Es un lugar común, una fórmula retórica reiterada la afirmación según la cual “hay cada vez más pobres en el mundo”, “las diferencias sociales se ahondan cada día que pasa”, “hay cada vez menos ricos y más pobres” y otras similares.
Desde que Sartre dijo “Hay 500 millones de hombres, y 1500 millones de indígenas” se han reiterado estas fórmulas, basadas todas en el apotegma marxista de que el capitalismo genera cada vez más pobres, por necesidades del sistema.
Como se sabe, el salario medio del obrero inglés pasó entre 1800 y 1900 de 8 libras a 59, mientras que el precio del paño de algodón, pasaba en ese período de 52 a 10 libras. Aun así, durante décadas se insistía en la creciente pobreza del proletariado inglés, hasta que este absurdo no pudo sostenerse más. Se inventaron después, nuevos absurdos.
Sutilmente, se fue pasando de denunciar el pauperismo creciente a denostar la desigualdad creciente. Si los más pobres ganan 100 y los más ricos ganan 500, hay un nivel aceptable de desigualdad. Pero si los pobres ganan ahora 1000 y los ricos, 9000, la desigualdad es inaceptable. Nadie destaca el hecho de que los pobres ganan ahora diez veces más que antes. Solo lastima la conciencia la enorme y creciente desigualdad.
De cualquier forma, ante el evidente mejoramiento del nivel de vida de los obreros europeos y norteamericanos, el discurso fue variando hacia el plano internacional: las masas desheredadas del Tercer Mundo, desposeídas y explotadas por el Imperialismo.
Claro que al respecto jamás se menciona en qué estado estaban las masas antes de la conquista imperial europea. El propio Marx insinúa en carácter progresista de la intervención inglesa en la India para” sentar las bases materiales de la sociedad occidental en Asia”: esto es, elevar el nivel de vida de las masas para transformarlas en compradoras de los productos de la industria inglesa.
De cualquier forma, se hizo carne la doctrina que es el imperialismo y el capitalismo el que pauperiza a las poblaciones de África, Asia y América latina. Ese supuesto no se discute.
ES por eso que las cifras reales de pobreza jamás se difunden. Un viejo militante de izquierda me decía hace poco que la pobreza creciente del mundo es causada por las crisis del capitalismo. Bien.
El problema es que hay un doble malentendido
- Se supone que la pobreza es creciente y
- Se supone que la causa de eso es el Capitalismo.
Ambas suposiciones son falsas.
Pobreza…
La pobreza no se está incrementando; por el contrario, está reduciéndose de forma exponencial desde principios de la década del 90. Como apunta Salas i Marti:
Los datos publicados por la ONU, por tanto, indican claramente que la pobreza en el mundo se ha reducido. Misteriosamente, el titular de periódico decía exactamente lo contrario. Es cierto que el comentario que acompaña a los datos indica que los economistas de la ONU creen que esta reducción es muy pequeña (“sólo” 123 millones de seres humanos han dejado de ser pobres). Ahora bien, que la tasa de pobreza se haya reducido en una cuarta parte durante una década en la que la población mundial ha aumentado en 1.000 millones de personas (y recuerden que la mayor parte de ésas nacieron en países subdesarrollados) es un éxito casi sin precedentes históricos. De hecho, solamente la década de los 80, la otra década de la globalización neoliberal, supera a los 90 en reducción de pobreza.
Esta audacia de Marti va acompañada de datos, esos números que ninguna ideología soporta.
Primero, tomando la definición original de umbral de pobreza (menos de un dólar al día), se estima que el número de pobres pasó de 554 millones de personas en 1970 (el 17,2% de la población mundial) a 352 millones en 1998 (el 6,7%). Es decir, hay cerca de 200 millones de pobres menos ahora que en 1970. Si se prefiere definir como pobre aquella persona que gana menos de dos dólares al día, entonces se ha pasado de 1.324 millones de ciudadanos en 1970 (41% de la población) a 974 millones (18,6%): más de 350 millones de ciudadanos han dejado de ser pobres en los últimos 30 años.
Segundo, estas reducciones de pobreza ocurrieron, sobre todo, en las décadas de los ochenta y los noventa, las que Ignacio Ramonet llama "décadas de la globalización neoliberal": el número personas con menos de un dólar al día bajó en 161 millones a partir de 1980 y el de dos dólares se redujo en 380 millones durante las dos décadas neoliberales (el número de pobres de dos dólares había aumentado en 29 millones de ciudadanos durante los años 70...antes de la globalización neoliberal).
Tercero, el continente de más éxito a la hora de reducir pobreza ha sido el asiático, donde los índices de pobreza pasaron del 22,4% en 1970 al 1,7% en 1998: una reducción en el número de pobres de más de 368 millones de personas. Naturalmente, China es el país que más contribuyó (sobre todo desde que abrió su economía a las fuerzas del mercado), pero no hay que olvidar el progreso experimentado por India, Indonesia, Pakistán, Bangladesh, Filipinas, Malasia, Tailandia y los países más pequeños del continente.
Cuarto, y ésas son las malas noticias, el continente africano no levanta cabeza: los índices de pobreza pasaron del 22% en 1970 al 40,5% en 1998 y el número de pobres ha aumentado en casi 175 millones. Los países que más aumentaron fueron Nigeria (51 millones), Congo (antiguo Zaire, 50 millones) y Etiopia (20 millones). La principal explicación son las tasas de crecimiento negativas de casi todos los países subsaharianos durante los últimos treinta años y las guerras.
Quinto, las desigualdades de renta en el mundo aumentaron levemente entre 1970 y 1980, pero se redujeron de manera substancial entre 1980 y 1998. El mundo es menos desigual hoy que en 1970. Esto es cierto independientemente del índice de desigualdad que se considere. En mi estudio se consideran nueve índices distintos (incluido el popular coeficiente gini) y todos muestran la misma tendencia. Es interesante señalar que las desigualdades se han reducido, precisamente, durante las dos décadas de la globalización neoliberal.
Sexto, las desigualdades globales de renta se pueden descomponer entre las que existen "dentro" de los países y "entre" países. Las desigualdades internas han subido, sobre todo gracias a los aumentos ocurridos en China, Estados Unidos y Brasil. A pesar de esto, las desigualdades globales se han reducido gracias a la extraordinaria mejora de las disparidades entre países. Esta reducción es, en gran medida, consecuencia del crecimiento experimentado por las rentas de los 1.200 millones de chinos y los 1.000 millones de indios, que han recortado diferencias con los ciudadanos ricos de la OCDE.
En resumen, nuestro mundo no es perfecto, pero va mejorando: cada día hay menos pobres y las desigualdades de renta son cada vez menores. El mayor problema real al que nos enfrentamos es el del deplorable estado del continente africano: sólo conseguiremos eliminar la pobreza absoluta del mundo cuando mejore África.”
…y Capitalismo
Entonces, África.
¿África está así por exceso de capitalismo? ¿Está así porque recibe inversiones depredadoras de sus recursos naturales y que producen pobres, cada vez más pobres?
Veamos algunos hechos.
Se supone que la inversión extranjera es un indicador de “grado de apertura a la globalización”, que un país recibe inversiones porque está dispuesto a garantizar ganancias a los que invierte: no nacionalizaciones ni estatizaciones ni impuestos extraordinarios, no devaluaciones abruptas: seguridad jurídica.
Según las tesis en boga, los países más expuestos a la globalización sufrirán las peores consecuencias. Por ejemplo…¿África?
África sub-sahariana recibió en los últimos 15 años un solo el 5% de la inversión mundial dirigida a países en desarrollo, siendo que tiene un 15% de la población de esos países. Esta casi fuera del flujo inversor mundial.
África sub-sahariana contribuye solo con el 0,9% del comercio mundial de bienes y el 0,6% de servicios, con una población que representa el 13% del total mundial.
Este contexto de marginalidad es el que explica el desastre africano, más que las acusaciones infundadas: un sistema que castiga al inversor, como bien explica el informe de la UNCTAD “Economic Developement in África”:
- Se retacean los créditos: solo un 12% de las empresas reciben préstamos bancarios
- Hay fuertes restricciones a los nuevos emprendimientos: iniciar una empresa en África cuesta un 162% del PBI per cápita, contra solo el 5% que cuesta en los países de la OCED
- Hay serios problemas de infraestructura, con grandes costes de transporte
- Baja protección al inversor: vulnerabilidad de las empresas frente a decisiones arbitrarias de los funcionarios, enormes costos y perdidas de tiempo en caso de no cumplimiento de contratos
- Enorme carga impositiva: en promedio se pagan impuestos por el 72% de las ganancias brutas. Hay que hacer 41 pagos por año, con un costo de unas 330 horas de trabajo administrativo.
Esto sin considerar los contextos de alta corrupción, conflictos armados internos, inseguridad.
Esas son las lacras que impiden que África salga de la espiral negativa que la lleva a ser la única región del mundo donde crece, en vez de disminuir, la pobreza, la enfermedad.
Como bien dice Tim Harford “ El bandidaje gubernamental, la decadencia generalizada y las opresivas regulaciones que son diseñadas con el fin de facilitar los sobornos son los elementos [ a considerar] que conforman esa pieza que falta en el puzle del crecimiento y del desarrollo.(…)
Los países como Camerún están muy por debajo de su propio potencial, aun si se tiene en cuenta la deficiente infraestructura, la baja inversión y la mínima educación. No obstante, mucho peor que eso es la red de corrupción que frustra todo intento de desarrollar la infraestructura, atraer la inversión y mejorar la calidad de la educación. (…)
La podredumbre comienza con el Gobierno, pero afecta a la sociedad entera. No tiene sentido invertir en un negocio porque el Gobierno no lo protegerá contra los ladrones (así que bien podrías convertirte en ladrón). No tiene sentido pagar la factura del teléfono porque nadie puede llevarte ante la justicia (así que tampoco tiene sentido una empresa telefónica). No tiene sentido educarte porque los trabajos no son distribuidos en virtud de los méritos (y, aunque así fuera, no puedes pedir prestado dinero para pagar la educación privada, pues los bancos no conceden créditos y el Gobierno no posee buenas escuelas). No tiene sentido establecer un negocio importante, porque funcionarios aduaneros serán los únicos que se beneficien (y por ello existe tan poco intercambio comercial, lo que, a su vez, hace que oficina aduanera no consiga los fondos suficientes y, entonces, buscan más ahínco oportunidades para sobornar).
Ahora que comenzamos a entender la gran importancia que tiene todo este asunto, podemos empezar a arreglarlo. Sin embargo, como la naturaleza misma del problema es oponer resistencia a las soluciones será un proceso lento y difícil. En general, no nos parece aceptable imponer por la fuerza la instauración de un sistema democrático y cuando así lo hacemos, la mayoría de las veces, éste no se prolonga. No nos gusta que la ayuda destinada al desarrollo se pierda en los trámites burocráticos, pero asegurarse de que el dinero sea bien gastado consume mucho tiempo.
Estos problemas no pueden solucionarse de la noche a la mañana pero existen ciertas reformas sencillas que, con un mínimo de voluntad política, encaminarían a los países como Camerún en la dirección correcta. Una de esas reformas es reducir la burocracia; de este modo, los pequeños negocios podrían establecerse legalmente, lo que facilitaría que los empresarios pudieran expandirse y solicitar dinero prestado. Las reformas legales precisas son, a menudo, de escasa entidad; y, aunque dependen igualmente de un Gobierno sensato y benevolente, basta con que un solo ministro ponga sus sentimientos y sus ideas a trabajar en la dirección correcta, en lugar de esperar que la Administración Pública se reforme para siempre.”
De eso se trata: de caracterizar los problemas a fin de poder solucionarlos. Y dejarse de frases hechas que enmascaran más que liberan.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario