domingo, octubre 09, 2011

La olla que se cocinaba en Rusia




La violencia y el fanatismo de la Revolución rusa no nació por generación espontánea, ni fue el producto de la mente febril de Lenin. El drama ruso se venía cocinando desde mediados de siglo XIX. Los ingredientes de esa sopa espesa fueron:

-Un componente “salvaje”, asiático, basado en el radical rechazo del mundo campesino a cualquier idea de modernización y en su hambre de tierra, en manos de los terratenientes. Violencia y abuso  familiar, alcoholismo, rechazo al extraño, vida comunitaria que se impone al individuo, cristianismo elemental, antisemitismo atávico, respeto a la autoridad son algunos de sus rasgos
- Un régimen zarista que intentó primero su modernización, con la liberación de los siervos y diversas reformas liberales, pero que con Alejandro III y su hijo Nicolás II se encaminó hacia las formas más autocráticas y medievales del zarismo: ejercito, iglesia, burocracia estatal , todas al servicio del zar, no del Estado. Esto implicó la vuelta atrás en las reformas liberales, el aumento de la represión policial, la censura, la prohibición de la sindicalización, la persecución a los opositores.
- Una tradición romántica de reivindicación de los “eslavo” como opuesto a lo europeo, de idealización del campesino ruso, sencillo y puro. Esta tradición originó un “movimiento hacia el campo”, con jóvenes burgueses intentando “ayudar” a los campesinos rusos, que desconfiaban de ellos. Su fracaso originó un proceso de radicalización que derivó en acciones de terrorismo, que produjeron miles de víctimas y terminó con el asesinato de Zar Alejandro II, en 1879. El movimiento se denominaba Tierra y Libertad y fue otra de las fuentes de la tradición revolucionaria rusa.
- Una intelligentsia liberal, prooccidental, reformista que veía como entre la autocracia del zar y el espíritu conservador de los campesinos, Rusia perdería el tren de la historia
-  La tradición “jacobina rusa”, jóvenes anarquistas enamorados de la figura del revolucionario profesional. La novela de Chernyshevsky,  “Qué hacer” – título que usaría Lenin en un  artículo importante - describía a un personaje, Rajmetev, puritano, asceta, dedicado solo a la Revolución, que rechaza al amor de una mujer. La novela fue leída muchas veces por Lenin y por toda una generación de revolucionarios. Igualmente, el “Catecismo de un Revolucionario” del anarquista Netachayev terminó de delinear el tipo ideal de revolucionario:
 El revolucionario es un hombre dedicado. No tiene intereses personales, no tiene relaciones, sentimientos, vínculos o propiedades, ni siquiera tiene un nombre. Todo en él se dirige hacia un solo fin, un solo pensamiento, una sola pasión: la revolución.
Dentro de lo más profundo de su ser, el revolucionario ha roto -y no sólo de palabra, sino con sus actos- toda relación con el orden social y con el mundo intelectual y todas sus leyes, reglas morales, costumbres y convenciones. Es un enemigo implacable de este mundo, y si continúa viviendo en él, es sólo para destruirlo más eficazmente.

- Una literatura social que incitaba a los jóvenes de clase media a expiar su “culpa” y acercarse a los pobres
- La introducción del marxismo, el cual daba fundamento “científico” al deseo de los revolucionarios de saltearse la etapa capitalista y entrar directamente al socialismo (una lectura que a Marx, obviamente, no le gustaba nada)
- Teóricos como Tkachev, quien criticó a los populistas por confiar en la espontánea adhesión de las masas al proyecto socialista y afirmó que solo una vanguardia  revolucionaria podría alcanzar el poder, establecer una dictadura y construir el socialismo

- Lenin se había formado en las lecturas de Chernyshevsky y Netachayev, junto con las posturas vanguardistas de Tkachev. Su adscripción al marxismo fue más tardía, siempre desde una lectura radical y jacobina. Como dice el historiador Orlando Figes, “Chernyshevsky  fue su primer y mayor amor. A través de su lectura. Lenin se convirtió en un revolucionario mucho antes de leer a Marx (…) No fue el marxismo el que convirtió a Lenin en un revolucionario, sino que fue Lenin el que convirtió en revolucionario al marxismo”. Su acercamiento al marxismo “puro” fue siempre condicionado y mantuvo al acecho su vieja formación jacobina. La inicial ruptura con los mencheviques y su campaña contra el “economicismo” y revisionismo marxista- que planteaba que era necesaria una etapa capitalista democrática- fue expresión de ese trasfondo, que preparaba su rígida concepción  de vanguardia profesional, que usaría a las masas como campo de maniobra y que impondría la dictadura más letal de la historia.

Un texto anticipa el “estilo” revolucionario ruso y su amor a la violencia: la “Joven Rusia”, manifiesto de los revolucionarios rusos, escrito por Zaichnevsky en 1860

Pronto, muy pronto, llegará el día en que comenzaremos a enarbolar el gran estandarte del futuro, la bandera roja, y con un poderoso grito de “¡Viva la República Rusa social y democrática!”, avanzaremos hacia el Palacio de Invierno para exterminar a todos sus habitantes. Puede que sea suficiente con matar únicamente a la familia imperial, es decir, alrededor de unas cien personas; pero también puede suceder, y esto es lo más probable, que todos los partidarios del Imperio se alcen como un solo hombre en torno del zar, porque para ellos será un asunto de vida o  muerte. Si esto sucede, con la fe en nosotros mismos y con nuestra fueraza, apoyados por el pueblo y en el glorioso futuro de Rusia (cuyo destino es ser el primer país que lleva a cabo el triunfo del socialismo), lanzaremos el grito de batalla: “ A las hachas”, y mataremos a los partidarios del Imperio con una misericordia no mayor que la que ellos nos muestran ahora. Los mataremos en las plazas, si los sucios cerdos se atreven a aparecer allí. Los mataremos en sus casas, los mataremos en las estrechas calles de las ciudades, los mataremos en las avenidas de las capitales, los mataremos en las aldeas. Recordad: cualquiera que no esté con nosotros es el enemigo, y cualquier método puede ser utilizado para exterminar a nuestros enemigos.

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