El nacional-populismo necesita siempre ser barroco. Nunca puede afirmar abiertamente “execramos la tradición democrática y liberal, la que fundó a EEUU y a nuestra Nación” o “estamos con el bando Nacional, en la Guerra Civil española, como Perón nos enseñó”. No puede decir abiertamente, aunque Hernández Arregui sí lo hace, que los judíos deben aprobar examen de argentinidad antes de ser aceptados en la comunidad organizada. O sea, aborrecer de Israel.
Jamás podrá darle algún crédito a la odiada Generación del ochenta a pesar que ella trajo millones de inmigrantes, alfabetizó al 80% de la población, impuso la educación laica y obligatoria, terminó con el monopolio eclesiástico del nacimientos, la educación, los casamientos y las muertes, transformó a Argentina en la décima economía mundial, en el país que más inmigrantes atrajo, después de EEUU.
El nacional-populismo tiene que hacer maravillosos bordados retóricos para explicar por qué Perón impuso la enseñanza obligatoria de Religión, por qué cerró el IFT- centro cultural judío, de izquierda-, por qué recibió a jerarcas nazis- no solo a supuestos científicos, sino a Eichmann, Mengele, Priebke y otros, o por tantos pactos dudosos (comenzando por el que hizo Perón con Frondizi, aceitado con millones de pesos que aportó el stalinismo de derecha vía Frigerio).
No se sabe, tampoco, como explicar el acuerdo tardío con la Standard Oil, que haría enrojecer de vergüenza a cualquier defensor de Patrimonio Nacional-ellos, que se vanaglorian de serlo.
Hace falta mucha retórica para explicar la conspiración golpista de Perón, su entusiasmo uriburista, su pasión mussoliniana, su gestación del golpe del GOU, su apoyo tácito al onganiato.
Y mucha más, para explicar el amor peronista por Stroessner, Somoza, Trujillo y Franco, su apoyo al derrocamiento de Arbenz y la propuesta de participar en la Guerra de Corea, junto a Braden… perdón, junto a EEUU.
Son expertos en el arte de la ocultación, la simplificación, la minimización, la exageración, la matización, la insinuación, la grandilocuencia, las palabras mayúsculas (Patria, Pueblo, Soberanía)las frases hegelianas y heideggerianas. Desconocen estas palabras de Karl Popper:
“Todo intelectual tiene una responsabilidad muy especial. Tiene el privilegio y la oportunidad de estudiar. A cambio debe presentar a sus congéneres (o «a la sociedad») los resultados de su estudio lo más simple, clara y modestamente que pueda. Lo peor que pueden hacer los intelectuales -el pecado cardinal- es intentar establecerse como grandes profetas con respecto a sus congéneres e impresionarles con filosofías desconcertantes. Cualquiera que no sepa hablar de forma sencilla y con claridad no debería decir nada y seguir trabajando hasta que pueda hacerlo.(…)
Desgraciadamente , muchos sociólogos filósofos y otros, tradicionalmente consideran su tarea legítima el espantoso juego de hacer que lo simple parezca complejo y lo trivial parezca difícil. Esto es lo que han aprendido a hacer y enseñan a otros a hacer lo mismo.(…)
Como se sabe , soy un adversario de Marx; pero entre las muchas de sus afirmaciones que admiro está la siguiente: “ La dialéctica en su forma mística se convirtió en la moda alemana”. Sigue siéndolo.”
En la moda del nacional-populismo podría agregarse…
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