Para el pensamiento elemental solo hay buenos y malos, y todos los males se deben, además, a una conspiración de los malos. El Poder descarnado guía las acciones políticas; nunca hay terreno para la colaboración: solo figura el conflicto en la Agenda.
El pensamiento elemental no acepta fenómenos espontáneos: todo esta perfectamente planificado desde los despachos del poder, en EEUU.
Cada mínimo evento, cada elección provincial, cada escándalo de valijas que salta, todo, absolutamente todo esta planeado desde las oficinas del Poder. No hay justicia independiente en este esquema, ni prensa libre, no hay oposición parlamentaria, ni ciudadanos alerta. El Presidente tiene carta blanca para hacer exactamente lo que se le ocurra. El ejemplo de un Presidente denunciado por la prensa y obligado a renunciar no les merece mas que una sonrisa de conmiseración (“oh, qué ingenuo eres!”)
En ese mundo descarnado de puro y duro poder desatado de todo control, la solución es exactamente más de lo mismo: démosle todo el poder a nuestro Comandante que él sabrá vérselas con el Satan.
Así,se decapita al pueblo y todas las cabezas cortadas le hacen un monumento a la Única Cabeza Pensante, el Único líder, la Única Conducción de la Revolución.
“La democracia es el único sistema que garantiza que los malos gobernantes se vayan sin que haya guerra civil” (Popper) Esa es la única diferencia. La democracia no nos hace felices o seguros: solo se cuida de que a nadie se le ocurra perpetuarse en el poder para garantizar, supuestamente, nuestra felicidad y seguridad.
Sube la leche: Conspiración de los tamberos grita el elemental. Baja el dolar: Los bancos se nos tiran en contra vendiendo barato para que nos entre menos dinero por las retenciones.
Hay crisis energética: Típica maniobra de las distribuidoras electricas para que suban las tarifas.
Y así sucesivamente.
La visión conspirativa es incapaz de considerar el juego de fuerzas que implica la sociedad de alta complejidad. Su cortedad intelectual le impide integrar en un único campo de fuerzas a los planes del “poder”, limitados y condicionados por liderazgos alternativos, partidos políticos, ONG, universidades, prensa, ciudadanos organizados, justicia, comunidades virtuales, Internet, grado de apretura hacia el mundo, factores de aprendizaje, cambio cultural, nacimiento de nuevos actores, emergencia de nuevos factores internacionales, etc. Solo existe, para ese pensamiento, el poder de Satan, dirigido a conspirar contra todos los gobiernos que se le opongan, sin límites.
Y para oponerse a ese Satan, nada mejor que erigir un demonio propio.
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