viernes, enero 28, 2011

Stalinismo caribeño

En pocas horas, Farinas – el disidente cubano , ganador del Premio Sajarov- ha sido arrestado en tres oportunidades, lo cual constituye un record difícil de explicar.
Quizas haya que sumergirse en las aguas podridas de la historia de la Union Sovietica para entender algo de lo que sucede en Cuba. En Cuba no se está ensayando un modelo superador que conducirá a la Sociedad solidaria del Hombre Nuevo, sino que se despliegua un guión siniestro que sigue paso a paso el libreto estalinista.
Entonces, para entender a Cuba hay que entender a Stalin.
Hay que entender que Stalin desencadenó, a partir de 1929 el genocidio más feroz que se haya registrado, incluyendo el de los nazis: fue más largo, más sangriento y más indiscriminado que el genocidio hitlerista.
Todo, obviamente, nació con Lenin: el concepto de “enemigo del pueblo”, el ataque sistemático al campesinado para robarles sus cosechas, la liquidación de los Soviets y de la prensa libre, la de los políticos “bugueses” y de los de izquierda no bolchevique, el hambre como arma de lucha. Solo que Stalin llevó esas lecciones al paroxismo.
No tuvo límites: condenó al hambre a los “kulaks” (seis millones de muertos); liquidó los restos del pequeño capitalismo: centenares de miles de comerciantes desterrados a Siberia; hizo limpieza étnica con alemanes, finlandeses, tártaros, chechenos, coreanos; liquidó a los técnicos y funcionarios estatales; liquidó a los escritores y músicos que no fueron de su agrado; creó la categoría –existente en Cuba- de “personas potencialmente criminales”, lo cual permitió detener y juzgar “preventivamente” a cientos de miles; bajó la edad de inimputabilidad a 12 años y fusiló a adolescentes o los confinó en campos de concentración; creó mano de obra esclava- los presos del Gulag- que constituyeron el 10% de la población trabajadora de Rusia; asesinó a Trotsky y luego eliminó al 90% de los cuadros comunistas de la vieja guardia leninista; asesinó a decenas de comunistas extranjeros residentes en Rusia y entregó a la GESTAPO a 570 comunistas alemanes; fusiló al 90% de la alta oficialidad del Ejército Rojo, debilitándolo en vísperas de la Guerra con Alemania; se ensañó con “vagos, desocupados, vagabundos”; prohibió la emigración  a las ciudades; desterró a categorías enteras de personas con acusaciones tan vagas como “pariente de funcionarios zaristas” o “contactos sospechosos en el exterior”;puso cuotas de fusilamiento mensual, que había que cumplir incluso con redadas en las que cualquier peatón era detenido y fusilado; envió al campo a levantar cosechas a miles de ciudadanos cazados por la fuerza en redadas; inventó causas contra “los médicos judíos” a los que acusó de quererlo asesinar; pactó con Hitler  el reparto de Polonia; etcétera.
De esa bilis siniestra nace el castrismo. No olvidemos que Ernesto Guevara llevó flores a la tumba de Stalin, cuando estuvo en la URSS: reconocía así su deuda con Koba, el temible. Fusilar compañeros en la Sierra Mestra por faltas de disciplina y a 2,000 empleados de Batista fue su homenaje al Maestro Stalin. Ahora se lo festeja como “idealista” y se pasa su imagen en los actos del Bicentenario o en el Festival de Cosquín.
De esa bilis nace, entonces, esa obcecación de los Castro por mantener presos aun a los 11 prisioneros que habia prometido liberar antes de fin de año; del acoso a la madre de Orlando Zapata, el preso muerto en huelga de hambre; de sus ataques a las Damas de Blanco y a todos los disidentes, en especial al ganador del Premio Sajarov.
Es la locura en el poder absoluto, eso sí, acompañada por las alabanzas de casi todos los intelectuales y artistas latinoamericanos y europeos.

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