Leyendo a Acton queda clarísimo que la santísima Trinidad marxista (Feudalismo>Capitalismo>Socialismo, como actores de un dama universal inexorable)
es una fantasía, digna de la estética hegeliana de la Tesis, la Antítesis y la Síntesis, pero sin ningún atisbo de realidad histórica. Marx pasó por alto, se olvidó del Absolutismo, el Estado-soy-yo, el mercantilismo, ni más ni menos: equiparó al feudalismo (que es la desconcentración del poder y la debilidad del rey, en un contexto Tomista que impide que el monarca sea “absoluto” y que proclama el derecho de rebelión) con el régimen autocrático de un Luis XIV que permite el asesinato en nombre de la razón de estado, niega todo derecho a los súbditos, y establece en lo más alto una tiranía hereditaria, concentradora de riquezas y poder.
Si para el marxismo, la cuasi anarquía feudal es lo mismo que la máquinaria centralizada del absolutismo, entonces se explica cómo “es lo mismo “ la utopía socialista de la desaparición del Estado y el Comunismo Absolutista, a la manera de Stalin, Mao o Fidel Castro. Todo “es lo mismo”. En esa confusión sobreviven desde hace casi dos siglos.
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