Por un lado está la tradición social democrática, aquella adhiere a
Del otro la creciente noción de que ese pensamiento “buenista” es parte del problema. Parte importante. Que constituye una forma atenuada de la ingeniería social a que siempre tienden los planificadores, desde Rousseau a Marx y de Perón a Keynes. “Desconfiar de la gente (fácilmente manipulable por la propaganda, pasto de los capitalistas) y conducirla, porque “ nosotros sabemos”: donde invertir, qué industria proteger, qué precio cuidar, cual liberar, qué droga prohibir o qué libro, etc.” Y la terrible constatación de que ese pensamiento es largamente permisivo de la tentación totalitaria de izquierda. Aun vemos sus homenajes al Che, a Fidel y ahora a Chávez. “Nos sacamos fotos con ellos aunque aclaramos que no queremos repetir su experiencia en nuestro país” dicen los Zapatero, los Lula…o los Kirchner.
Definirse como “liberal” en esta Argentina estatista por derecha o por izquierda es casi cometer suicidio social. Yo lo he asumido: conmigo traigo algunos libritos de maestrito (de Popper, de Misses, de Hayek, de Sarmiento, de Jefferson, de Ortega, de Montaner…) que me ayudan a elaborar mi posición, a encontrar explicaciones donde antes solo tenía intuiciones.
Y la obligación de ejercer esta responsabilidad (reflexionar, leer, estudiar la realidad de este, para mi, nuevo punto de vista) incluye votar en elecciones.
La realidad nunca es blanca como la pantalla de mi notebook.
Pero creo algunas cosas son claras: un proyecto político apoyado en la prebenda, en el copamiento y desangrado de las instituciones, que desconoce la mecánica de los precios, que impone restricciones, leyes de abastecimientos probadamente ineficaces, debe encontrar algún límite en algún lugar. Primero fue en Misiones, a cargo de un Obispo. Después en Buenos Aires, a cargo de un empresario de dudosa fam(ili)a. Después en Tierra del Fuego, de la mano del ARI, mañana en Santa Fé, con Binner. De modos distintos, con ideologías diversas se alza aquí y allá una cierto muro de contención al proyecto hegemónico. A eso adhiero.
Y acá ese muro lo construyó Macri. Mauricio que es Macri.
Si alguien piensa que el complejo y riesgoso camino de Mauricio Macri hacia el esquivo poder es para hacer buenos negocios...está loco. Todas las luces de la prensa y la oposición estarán puestas en los contratos de obra que genere
Me imagino las motivaciones de Mauricio Macri para meterse en este proyecto político (diferenciarse de Papá, crear su propia historia, etc.) pero eso no viene mucho al caso. Pienso que si lo hace como jefe de una banda de capitalistas ávidos de contratos, eso se verá a poco andar y recibirá el repudio de sus votantes: se hundirá en la vergüenza y desaparecerá de la política. Pero sinceramente no creo que esa sea su motivación.
Hay que optar: no entre dos personas impecables, hermosas, puras e incontaminadas sino entre un Delegado del Poder central-un ex grossista y asesor de la Decibe travestido ahora en fiscal de los noventa- y un empresario masivamente votado el 3 de junio, obligado por la lógica a hacer una gestión impecable (aunque subsista el riesgo de caer en practicas oscuras).
Esa es la opción, nos guste o no. Yo apuesto a Macri y sobre todo a Micheti, la cual - seré ingenuo- me parece una persona integra y admirable.
El lunes, con el 58 o 62% de Macri, la seguimos.
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