Entre 1929 y 1933 , seis millones de personas murieron de hambre en la Rusia Soviética: principalmente en Ucrania, pero también en tierras cosacas y en Kazajtán.
Esta tragedia – fríamente planificada por Stalin- fue ocultada durante décadas. El pensamiento progresista europeo no podía siquiera asumir en parte que ese genocidio existió. Su inmensidad era tan extrema, que simplemente se lo negó. El dirigente radical francés Edouard Herriot fue invitado a Ucrania en 1933 y señaló que allí “no había más que huertos de koljozes admirablemente irrigados y cultivados y cosechas decididamente admirables”… Más fácil es negar la realidad que intentar explicarla.
En cambio, Mijail Shólojov, el escritor ruso de “El Don apacible” supo de la tragedia y escribió una carta a Stalin, en la ingenua creencia que “el líder” no estaba enterado de esos crímenes y que, por el contrario actuaría con toda prontitud para terminar con esa vergüenza. Esta es su carta, con fecha 4 de abril de 1933:
“ Camarada Stalin:
El distrito de Veshenski, como muchos otros distritos del norte del Caucaso, no ha cumplido el plan de entrega de cereales no por culpa de algún “sabotaje kulak”, sino por culpa de la mala dirección local del partido.
En el mes de diciembre pasado, el comité regional del partido envió para “acelerar” la campaña de recogida de a un “plenipotenciario”, el camarada Ovchinnikov. Este último adoptó las medidas siguientes: 1) requisar todos los cereales disponibles, incluído el “anticipo” entregado por la dirección de los koljozes a los koljozianos para simiente de la cosecha futura,2) repartir por hogares las entregas debidas al Estado por cada koljós. ¿Cuáles han sido los resultados de estas medidas? Cuando comenzaron las requisas, los campesinos se pusieron a ocultar y a enterrar el trigo. Ahora, algunas palabras sobre los resultados numéricos de todas esas requisas. Cereales “encontrados”:5930 quintales…Y ahora algunos de esos métodos empleados para obtener esas 590 toneladas, de las que una parte llevaba enterrada…¡desde 1918!
El método del frío…Se desnuda al koljoziano y se le pone “al fresco”, completamente desnudo en un hangar. A menudo se ponía “al fresco” a los koljozianos por brigadas enteras.
El método del calor. Se rocían los pies y las faldas de las koljozianas con kerosen y se las prende fuego. Después se apaga y se vuelve a empezar…
En el koljós Napolovski, un tal Plotkin, “plenipotenciario” del comité de distrito, obligaba a los koljozianos interrogados a tenderse sobre una placa calentada al rojo vivo, después los “descalentaba” encerrándolos desnudos en un hangar.
En el koljós Lebyazhenski se situaba a los koljozianos a los largo de un muro y se simulaba una ejecución.
Podría multiplicar hasta el infinito este tipo de ejemplos. No se trata de “abusos”, no, ese es el método corriente de recogida del trigo…
Si le parece que mi carta es digna de exigir la atención del Comité centra, envíe aquí a verdaderos comunistas que tendrán el valor de desenmascarar a todos aquellos que han asestado un golpe mortal a la construcción koljoziana en ese distrito…Usted es nuestra única esperanza. Suyo, Mijaíl Shójolov”
La “única esperanza” contestó fríamente, en lo que constituye un modelo de respuesta “ a la crítica de los amigos”, aplicado desde entonces por todos los dictadores, desde Eichmann a Videla, desde Castro hasta Ahmadineyad.
“Querido camarada Shójolov:
He recibidos sus dos cartas. La ayuda que me pide ha sido concedida. He enviado al camarada Shkiryatov parq que desenrede los asuntos de los que me habla
[ Increíble pieza retórica: “desenredar los asuntos”, o sea “terminar con el robo y la tortura” se trasforma en un problema burocrático, en “desenredar” algo que está complicado, en poner orden, para seguir matando sin tanta alharaca]
Le ruego que le ayude. Ya está.[ Genial!, “ya está”, todo aclarado, ahora paso a bajarle línea, mi querido “humanitarista”]
Sin embargo, camarada Shójolov, eso no es todo lo que deseaba decirle. En realidad, sus cartas proporcionan una visión que yo calificaría de no objetiva, y a ese respecto, desearía escribirle una palabras.
Le he agradecido sus cartas que indican una pequeña enfermedad de nuestro aparato [Siguen las genialidades retóricas: el crimen como “pequeña enfermedad”]
que muestra que deseando hacer las cosas bien, es decir, desarmar a nuestros enemigos ,algunos de nuestros funcionarios del partido se enfrentan con nuestros amigos y pueden incluso llegar a ser francamente sádicos. Pero que me percate de eso no significa que esté de acuerdo EN TODO [mayúsculas en el original] con usted. Usted ve UN aspecto de las cosas, y no lo ve mal. Pero solo es UN aspecto de las cosas. Para no equivocarse en política- y sus cartas no son literatura sino que son pura política- hay que saber ver EL OTRO lado de la realidad
[ Es la clave del argumento: usted es un literato sensible, pero se le escapa que en politica hay “razones de estado” que solo los Líderes perciben, y tienen que actuar con dureza…]
Y el otro aspecto es que los respetados trabajadores de su distrito- y no solo del suyo- estaban en huelga, llevaban a cabo un sabotaje y ¡estaban dispuestos a dejar sin pan a los obreros y al Ejército Rojo!
[ O sea, los “respetados trabajadores” eran monstruos, “enemigos del pueblo”, o de la “raza” diría Hitler, “gusanos”, “contreras” dirían otros]
El hecho de que ese sabotaje fuera silencioso y en apariencia pacífico(sin derramamiento de sangre)no cambia en absoluto el fondo del asunto, a saber, que los respetados trabajadores llevaban una guerra de zapa contra el poder soviético.¡Una guerra a muerte, querido camarada Shólojov!
Por supuesto, estas especificidades no pueden justificar los abusos que, según usted, han sido cometidos por los funcionarios, y los culpables tendrán que responder por su comportamiento [hipocresía en estado puro]
Pero resulta tan claro como el agua que nuestros respetados trabajadores no son inocentes corderos, como podría pensarse leyendo sus cartas.
Que siga usted bien. Le estrecha la mano. Suyo I. Stalin”
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