(Escrito antes de la noche de terror del Senado)
Los agujeros negros son mega estructuras cósmicas que superan la posibilidad de ser imaginados, aunque son tan ciertos como la Luna o el Sol.
Básicamente se trata de materia ultradensa que atrae todo lo que la circunda, incluyendo la luz, por lo cual son invisibles. Se tragan estrellas en un almuerzo interminable que consume en pocos millones de años galaxias enteras. No se sabe que hay “dentro” de un agujero negro, mucho menos el “para qué” existen, pregunta infantil e inútil en las cosas del Universo insondable.
Solo se sabe que como un enorme Pac-man devora la materia y la transforman en nada, la disuelven en algo aun desconocido para el hombre pero que seguramente se conecta de alguna manera con otras dimensiones.
Me gusta pensar a este gobierno que padecemos como una especie de Agujero Negro político.
Primero, su voracidad.
Merced a su enorme capacidad de engullir personas e instituciones, el Gobierno de Kirchner devoró primero a los hombres “de otro riñón” que habitaban el gabinete. Béliz fue el primero, pero también desarticuló las carreras políticas de Rafael Bielsa, obligado a incinerarse en elecciones porteñas, se deshizo malamente de Lavagna, destrozó a los aliados extrapartidarios, socialistas o radicales. Y siempre va por más. Filmus o Ginés González García siguieron en la lista. Ahora, Felipe Solá.
Devoraron toda la gestión anterior en relación a los Derechos Humanos y el juzgamiento de las Juntas, como si eso no hubiera existido. Devoraron el equilibrio en la elección de jueces, devoraron la tradición de respeto al Presupuesto, los límites entre poderes, el federalismo.
Segundo, su capacidad para transformar en nada lo que deglute. No es que metabolice lo que absorbe y lo transforme en mayor institucionalidad, en más valores democráticos, en más justicia, más riqueza, más progreso, más seguridad. Todo eso va despareciendo en un olvido, el discurso deja de referirse a lo ya deglutido y se pasa a la siguiente etapa. El objetivo es acumular poder, materia política, tragarse ideas o metas políticas, engullir toneladas de recursos materiales y, peor, intangibles.
Se tragaron en un lustro cierto espíritu de convivencia democrática que se construyó desde 1983. Palabras como acuerdo, consenso, diálogo, negociación, respeto, aceptación están cayendo en el olvido. Ahora de habla de “acatar”, del “poder que entregó el pueblo a su gobierno”. Se habla de “enemigo” y “rendición”, de “antipueblo”, “la puta oligarquía”, “antipatria”. Se reflotan las consignas que terminaron en el 70 con el fracaso de una generación y en un baño de sangre. Se coquetea con ese pasado.
Tercero, la falta de un “para qué”. No hay explicaciones para tanta hambre, para tanto afán devorador, con excepción de vagas referencias a la “redistribución”. ¿Redistribución? Tren bala, amigos capitalistas quedándose con los negocios del poder, pobreza estancada - no crece pero no disminuye- inseguridad, falta de ideas en educación, salud, defensa, relaciones exteriores.
(Escrito despues de esa noche increíble)
Pero entonces, Cobos
Entonces el pac-man detiene por un segundo su marcha, mira sus heridas, sus rasguños, sus dolores internos, se mira por primera vez en cinco años en el espejo y se ve desolado, encerrado, aislado, solo, odiado, temido, seguido, sangrando. Y decide redoblar la apuesta.
Y ahí va, dejando jirones, abandonando amigos y aliados, deshojado, enflaqueciendo a ojos vista, preparándose para perder la próximas elecciones y ensayando el discurso de la derrota final, en que dirá que la clase media urbana y rural colonizada por la solapada acción mediática de los grandes intereses especulativos internacionales ha establecido una alianza con el Imperio , la cual ha puesto tremendos obstáculos a la marcha del Gobierno Nacional y Popular.
Allá ellos.
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