lunes, noviembre 22, 2010

Indicadores, indicadores



¿Qué proporción de los que ingresan a la Universidad argentina se gradúan?
¿ Que cantidad de días por año, y horas por día, hay clases en las escuelas primarias argentinas?
Y, ¿ qué resultados obtienen en los mismos indicadores países como Singapur, China o Corea del Sur?
La discusión, en este siglo, dejó de ser sobre “objetivos” (abstractos, inefables, indefinidos) y lo es sobre indicadores.
El problema – filosófico- es que hay quienes descreen de los indicadores. La cuantificación de hechos sociales les resulta una afrenta a la inteligencia. Despotrican contra los Test de Inteligencia, contra los exámenes internacionales que permiten comparar la performance de sistemas educativos de distintos países, desconfían de las evaluaciones de calidad de enseñanza. Odian los indicadores, a los que rebajan al nivel de burdos intentos- de los países dominantes- de medir nuestras carencias.
Es un problema epistemológico. No se comparten los “criterios de verdad”.
Si se les dice que la pobreza bajó del 40% al 13% en Chile, dirán “sí, pero aumentó la desigualdad”. Si se demuestra que Corea del Sur bajó  de 40 por mil a 4 la mortalidad infantil, dirán que eso fue porque Occidente puso plata para mostrar el contraste entre las dos Coreas. Si se les demuestra que la India sacó de la pobreza a 100 millones en 15 años, dirán que los indios son infelices. Si se les propone que la UBA sea evaluada por especialistas extranjeros, dirán que eso es ceder Soberanía, si se les comenta que la UBA no figura entre las mejores 200 universidades del mundo, dirán que esos rankings son sospechosos y armados por el Primer Mundo. Y así sucesivamente.
Si se les dice que el socialismo real asesinó a 100 millones de personas, dirán que el Capitalismo a muchos más por hambre y enfermedad. Lo cual puede ser cierto, pero no exime al socialismo de los genocidios que cometió.
El problema es que no hay criterios compartidos para describir la realidad. Como no se sabe si algo – un gobierno, una universidad- funciona bien o mal, ya que se cuestiona la utilidad de los indicadores, no hay forma de discutir como mejorarlo. No se acepta la premisa mayor, mucho menos se aceptará a premisa menor. No hay un terreno común para discutir el futuro porque no se admite, siquiera, la utilidad del termómetro para medir la fiebre, y mucho menos el diagnostico y el pronóstico.
Sería largo exponer la causa. Popper- cuando no- apunta en el camino correcto al analizar el pensamiento de uno de sus colegas, Julios Kraft. La tesis de Husserl sobre la intuición intelectual de la esencia es un mecanismo de conocimiento por fuera de toda experiencia empírica, por fuera de todo indicador, de todo raciocinio lógico.
“ Los resultados de sus investigaciones, por tanto, se hallan desprovistos de cualquier afirmación empírica; son puramente filosóficos, son a priori. Se interesan, según Husserl, por las propiedades esenciales de los objetos posibles de nuestra “intencionalidad”, no por objetos visuales o empíricos y sus propiedades accidentales. Por lo tanto, concluye Husserl, estos objetos de nuestra intencionalidad son esencias.
Kraft critica esta conclusión: “La mera abstracción de la existencia no puede aportar una determinación de la esencia. La cuestión de si la existencia de un objeto es supuesta o no influye en nuestro reconocimiento de sus propiedades”
Pero aun más importante que esta crítica es la observación de Kraft hace de que- salvo en el ámbito de la lógica- el método fenomenológico de la intuición intelectual “abre al filósofo intuicionista una vasta región en la que dar rienda suelta a su arbitrariedad personal”
Ya no se trata de la realidad empírica- los indicadores- sino de construcciones filosóficas, arbitrarias, que generan discursos sobre la realidad, sin intentar demostrar la verdad. Dice Kraft “ ya no es nada parecido a un argumento, a una justificación, que consista en darnos razones de acuerdo con las reglas de la lógica, se trata más bien, de algo que puede caracterizarse como una verbalización, que es el arte de darnos palabras( y no razones)”
Todo el pensamiento “crítico” actual- hijo de Husserl , Heidegger y Sartre- se asienta en estos supuestos:  no importan los indicadores de la realidad empírica, ya que esa realidad es un supuesto: importan las palabras, el discurso, que muestra nuestra intuición filosófica.
Por todo esto, la discusión sobre el presente y el futuro – medible, concreto, real- es imposible con estos adversarios intuicionistas, irracionalistas.

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