El politólogo Giovanni Sartori diferencia entre “cuestiones de posición” y “cuestiones de valencia”.
La primeras son temas polémicos que enfrentan a partidos y alinean a los electores en términos de posición o “postura” en el debate público: “abortistas” versus “antiabortistas”, “estatistas” vs. “privatistas”, etc.
La “cuestiones de valencia” en cambio, existen cuando hay “fines compartidos” (valores) , pero se proponen “medios” diferentes: todos los partidos políticos y sus electores quieren “desarrollo económico”, pero difieren en los medios para acceder a él.
Esta diferencia es crucial para entender en qué tipo de sistema político se encuentra un pais.
Cuando hay coincidencias en los valores, pero disidencias en los medios para realizarlos, los partidos tratan de aparecer como “el mejor medio” para la realización de un fin compartido por toda la sociedad. Se discute sobre instrumentos, estrategias, prioridades, no sobre objetivos. Hay una “unidad” nacional de fondo, que limita el tono del debate e impone valores comunes a todos.
En cambio una sociedad atravesada por polémicas tiende a generar partidos agrupados no sobre los medios, sino sobre los fines: el partido nacionalista, el partido ecologista, el partido antiabortista, el partido privatista. La desunión, la disgregación, la fractura social planea sobre esas sociedades, donde pareciera que cada elección presidencial pone en juego la existencia misma de la nación.
Argentina pasó de ser un pais que discutía sobre medios, sobre herramientas, sobre tácticas, a un pais que se cuestiona su identidad, su unidad, los valores que la constituyen como nación diferenciada. De ahí el tono dramático que nos caracteriza, de ahí las “tomas de la Plaza”, triste remedo de tomas más gloriosas o notables. En cada combate electoral se refunda la antinomia “ricos” vs “pobres”, o campo-ciudad, peronismo-antiperonismo, etc. como si 25 años de democracia no hubieran permitido que crezcan algunos valores comunes, compartidos por todos.
Alberdi en sus “Bases” describe a la perfección este tema en los primeros 40 años de vida independiente
“ Se ve, pues, que el Congreso Argentino de 1826 estaba todavía en el terreno de la primera época constitucional. La independencia y la libertad eran para él los dos grandes fines de la asociación.”
O sea , los valores compartidos del nacimiento de la república argentina se asentaban en la independencia y la libertad, sobre los que solo se discutía “cuales eran los medios para garantizarlos”
El cambio de valores vendría a continuación
“El progreso material, la población, la riqueza, los intereses económicos, que hoy son todos, eran cosas secundarias para los legisladores constituyentes de 1826”
(…)
Nuestros patriotas de la primera época no son los que poseen ideas más acertadas del modo de hacer prosperar esta América, que con tanto acierto supieron sustraer al poder español
(…)
después de haber representado una necesidad real y grande de la América de aquel tiempo, desconocen hoy hasta cierto puntos las nuevas exigencias de este continente. La gloria militar, que absorbió su vida, los preocupa más que el progreso.
Sin embargo, a la necesidad de gloria ha sucedido la necesidad de provecho y comodidad, y el heroísmo del guerrero no es ya el órgano competente de las necesidades prosaicas del comercio, de la industria, que constituyen la vida actual de estos paises”
El “cambio de valores dominantes” es lo que viene a poner en claro Alberdi: ya no se trata de cerrarnos a Europa para independizarnos sino de abrirnos a ella para poblar de ciudadanos, industrias, comercios, crecimiento, esta tierra. Las tareas cambian, los valores centrales se desplazan y comienza una nueva hora.
Ese empujón alberdiano, el de crear una nación sobre bases económicas sólidas en lo que era un páramo, duró unos ochenta años. Y produjo una nación potente, vigorosa, que atrajo millones de inmigrantes, que educó a sus hijos y que generó una fuerte clase media.
Ese proyecto con valores compartidos, se quebró en el primer tercio del siglo XX, en el que “la hora de la espada” anunciada por Lugones provocó la fractura de la sociedad: ya no habría más valores compartidos y discusión sobre herramientas sino que se dejaban de compartir los fines, los objetivos de la Nación misma. La fractura social y cultural que allí se provocó renace, como una segunda piel, ante cada crisis coyuntural. La vieja argentina de las “posturas” enfrentadas hace su reentrada cada década, desplazando el progreso argentino cada vez más lejos.
Hace falta otro Alberdi, el del bicentenario, para que vuelva a unir los pedazos argentinos y dé un impulso de desarrollo para todo el siglo XXI.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario