viernes, julio 29, 2011

El relato anticapitalista y la realidad de la libertad de mercado

Supongamos que en el pueblo de Las Heras, a una hora de Buenos Aires, hay dos verdulerías. Una “El pulpo capitalista” y otra “ El buen comerciante”.
El primero tiene precios altos, mala calidad de la mercadería y pésima atención. No da fiado, les ladra a los clientes y cierra los fines de semana. El otro tiene precios razonables, excelente calidad y muy buena atención personal.
Según el relato “anticapitalista” habitual, el primero destruirá al “Buen comerciante” y se quedara con todo el mercado.
Es al reves.
En el autentico relato “capitalista” el Pulpo se quedará rápidamente sin clientes porque la gente no es estúpida y sabe orientarse a aquel que cumple mejor sus deseos: quiere buena calidad, bajos precios y buena atención.
El relato anticapitalista sugiere que en el capitalismo siempre ganan los malos, cuando la verdad es exactamente la contraria: ¿por qué razón la gente le compraría al malo y no al bueno? No hay ninguna explicación de sentido común que haga que los compradores prefieran perjudicarse y no beneficiarse.
Pero en la novela anticapitalista el malo maniobrará para acabar con su competidor apelando a maniobras extraeconómicas, políticas. Por ejemplo, coimeará al Intendente para que la Municipalidad llene de multas el buen comerciante, le revoque la licencia, etc. Pero ¿que tiene que ver con el mercado libre este proceder? Nada, eso es exactamente lo contrario del mercado libre, es la coacción política, el “capitalismo de amigos”, la destrucción de la competencia usando la fuerza.
Otra variante del relato es que ambos comerciantes llegan a un acuerdo y suben los precios y bajan la calidad de común acuerdo: es el dominio absoluto de “la clase burguesa”. Pero no se entiende bien las razones por las cuales el exitoso buen comerciante prefiera cambiar su política y mimetizarse con su competidor.
Pero supongamos que es así, y en Las Heras no hay ahora como conseguir unos duraznos jugosos y a buen precio. Pero, ¿por que razones no puede aparecer un tercer comerciante- digamos el empleado del antiguo “buen comerciante”- y llenar ese nicho, esa demanda insatisfecha, con buena mercadería, buenos precios y buena atención? El trabajó allí, conoce a la clientela y sabe que puede ganar la partida. Pero no tiene capital. Para el relato “anticapitalista” este tercer actor no conseguirá un préstamo. Pero en una economía de libre mercado existe un mercado de capitales, conformado por inversores que quieren obtener más ganancia por su capital. Entonces el joven empleado va al Banco, o habla con algún conocido y le propone el negocio. Le da una participación porcentual en las ganancias o, simplemente, le abona un interés alto por el préstamo. Obtiene los 30 mil dólares que necesita, alquila y equipa un local, compra mercadería buena en el mercado, hace algo de propaganda e inaugura por fin “El unico buen comerciante”, con lo cual obtiene una alta cuota de mercado y desplaza a sus tramperos competidores.
Para deshacerse de este nuevo competidor solo le queda al “Monopolio” el recurso de usar la fuerza bruta: incendiar su local, obtener apoyo del Intendente: o sea todas cosas que nada tienen que ver con la libertad de mercado sino con la coacción extraeconómica.
Supongamos que los malos triunfan y el nuevo buen comerciante pierde la partida. Queda otro recurso: los vecinos se organizan y, semanalmente, van a Buenos Aires - lleno de verdulerías- y eligen comprar en la que les ofrezca calidad , precio y atención. Rompen una situación monopolica yendo directamente a donde hay exceso de oferta y, por lo tanto, posibilidad de eludir cualquier tipo de monopolio.

Corolario: los anticapitalismos no entienden la libertad de mercado, creen que los capitalistas malos- es decir los que pretenden ganar apelando al apoyo político y a maniobras de coacción violenta- son los que siempre ganan y que no hay posibilidad de deshacerse de esos tipos.
La realidad es otra, como vimos. Si no hay coacción, la gente elegirá al que mejor satisfaga sus necesidades. Pero para que esto se cumpla debe haber un elemento que garantice la libertad de mercado : un sistema judicial y político que impida que se concreten las maniobras de coacción. Por ejemplo, un fiscal o un periodista que investigue la conexión entre el Intendente y “El pulpo capitalista”, logre su procesamiento y la destitución por el Consejo Deliberante. Por donde vemos que la economía libre necesita imprescindiblemente un sistema político, un Estado, que garantice la protección de los honestos y el castigo de los deshonestos.
O sea: libertad de mercado y Estado como administrador de Justicia y monopolio de la fuerza son una pareja inseparable. Ese es el verdadero relato.

4 comentarios:

Eduardo Ferreyra dijo...

Es puro sentido común. Pero ese sentido está totalmetne ausente en los anticapitalistas o los que alaban las "bondades" del socialismo. El socialismo funciona mientras los ciudadanos tienen dinero de sobra -como en Suecia y Noruega, que no son tan socialistas como parecen- pero que se cae a pedazos cuando aparece alguna crisis que deja a los ciudadanos con poco margen para pagar impuestos.

Como dijo la Tatcher: "El socialismo se acaba cuando se termina el dinero de los demás."

Ulises Chialva (Odiseo Blabla) dijo...

Lo que mas bronca da, es que cuando finalmente los anticapitalistas ceden y aceptan que el comprador preferirá al buen comerciante, emparchan sus prejuicios diciendo que tanto el buen como el mal comerciante estafan al comprador al venderles cosas que la sociedad no necesita y que vacían a las personas de su humaniadad. De esa manera el anticapitalista socialista muta en anticapitalista heideggeriano...

esteban dijo...

Que sería un anticapitalista hedeggeriano? me parece interesante el concepto. Creo que se refiere a que Heidegger no acepta la libertad del individuo, interesado en el espiritu del Volk, en el "inconciente colectivo" de Jung, en la idea de nacion, de colectivo, de grupo, de pueblo...

Candide dijo...

Oh, me siento censurado. Así que se acalla el tema. Así que tengo razón. Gracias.

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