sábado, diciembre 06, 2008

Excelente artículo de Ana Julia Jatar, desde Venezuela


Cualquier cosa

Por Ana Julia Jatar el Dic 6, 2008

Desde Juan Vicente Gómez, Chávez es el presidente de Venezuela que más tiempo ha permanecido en el poder.

Sin embargo, alega que no le alcanzan los años en Miraflores para dejar una obra cumplida.

¿Cuánto tiempo necesita? ¿Para hacer qué? La verdad es que su obsesión por aferrarse a la silla presidencial suena más bien a confesión de lo endeble que está su revolución. Hace evidente que su desgastado proyecto sustentado en su inflado narcisismo no podría sobrevivir ni un pase de banda presidencial, aunque el ganador fuese un miembro de su propio partido.

Y es que sólo Chávez es capaz de mantener al país condenado a lo que ha degenerado su revolución “bonita": una desastrosa mezcla de anarquía, confrontación y violencia.

Como se sostiene metiendo miedo, tiene ya diez años augurándonos el caos si llegase a perder. Pero ya es obvio que el epicentro del caos está en su verbo. Imaginémonos la paz que sentiría el país si simplemente se callara la boca. Pero no lo hace porque, al igual que un padre abusivo, cree que puede imponer su voluntad con amenazas. Se cansó de decir durante la campaña electoral que si la oposición ganaba se desataría una guerra civil. Lo que no dijo y tiene boquiabierto a un gentío es que dicha guerra iba a ser instigada, auspiciada y dirigida por él mismo. Hay que poner oídos sordos a esas tentaciones del mal que han bañado de sangre la historia y que vocifera Chávez. El verdadero enemigo de la armonía entre los venezolanos no son los demás, sino él mismo.

Y es que estamos ante una secuencia de violaciones a la convivencia democrática sin precedentes en el país. Entre otras: las inhabilitaciones de Leopoldo López, Enrique Mendoza y Eduardo Lapi; el desmantelamiento de las sedes de los gobiernos locales que pasaron a manos de la oposición; la declaración de guerra a los gobernadores y alcaldes electos; el uso servil de la aplanadora parlamentaria para enjuiciar a representantes legítimos del poder popular como Manuel Rosales; la fabricación estaliniana de falsas evidencias para acusar de magnicidas a cualquier miembro de la prensa independiente; las amenazas al único miembro del Consejo Nacional Electoral que le recuerda la independencia de los poderes, y el apurado –antes de que se haga evidente el colapso económico que se nos viene encima– e inconstitucional llamado a un nuevo referéndum para reelegirse indefinidamente muestran su obsesión con mantenernos en guerra.

A todo nivel ordena a su ejército rojo de ocupación, venganza por los espacios perdidos.

No sólo presenciamos otra retaliación contra un liderazgo opositor que según Chávez es ilegítimo, sino que esta vez se llevaron a cabo unas de las represalias más brutales a la voluntad popular: se le privó de servicios públicos a las comunidades que votaron mayoritariamente contra el régimen.

Por ejemplo, cuando se enteraron de que habían perdido en Miranda ordenaron retirar –a pesar de que la tarea estaba inconclusa– los equipos que habían enviado días antes para reparar el daño de las inundaciones del barrio Santa Cruz en el municipio Baruta. Peor aún, en un acto de absoluta falta de compasión, sacaron a los damnificados por las lluvias de los refugios y los dejaron en la calle.

Chávez se lanza apurado con la enmienda constitucional para reelegirse indefinidamente porque sabe que se le acaba el tiempo. A pesar de que la iniciativa es impopular e inconstitucional, confía en que podrá intimidar al pueblo y desarticular a la oposición usando cualquier atropello, represión o abuso de poder. Nos tocará decirle nuevamente que No en otras elecciones sesgadas por el más grosero ventajismo. Y cuando las pierda, ¿qué hará? Buena pregunta, porque de un enfermo de poder se puede esperar cualquier cosa.

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