El marxismo, el evolucionismo social, el psicoanálisis freudiano y otros enfoques teóricos son deterministas. Esto es, la conducta del hombre está determinada por causas que desconoce y no puede, a pesar de sus esfuerzos, manejar. La función de la ciencia (el psicoanálisis o el materialismo dialéctico) es detectar con claridad esas causas y “liberar” al hombre de sus determinantes. Para eso es básica la función del “conductor” del proceso: el psicoanalista o el Partido Comunista. Ese es el actor que nos “revela” la verdad, el que nos mueve a liberarnos de las determinaciones que nos limitan como personas o como grupo social.
Está claro que si no existiera tal “determinación” poco y breve sería el papel de los “liberadores”. Es necesario armar una cosmovisión en la que el individuo es sujeto inerme de poderosas fuerzas naturales y sociales: los instintos, las relaciones de producción, la carga genética. Somos, pues, seres desvalidos, juguetes patéticos de fuerzas que no conocemos.
Todo lo que hagamos para resolver los traumas, será inútil ya que nuestra visión del problema es parte del problema. Se necesita una conciencia superior, externa al individuo, que lo ilumina: la conciencia de clase que nos provee el Partido o la transferencia psicoanalítica que alcanzamos con nuestro terapeuta. Solo dotado de esta nueva conciencia, puede el individuo acceder a la libertad.
Para armar esa cosmovisión los “conductores” han construido un inmenso bagaje discursivo, que llena las paredes de las librerías del mundo. El poder de la palabra les pertenece. Dominan la retórica, dominan la articulación de un lenguaje complejo, sutil, que va desarmando las “resistencias” del sujeto. Emiten juicios complejos, que deben ser, a veces, interpretados en seminarios eternos, que dan lugar a más libros, a más palabras destinadas a armar , finalmente, las rejas de la determinación y los vanos intentos de liberarse de ella.
Por eso es tan liberador leer a Popper o a Frankl. Han saltado de la trampa intelectual que se teje desde hace siglos y han visto más allá, al mundo de la libertad, al mundo del ser humano dueño de su conciencia interior, sujeto a presiones externas pero poseedor de una inviolable voluntad de resistir, de una inteligencia que le permite ver el juego opresor. El ser humano no está necesariamente “determinado” por fuerzas ocultas. Ese es el mensaje liberador que estos intelectuales únicos, marginados de la Universidad, vienen a traernos.
Dice Popper “Nuevamente insistimos en que la historia no tiene significado [o sea, no hay “leyes ocultas” que determinan los comportamientos humanos]. Pero esa afirmación no significa que todo lo que nos queda por hacer sea mirar horrorizados la historia del poder político, o que hayamos de considerarla una broma cruel. En efecto, es posible interpretarla con la vista puesta en aquellos problemas del poder político cuya solución nos parezca necesario intentar en nuestro tiempo. Es posible interpretar la historia del poder político desde el punto de vista de nuestra lucha por la sociedad abierta, por la primacía de la razón, de la justicia, de la libertad, de la igualdad y por el control de la delincuencia internacional. Si bien la historia carece de fines, podemos imponérselos, y si bien la historia no tiene significado, podemos dárselo.”
(…)
“Los hechos, ya sean de la naturaleza o de la historia, no pueden decidir por nosotros, no pueden determinar los fines que hemos de elegir. Somos nosotros quienes le damos una finalidad y un sentido a la naturaleza y a la historia. Los hombres nos son iguales, pero a nosotros nos concierne la decisión de luchar por derechos iguales.(…) Somos nosotros quienes debemos decidir cual habrá de ser nuestra meta en la vida y determinar nuestros fines (…) El historicismo [ la concepción de que la historia tiene un sentido final] no es más que una de las muchas tentativas de superar ese dualismo; nace del temor que nos produce la comprensión de que en última instancia toda responsabilidad recae incluso sobre nosotros, por las normas que elegimos.(…) trata de desplazar nuestra responsabilidad hacia la historia, y de ese modo, hacia el juego de fuerzas demoníacas que se mueven detrás de nosotros; trata de basar nuestros actos en ocultas decisiones de estos poderes que solo pueden revelársenos en inspiraciones e intuiciones místicas…(…) Como el juego, el historicismo nace de la falta de fe en la racionalidad y la responsabilidad de nuestros actos.”
Dice Victor Frankl “ Una persona es libre de moldear su propio carácter, y el hombre es responsable por aquello que pueda hacer de sí mismo. Lo que importa no son los rasgos de nuestro carácter o las fuerzas o instintos per se, sino más bien la posición que tomamos ante ellos. Y esa capacidad de posicionarnos es lo que nos constituye como seres humanos.(…)
El hombre pasa a la dimensión noetica cada vez que reflexiona acerca de sí mismo- cada vez que se establece como objeto- o que se hace objeciones a sí mismo; cada vez que se hace conciente de sí mismo-o cada vez que manifiesta capacidad de obrar según su conciencia. De hecho, tener conciencia presupone la exclusiva capacidad humana de ponerse por sobre uno mismo, juzgar y evaluar los propios actos en términos de moral y ética. (…) Reducir la conciencia al mero resultado de condicionamientos es , en primera instancia, un reduccionismo.(…) El reduccionismo es capaz de interpretar el amor como una mera sublimación del sexo, y la conciencia, simplemente, en términos del Superyó. Mi argumento es que el amor no puede ser el resultado de la sublimación del sexo porque en cualquier caso en el que la sublimación tenga lugar, el amor debe ser una precondición necesaria (…) Y la conciencia no puede ser el Superyó por la simple razón de que ella, de ser necesario, está dispuesta a oponerse a aquellas convenciones y estándares, tradiciones y valores que son transmitidos por el Superyo (…) si la conciencia puede tener la función de contradecir al Superyó, seguramente no puede ser el mismo Superyó”
Ambos pensadores, uno desde el problema de la historia y el otro desde los condicionantes del Yo llegan a la misma convicción: nada nos salva de la responsabilidad de determinar con entera libertad , qué valores morales elegir, nada nos condiciona tanto como para convertirnos en meros sujetos pasivos de fuerzas externas o internas que nos controlan y manejan. Esa es su lección. Conviene leerlos.
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