El Peronismo – sea cual sea su versión- es una realidad persistente, múltiple, variada, imprevisible y, como se ve, incombustible: seguirá siendo el partido más votado de la Argentina pase lo que pase, haga lo que haga, proponga lo que proponga: privatizaciones o reestatizaciones, indultos o condenas a los represores, amor u odio a EEUU, etc.
Ya que tendremos que convivir los no peronistas con los peronistas de aquí a la eternidad, al menos deberíamos ponernos de acuerdo en algunas cosas para que la convivencia entre adversarios no desemboque en odio y violencia.
Imagino- es una fantasía- una Declaración del Peronismo para el siglo XXI con un texto como este:
“ Somos peronistas. Esto significa que, más allá de nuestras diferencias internas, somos partidarios de la Justicia Social, creemos en la necesidad de un Estado fuerte que delimite la acción de la iniciativa privada. Creemos en la necesidad de sindicatos fuertes que defiendan los derechos del trabajador y, en general, en gobiernos poco dogmáticos, pragmáticos, con gran capacidad de gestión, basada en el apoyo sindical y en nuestra capacidad para negociar con diversas corporaciones.
Pero sabemos de nuestras limitaciones. Los peronistas le debemos a los argentinos una explicación. Gobernamos el país desde 1943 a 1955; desde 1973 a 1976; desde 1989 a 1999 y desde 2002 a 2011. O sea 34 años en los últimos 70, la mitad del tiempo. En algunas provincias gobernamos ininterrumpidamente desde 1983 hasta 2011: 28 años seguidos. Y allí aun persiste la miseria, la inseguridad, la corrupción.
No somos, pues, inocentes del desastre argentino. No somos solo víctimas sino también victimarios, responsables de lo bueno y de lo malo de nuestro País.
Tenemos grandes virtudes y grandes defectos. Algunos vienen desde el origen.
Con todo el respeto que la figura del general Perón nos genera, debemos reconocer hoy, a casi 70 años del 17 de octubre de 1945, algunas de sus acciones de gobierno fueron, a la luz de los valores que hoy defendemos, muy criticables.
No podemos justificar hoy la persecución a opositores, el cierre de unos 140 diarios, la tortura aplicada en cientos de casos, desde Cipriano Reyes a Mario Bravo o Félix Luna, la represión de huelgas como la de telefónicos y ferroviarios, con cárcel y despido para miles de obreros, la inexistencia de dialogo con opositores, el abusivo uso del aparato estatal de propaganda con el monopolio de la radiodifusión, el culto a la personalidad expresado en cambios de nombre a provincias, ciudades, hospitales o escuelas por “General Perón” o “Eva Perón”, los libros de texto con insistentes loas a Evita y el General Perón, la delación, las campañas contra el agio, la imposición de la Enseñanza religiosa, la Ley Universitaria que eliminó la representación estudiantil, las matanzas de Pilagaes en Formosa, con cientos de muertos en manos de la Gendarmería Nacional, y muchas más cosas.
No estamos de acuerdo y las lamentamos. No defendemos lo indefendible. Es cierto que se trataba de prácticas usuales en aquella época, pero el relativismo cultural tiene límites. No se puede justificar la muerte o la tortura, que desde la Declaración de los Derechos Humanos de 1789 resultan inadmisibles.
Creemos que el General Perón quizás no estuvo al tanto de todo, o quizás dejó hacer. En algunos casos posiblemente fue responsable.
Como sea y a pesar de esas sombras, creemos que Perón fue un formidable líder, creativo, que cambió para siempre la atrasada Argentina, que impulsó su desarrollo económico y social, que instauró derechos para los trabajadores, para los niños, para los ancianos, para los peones rurales, que hizo miles de obras públicas, etc.
Reivindicamos hoy día esa tradición. Pero condenamos el autoritarismo y la “democracia vigilada” que se instaló en su Gobierno.
Creemos en la democracia con alternancia, no nos creemos el Partido Único de la Doctrina Nacional, respetamos a otras fuerzas democráticas, creemos en la libertad, la búsqueda de consensos, la aceptación de lo diferente. Nuestros valores son la Justicia Social, el Estado activo, la libertad y la democracia. Quien no sostenga esos valores no es peronista. Ser peronista no es gritar “Viva Perón” sino tener vocación de gestión pública en beneficio de los postergados y un compromiso fuerte con la libertad y la democracia”
No estaría mal que desde Duhalde a Cristina Kirchner, desde de Narváez hasta Filmus, desde Reutemann hasta Scioli, todos los dirigentes peronistas firmaran esta Declaración, Eso daría previsibilidad al juego político argentino, permitiría cerrar viejas heridas, terminar con un pasado del que todos- peronistas y antiperonistas- fueron responsables y encarar, de cara al futuro, planes de desarrollo económico, calidad institucional, combate de la corrupción, fortalecimiento de la seguridad y control de corporaciones mafiosas sean políticas, sindicales, policiales o empresariales.
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