domingo, mayo 10, 2009

La revolucionaria propiedad privada

Hay palabras con mala imagen: propiedad privada es una de ellas.
“La propiedad es un robo”, sentenció Proudhom, inventando así el Socialismo expropiador.
Las actuales experiencias socialistas latinoamericanas tienen como objetivo estratégico limitar o acabar con la propiedad privada, el diablo a vencer. Para eso inventan “otras” propiedades. Propiedad social, propiedad comunitaria, propiedad cooperativa, propiedad estatal, propiedad étnica y todas las que se te ocurran. El tema es terminar con la odiosa propiedad “privada”.
Lo que desconocen estos intentos es el carácter revolucionario de la propiedad privada, la única herramienta que distribuye el poder, limita al Rey- Líder, crea un espacio de desarrollo personal, garantiza que los bienes adquiridos sean heredados por los descendientes, permite ensayar emprendimientos productivos, sirve para obtener avales bancarios, crea incentivos para el cuidado y mejora de la vivienda, de los campos agrícolas, de los talleres industriales. La propiedad privada significa propiedad inviolable para el Estado: el Rey no puede confiscarla, embargarla, expropiarla impunemente. Eso implica un límite legal y practico al poder absoluto y remite a otros límites: libertad de prensa, libertad de asociación, libertad de culto.
Los socialdemócratas, o sea la izquierda herbívora, tampoco entienden el carácter popular y revolucionario de la propiedad privada: intentan como sus primos chavistas-carnívoros, darle carácter “social” a la propiedad, al igual también que sus amigos socialcristianos. En general, todo el progresismo- desde el democrático y el cristiano hasta el stalinista- coincide en demonizar a la propiedad privada, ignorante como es de la historia y del simple presente: los únicos países que se desarrollan son los que mejor garantizan el derecho a la propiedad. Madagascar, el Congo o Myanmar no crecen no por un designio imperialista sino porque para sus gobernantes la propiedad privada es un lujo que no deben permitir: saben instintivamente que los espacios privados limitan su descomunal apetencia de poder.
Vemos ahora al kirchnerismo en fuga intentar copar las empresas privadas, por medio de los directores que la apropiación de las AFJP les ha provisto o por medio de las enfáticas amenazas de la Ministra de Anuncios, Cristina Fernández, que en cumplimiento de las órdenes del Presidente de facto, conmina a los bancos “para que bajen las tasas” o serán intervenidos.
No hay peor monopolio que el monopolio estatal: en Cuba los contratantes privados no pueden pactar con sus empleados mejorar los sueldos, sino que el Estado obliga a pagar sueldos de hambre a los trabajadores. Aunque los empresarios quisieran pagar más, Don Estado lo impide.
No hay peor esclavitud que un Estado-Único empleador, que fija así condiciones y sueldos.
“La propiedad evita el robo estatal”, hay que contestarle a Proudhom y su lamento estatista. Es una defensa contra el abuso del poder: su solidez es la prueba más clara de la potencialidad de crecimiento de una sociedad. Allí donde la propiedad privada está condicionada a la voluntad del Rey-Caudillo, más débil es la productividad y la creatividad de los emprendedores. Simplemente no vale la pena el riesgo, si todo puede acabar en las arcas del Estado fiscalista.
La diferencia entre Luis XIV y Hugo Chavez es, simplemente, una cuestión retórica. Mientas el Rey Absoluto considera que los empresarios son empleados al servicio del Estado, para alimentar la máquina administrativa, el populismo introduce el término “redistribución”: el Estado despoja a los dueños de empresas de una parte de sus ganancias, a fin de financiar a los pobres. El problema es que de este modo, los patrones cada vez invertirán menos, cada vez producirán menos como dice el “neoliberal” Ibn Jaldum (siglo XIV)

(Cuando) los gravámenes aumentan más allá de los límites de equidad el resultado es que desaparece el interés en generar empresas, ya que cuando comparan gastos e impuestos con su renta y ganancia y consideran el poco beneficio que logran, pierden toda la esperanza. Por lo tanto, muchos de ellos abandonan de toda la actividad económica. El resultado es que se van los ingresos fiscales totales abajo, dado que el número de los gravámenes individuales se va abajo.
(…) Los costes de toda la empresa son demasiado altos ahora, los impuestos son demasiado pesados, y los beneficios anticipados no pueden materializar. Así, el rédito total continúa disminuyendo, mientras que las cantidades de impuestos y de gravámenes individuales continúan aumentando, porque se cree que tal aumento compensará la caída. Finalmente, se destruye la economía, porque se va el incentivo para la actividad económica. Es el Gobierno el que sufre de la situación, porque es él quien se beneficia de la actividad productiva.


Como hoy mismo escribe Carlos Alberto Montaner, refiriéndose al increíble triunfo de Martinelli en Panamá:

El y los que le rodean, de acuerdo con las conversaciones que hemos tenido o las charlas que les he escuchado, quieren que la distribución de los ingresos en el país sea más equitativa, como sucede, por ejemplo en Canadá o en las sociedades escandinavas, pero como son personas informadas y no idiotas o demagogos, conocen el secreto de esa igualdad: no es el fruto de la presión fiscal redistributiva, sino de la existencia de empresas con gran valor agregado que requieren los servicios de una masa trabajadora muy bien educada, creadora de riqueza, y, por ende, receptora de altos salarios. Hay, pues, que aumentar el ``capital humano''.
Como buen liberal, en el mejor sentido de la palabra, Martinelli no ignora que para que se produzca ese milagro de desarrollo colectivo el país necesita un marco macroeconómico estable, un clima justo y abierto de competencia, instituciones que funcionen con seriedad y un sistema judicial neutral y razonablemente veloz que solucione los inevitables conflictos que surgen en cualquier conglomerado humano. Al mismo tiempo, estudioso del fenómeno de la prosperidad y la estabilidad, seguramente ha hecho suyas las inteligentes conclusiones de Robert Putnam y la perentoria necesidad del ''capital social''. Si los panameños no lo incrementan están condenados a la mediocridad.



Estas ideas de sentido común, explicadas desde hace siglos por Ibn Jaldum, Adam Smith, Say, Menger, Lord Acton, Alberdi, Von Mises y tantos otros, siguen sin ser comprendidas por nuestros intelectuales y politicos, formados en el pensamiento “crítico” de origen Rousseaniano y Proudhomista.¿Cuando se sacaran las anteojeras?

2 comentarios:

José Luis dijo...

¿Desayunaste mucho? Bueno, tené cuidado entoces cuando mires esto, tenete un balde cerca.

JL

PD: En Venezuela, no falta mucho para una Kristallnacht contra cualquiera que tenga más de dos mangos, me parece. El discurso es asustadoramente el mismo.

esteban dijo...

Los únicos ricos humanos, para Chavez,son los autocratas como él: Fidel Castro (al cual se le calcula un a millonaria fortuna ), Kim il Sung e Hijo, Kaddafhi, etc. Para ellos la unca forma legitima de enriquecerse es esquilmar al Estado (en nombre del Pueblo) Son de risa, pero duran, duran, duran: la gente se los banca, que es lo preocupante...

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