colegio
era porque nunca habían estado ni siquiera cerca del nuevo edificio. A pesar de las reiteradas peticiones de la directora para que la bibliotecaria los sacara de la vieja biblioteca, ésta se había negado. Cuando entré en la nueva biblioteca para ver el grado de deterioro en el que se hallaba, me sentí tentado a concluir que la directora se hallaba una fase avanzada de negación de la realidad. Estaba en ruinas.El piso tenía innumerables marcas de charcos. El aire tenía ese olor mohoso que asocio con las húmedas cuevas europeas y no con un edificio moderno en el Ecuador terrestre. El enlucido de las paredes se estaba desprendiendo como si se tratara de un fresco bizantino de hace años, aunque se trataba de una biblioteca de apenas cuatro años. Esto es una escandalosa dilapidación de los recursos. En lugar construir la biblioteca, el colegio podría haber comprado cuarenta mil buenos libros u ordenadores con acceso a Internet o podría haber otorgado becas escolares para los niños pobres. Cualquiera de esas alternativas hubiera sido incomparablemente mejor que una biblioteca nueva inutilizable. Esto, dejando al margen el hecho de que el colegio no necesitaba con carácter prioritario una nueva biblioteca, pues la antigua funcionaba perfectamente bien y podía alojar con facilidad tres veces más libros de los que la escuela poseía y era a prueba de agua. El hecho de que la biblioteca fuera innecesaria explica, hasta cierto punto, su deficiente diseño. Después de todo, nadie le presta demasiada atención a la funcionalidad de un edificio cuya finalidad es redundante; pero si la biblioteca suponía un esfuerzo tan inútil, ¿por qué iban a construirla?
A menudo se le atribuye a Napoleón la siguiente afirmación: «Nunca debe atribuirse a la conspiración lo que bien podría explicarse la incompetencia». Ésa es la respuesta que surge espontáneamente: la incompetencia es fácilmente un chivo expiatorio. Es muy tentador para quien visita Camerún encogerse de hombros y justificar la pobreza de ese país dando por hecho que todos los cameruneses son idiotas. La biblioteca parece ser una buena prueba de ello, pero los cameruneses no son ni más inteligentes ni más estúpidos que el resto de nosotros.
Hay tantos errores aparentemente torpes en Camerún que la incompetencia no puede ser la explicación adecuada que estamos buscando. Hay algo más sistemático de por medio que eso. Una vez más, debemos tener en cuenta los incentivos de quienes toman las decisiones.
En primer lugar, los funcionarios de mayor rango en el área de educación en el noroeste de Camerún provienen de una pequeña ciudad llamada Bafut. Estos funcionarios, conocidos como la «mafia de bafut” , controlan una parte considerable de los fondos destinados al sistema educativo Y lo gastan en función de sus contactos personales, no de las necesidades reales. No es sorprendente que la directora de este prestigioso colegio privado fuera un alto miembro de la «mafia de bafut. Como su intención era convertir su colegio en una universidad necesitaba construir una biblioteca que tuviera la dimensión y la calidad adecuadas para dicho fin. Para la directora era irrelevante que la biblioteca ya existente fuera más que suficiente o que el dinero de los contribuyentes pudiera usarse de otro modo o en otros colegios.
En segundo lugar, nadie controlaba a la directora ni la forma en gastaba el dinero. A los empleados del sistema educativo no se les paga ni se los asciende en función de sus méritos, sino, exclusivamente, por decisión de los directores. Éste es un colegio prestigioso, ofrece buenas condiciones a los maestros; por lo tanto, todos ellos están muy interesados en conservar sus puestos de trabajo, lo cual significaba mantener buenas relaciones con la directora. De hecho, la única persona capaz de desafiarla era la bibliotecaria, quien respondía solo ante la oficina principal de la VSO en Londres. Había llegado a escuela después de que la biblioteca fuera construida, pero, por lo menos, pudo evitar que la colección de libros fuera trasladada desde la otra biblioteca y terminara destruida. O la directora era tan estúpida que no se daba cuenta de que el agua estropea los libros o no estaba demasiado interesada en ellos y simplemente quería demostrar que la biblioteca contaba con algunos ejemplares. La segunda explicación parece más probable.
Con el dinero a su entera disposición y sin que nadie le objetara la inutilidad de construir una segunda biblioteca, la directora tenía pleno control del proyecto. Nombró a un ex alumno del colegio para que la diseñara, probablemente con la intención de demostrar la calidad de la educación allí impartida; sí logró probar algo, aunque tal ve lo que ella pretendía. No obstante, más allá de la incompetencia arquitecto, los defectos del diseño habrían sido detectados si alguno de aquellos a quienes incumbía hubiera estado realmente interesado en asegurarse de que la biblioteca funcionara como tal; sin embargo ése nunca fue el interés principal de ninguno de los que tenían autoridad en el caso. Quienes estaban a cargo del proyecto sólo estaban interesados en construir «algo» que habilitase al colegio como universidad
Evalúa la situación: dinero que era suministrado en función de las redes de conexiones sociales y no de las necesidades reales; un proyecto diseñado para alcanzar cierto prestigio en vez de para ser utilizado, una ausencia de control y de responsabilidad; y un arquitecto nombrado con fines ostentosos y por alguien a quien le importaba muy poco la calidad del trabajo. El resultado no es muy sorprendente: un proyecto que nunca debió haberse construido se construyó; y se construyó mal.
La moraleja de esta historia parecería ser que las personas egoístas y ambiciosas que se encuentran en el poder son, a menudo, la causa del desaprovechamiento de los recursos en los países en desarrollo; pero en realidad, la verdad es un poco más desoladora: las personas egoístas y ambiciosas ocupan las posiciones de poder, ya sean éstas grandes o pequeñas, en todo el mundo. En muchos lugares están limitadas por la ley, la prensa y la oposición democrática. La tragedia de Camerún es que no existe nada que mantenga ese egoísmo bajo control.
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