Uno sabe que al final del camino, en lo más alto, está la poesía.
Lo saben , más que una cabeza conciente,
las células y los nervios que te construyen desde dentro,
el aliento que te alimenta los pulmones en el sueño,
el eco de viejas canciones que aun resuenan dentro tuyo.
Y lo sabe, más que nada, tu propia condición humana.
Por eso, así, con timidez pero resuelto,
comienzo ahora este camino hacia las palabras,
como si se tratara de un reencuentro de viejos conocidos.
Ellas estuvieron allí siempre. Esperándome.
Quizás en el silencio de la noche- de ésta, por qué no-
se produzca el milagro. Espero no fallarles.
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