Hace años que no voy a ninguna marcha. Ayer hice una excepción y me sumé al modesto acto argentino contra las FARC, en Plaza San Martín. Muchos colombianos y pocos argentinos. De cualquier modo, no es un tema de cantidad.
En cambio en Colombia millones de personas se manifestaron, en un acto que supera a cualquiera que se recuerde.
El periodista venezolano Antonio Sánchez García escribe esta excelente crónica:
La jornada vivida este 4 de febrero en contra de las narcoguerrillas colombianas, representadas de manera arquetípica por las FARC, sólo comparable con las jornadas que sacudieran al mundo hace cuarenta años movilizando a la juventud en contra de la guerra de Vietnam, pasará a la historia como el despertar de la conciencia planetaria en contra del mal del nuevo siglo: el terrorismo.
Desde Japón hasta Australia, desde Caracas a Madrid, desde Roma hasta Bogotá la opinión pública universal se ha visto conmovida por el entusiasmo, el calor, la juventud y la conciencia ciudadana militante y combativa de quienes, dejando de lado banderías políticas, razas y clases sociales se unieron en contra de esa lacra de la segunda mitad del siglo XX latinoamericano heredada en los comienzos de este nuevo milenio.
Es el despertar del democratismo pacífico y respetuoso de la institucionalidad que decide pasar a la acción en defensa de la convivencia pacífica, el respeto a los derechos humanos y el rechazo frontal y sin medias tintas al terrorismo de las FARC. Pero es obvio que ese rechazo al terrorismo por parte de los sectores más concientes de la ciudadanía global, es perfectamente extensible a todas las organizaciones terroristas del mundo, desde la ETA hasta Al Qaeda.
Mucho más significativo aún: la movilización del 4-F del 2008 pasará a la historia como una campanada contra los totalitarismos, las dictaduras, el militarismo y todas las formas sucedáneas de represión estatal perseguidas por esas organizaciones terroristas. Y muy en particular por quienes, esgrimiendo la hipocresía y la mentira – como bien lo señalara nuestro líder estudiantil Yon Goycoechea – se esfuerzan en darles respaldo político, económico, financiero e incluso territorial tras fines inconfesables enmascarados en insólitos afanes imperiales. Como es el caso del gobierno del teniente coronel Hugo Chávez.
Que en plenas fiestas carnavalescas y cuando el país se encuentra celebrando la alegría que gracias al pasado 2 de diciembre comenzara a despuntar en nuestra atribulada Venezuela se hayan reunido miles y miles de caraqueños para escribir con sus cuerpos la consigna universal NO MÁS FARC es una señal inequívoca de los nuevos tiempos. Esa fecha, que hasta ayer fuera aciaga y nefasta para nosotros, pues recuerda la peor felonía cometida por militares venezolanos en toda su historia, a partir de hoy tendrá un nuevo significado.
¿Quién hubiera creído hace un mes, cuando el régimen montaba el circo de Villavicencio, que hoy el mundo se levantaría a reclamar contra la crueldad, el maquiavelismo y el ensañamiento de unas narcoguerrillas a las que Hugo Chávez les lanzaba un desesperado salvavidas? El tiro le ha salido por la culata. Puso de moda a las FARC, pero contrariamente a lo esperado, para hundirla definitivamente en el descrédito. Hay cruzadas de vileza que no tienen remedio. Aquella fue una de ellas.
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