jueves, agosto 18, 2011

El peligro del éxito




Cristina tiene mucho para festejar. Como pocas veces en la historia, una ciudadanía que dos años antes había condenado al gobierno a un fuerte fracaso electoral pareciera ahora haberse arrepentido de esa audacia y ha decidido pedir perdón, arrodillarse y votar por Ella.
Perdió así la Argentina la oportunidad de mejorar notablemente el debate político y la calidad de las instituciones. Lo que se discutía en 2009 era si un Gobierno puede por decreto requisar la producción agrícola, si las provincias deben arrastrarse para conseguir fondos o, si , por lo contrario, la Nación es tributaria de las provincias, que la antecedieron. Se discutía el rol de un parlamento hasta ese entonces meramente formal y la necesidad  de escuchar distintas voces en el ámbito legislativo. Se discutía en 2009 cómo terminar con  la mentira estadística del INDEC , y muchas más cosas.
Pero el manejo implacable del poder del Estado hizo que en pocos meses esa ilusión se diluyera. El Gobierno no solo no leyó el mensaje de las urnas sino que profundizó aun más su “modelo”, logró sancionar leyes básicas en los últimos meses de la vieja legislatura  y, aun en minoría, estatizó, dispuso de reservas, se introdujo en los directorios de empresas privadas, etc. y trazó un plan de renacimiento basado en el control de los medios, la “batalla cultural” y un aceitado mecanismo de compra de voluntades.
Tanta acumulación de poder- en el contexto de una oposición cada vez más fragmentada- se corporizó en dos o tres hechos memorables: el festejo del Bicentenario y el azar de la muerte de Kirchner. Quizás también la ley de medios y la de Matrimonio homosexual.
Tanto poder no se planifica para cuatro años sino para varias generaciones. La construcción de un poder económico, politico, sindical, mediatico y social no es para ganar en octubre, sino para proyectarse por décadas.
Cae de maduro que el nuevo parlamento- reconstituida la mayoría oficialista- logrará de un modo u otro una reforma constitucional que avale la reelección permanente, al estilo venezolano. Para eso trabaja Cristina, no para retirarse en 2015, con solo sesenta años a la tranquilidad de Cafayate.
Lo único cierto es que Cristina  tiene una amenaza. El poder total.
El poder total no deja percibir las señales de peligro. Si en 2009 todavía era posible escuchar voces de advertencia dentro del propio kirchnerismo, la prepotencia del  poder hegemónico hará imposible que surjan esas voces. Todos: ministros, gobernadores, legisladores, cuadros políticos, empresarios, sindicalistas, intelectuales orgánicos, etc.  harán cola en el besamanos y esconderán sus prevenciones bajo la almohada.
En poco tiempo no se oirá nada que no sea la voz de la Presidente en su discurso diario. Solo Ella pensará, decidirá, ordenará. No le ha ido mal de ese modo, después de todo. Los “votos son de  Ella”, se dijo. Y ella ganó, frente a los críticos internos que ahora esperan un exilio político de décadas.
El problema es que ninguna mente aislada, por más brillante que sea, puede captar los datos de la realidad, procesarlos, evaluarlos y decidir. Al menos en un sistema democrático donde subsistirá cierta autonomía de los poderes y la prensa seguirá escribiéndose a diario. Sin un sistema de señales que trabaje objetivamente recogiendo los datos de la realidad política, económica, el humor de la gente, los planes de inversionistas, la situación internacional, etc. su Gobierno caerá en al autismo más profundo. La corte seguirá con las alabanzas y nadie se atreverá a gritar que el Rey va desnudo.
Esto no sucederá en un par de años. Pero como, insisto, este poder no se construyó para entregárselo alegremente a Scioli en el 2015, ya encontrarán fórmulas- incluso forzando una especie de golpe institucional- para lograr el indispensable “Cristina Eterna”.
Y Cristina Eterna será una caprichosa reina sin límites, hasta que de algún modo, la realidad le muestre la dureza, en algún momento. Hasta entonces es previsible más de lo mismo: manejo autocrático del poder, operaciones de negocios sucios, compra de voluntades, presión a medios indóciles, intento de reforma de contenidos educativos, alianza estratégica con Venezuela- incluyendo el definitivo adiós a la causa Amia y la consecuente alianza con Irán, etc.
¿Quedará algo de las instituciones, los valores y los fundamentos de la República cuando esto suceda?


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