En el blog de Orlando Tambosi se publica la referencia a este artículo.
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Este es el prólogo
Hay un modo de ver la realidad, una impostación crítica
y contestataria que está lejos de ser genuinamente crítica.
Más bien expresa lugares comunes, mitos que al ser dichos
con un aire socarrón y con pose de talento, es como si se
supiera la verdad profunda de las cosas. Nunca se duda,
todo se toma por verdadero y al hacerlo, cada uno está
convencido de poseer el más combativo espíritu crítico,
el más autónomo sentido individual. Y no es así. Esta
cultura dominante, tiene dos efectos perniciosos sobre la
consolidación democrática. Como es monopólica, impide
la pluralidad, la diversidad, lo distinto. En consecuencia,
asfixia la libertad. Pero el otro efecto es aún peor y es
consecuencia del primero. Es un pensamiento
francamente antidemocrático, un factor perturbador en
la consolidación de democracias constitucionales
modernas en nuestros países. Ante tal perspectiva, un
viraje en la vida cultural que enriquezca la convivencia
democrática, sólo puede darse con un recambio
generacional que rompa la rigidez del pensamiento
dominante, dé lugar a intelectuales abiertos y termine con
los “unicatos” dogmáticos que convirtieron el
pensamiento en una verdad revelada. Ese recambio debe
producirse en la educación, en la cultura, en la literatura,
en el mundo del espectáculo, del cine, el teatro y la música,
en el pensamiento, la filosofía y en la vida académica. Pero
una apertura cultural no debe crear un monopolio
alternativo, con una propuesta de signo opuesto aunque
de igual rigidez.
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