Para el pensamiento relativista dominante no existe ninguna verdad absoluta. Ni siquiera en las ciencias duras. Por eso, para los relativistas está por verse que 2+2 sean 4. La ciencia, nos dicen, no escapa al sistema de dominación hegemónico y hay que desconfiar de sus “verdades”. Por eso hoy se habla de “consenso científico”, no de “verdades científicas”, de ciencia al servicio de los proyectos políticos, no al servicio de la verdad. Por eso se niegan las pruebas de matematicas o física para comparar los conocimientos de los alumnos de distintos países. Por eso, una campaña publicitaria de alguna ONG ecologista no se basa en la palabra de algún científico renombrado, sino en la voz de artistas populares exhortando a no usar DDT o a impedir la minería.
Dicen los que saben que la probabilidad de morir por alguna filtración de uranio depositado en tanques en el fondo del mar es de una en cien mil millones. Obviamente los ecologistas reniegan de esa “verdad” a la cual etiquetan como “”mentira del sistema” y siguen con sus consignas dramaticas sobre el peligro de morir por exceso de radiaciones.
El Ministro de Educación de nuestro país, de igual modo, descree que los exámenes internacionales PISA (que condenan a la Argentina a los últimos lugares) sean válidos, ya que en su opinión “no contemplan la realidad de nuestros países”. O sea, la realidad de nuestros países impide que los alumnos secundarios sepan que 2+2 es 4.
Este canto a la ignorancia llega a niveles patéticos cuando se traslada al lábil campo de lo histórico. No se cree en el Holocausto, no se cree que Stalin asesinara mil personas por día, no se cree que el Che fusilara a compañeros en la Sierra por robar una gallina, no se cree que el Socialismo condenó al hambre a millones en Corea del Norte , Cuba o en la China de Mao.
No se cree que haya leyes de comportamiento humano, de la decisión, que explican que si se controlan los precios habrá escasez, mercado negro, encarecimiento de los productos. Se cree que la “ley” política puede superar a la ley económica, se cree que la voluntad distribuye riqueza, se cree que el Estado “crea” bienestar.
Asi llegamos a nuestra actual confusión general. Cien años de descreimiento en la Ciencia, de olvido del sentido común económico, de relativismo y politización extrema nos condujeron al callejón sin salida en que, al menos en Latinoamérica, hemos caído.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario