La mañana del 13 de agosto del 2001 encendí la radio bien temprano. Un locutor de voz engolada anunciaba “hoy es el cumpleaños de la Patria” y leía un panegírico interminable sobre el Máximo Líder. Acostada en la cama tuve el impulso de catapultarme a otra galaxia, de escaparme de esta Isla donde el aniversario de un nacimiento se ha convertido en fecha fundacional. Aquel día tomé la decisión de emigrar de mi país y once meses después me subí en un avión con destino a Europa.
Han pasado siete años de ese arranque. Estoy de ida y de vuelta, pero sigo escuchando frases similares a la dicha en aquella ocasión. Noto los mismos intentos de asociar el cuestionable accionar de un hombre con algo más imperecedero: la Nación. Lo que ha cambiado es que ese ridículo culto a la personalidad ya no me da ganas de escabullirme, sino de quedarme; no me genera confusión, más bien claridad en torno a lo que no debemos consentir. En el futuro, nadie debe ser confundido con la Patria. Las velitas de ningún cake de cumpleaños podrán ser sopladas en nombre de todos.
Del blog Generacion Y
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