miércoles, julio 29, 2009

Buenos Aires

Un mal nacimiento

Fuimos fundados por un pequeño y enfermo tirano, Pedro de Mendoza, quien antes aun de tocar la tierra del Plata sembró de malos augurios este país, asesinando malamente al leal Juan de Osorio, acusado de supuestas traiciones y motines. En la parodia de proceso él fue Fiscal, Jurado y Juez: que “sea muerto a puñaladas o estocadas…las cuales les serán dadas hasta que el alma le salga de las carnes”
El juicio reparador, años después en el Consejo de Indias, ordenó a su asesino, el Adelantado y a sus herederos, devolver a la familia los bienes del pobre asesinado así como una indemnización de mil ducados. “Plegue a Dios que la falta de este hombre y su muerte no sean causa de la perdición de todos” exclamó Diego, el hermano del Adelantado. Fue, si no la causa, el anticipo de tantas penurias: “Todo fue de mal en mal, la gente y el general y capitanes, trabajos, hambres y afanes nunca nos faltó en la tierra” (Luis de Miranda)


La fundación

¿Por qué razón fundar la nueva ciudad no en la costa protegida y alta de la banda oriental, sino en la cenagosa, baja y triste banda occidental del Río de la Plata? Las naves fondearon en la Isla San Gabriel, frente a la futura Colonia, pero en vez de aprovechar esa bahía, decidieron “poner agua de por medio entre el nuevo asiento y los territorios portugueses donde podrían refugiarse” los descontentos por el modo tiránico en que Mendoza impartía su cruel justicia . O sea, Buenos Aires fue fundada por un temor, para impedir una posibilidad de rebeldía, como mal remedio para un mal gobierno. Mal comienzo.
Buenos Aires, para colmo, no fue fundada: ninguna formalidad de las que se acostumbraban, ningún Cabildo, ninguna vecindad, ninguna organización como célula inicial de lo que décadas después sería una ciudad. Solo una especie de anónimo campamento, ni siquiera con un sitio de fundación que haya quedado para la historia.

Hambre

Sin redes y aparejos de pesca, sin caza abundante, con pumas acechando, con indios que al principio aportaron alimentos pero después recelaron, sin otro material que la paja y el barro, malamente, llegó el hambre, para mil doscientas personas. Así planificó el tiranuelo Mendoza- ya enfermo de muerte- su asentamiento en el nuevo mundo. ¿Qué creía, que iría a comer la supuesta plata y oro que, ignorante, creía que hallaría en estas praderas peladas? ¿Acaso el oro alimenta?
“No quedaban ratas, culebras ni sabandijas, llegamos hasta comer el cuero de los zapatos (…) Esa misma noche otros compañeros se arrimaron a las horcas y descuartizaron los cadáveres para comérselos”. (Ulrico Schmidel)
El primer aullido antisemita de los tantos que produciría esta tierra lo profiere, en su delirio por la culpa del asesinato de Osorio, el Adelantado . “ Vosotros judíos- decía a sus oficiales- hicisteis matar al maestre de campo y agora morís como chinches!”
Al año de su fundación, solo quedaban cien pobladores en Buenos Aires. La mayoría estaba río arriba, en las poblaciones que iban fundando Ayolas e Irala, o en la columna que dirigía Salazar o muertos por el hambre, las pestes y los indios.
El Adelantado murió en viaje a España, después de haberle rogado a Ayolas que le envíe “alguna joya o alguna piedra, que ya sabéis que no tengo qué comer en España”
Fracaso total


La puertas de la tierra

Durante cuarenta años cayó el olvido sobre estas costas. Perú, Asunción y Chile se constituían en centros de poder. Desde allí vendría el impulso colonizador a estas tierras: Santiago del Estero, Tucumán, Barco, ciudades algunas con destino, otras ya olvidadas. Hasta que se habló de refundar Buenos Aires, para “abrir las puertas a la tierra” y dar salida hacia el mar del norte (el Atlántico) la producción de Perú.
Al fin, Garay decidió fundar una ciudad a la vera del Puerto de Buenos Aires, con la orden expresa del Cabildo de Asunción. Con sesenta “mancebos de la tierra” se aventuró a fundar la ciudad de la Trinidad. Pero ese empeño- abrir otra vía de contacto con la metrópoli- fue un sueño, simplemente. Durante siglos Buenos Aires, en vez de ser la puerta de la tierra permaneció en la oscuridad, tan solo como guardaespaldas del Perú, para evitar la incursión portuguesa por el Río de la Plata. Un oscuro destino que la marcó.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Estimado, como aporte a su articulo, le comento que como burla del destino, pocos años después de la "re fundación" realizada por Garay, Buenos Aires se pobló de judíos portugueses, quienes le dieron a la población su característica más fuerte, el comercio con el mundo.
La economía de la ciudad, luego del virreinato y posteriormente del país, fue desarrollada por los sefaraditas portugueses que la poblaron en masa después de 1585.
Muchos de los apellidos que en ella figuran como pobladores primarios son de judíos portugueses.
En 1580, parecen querer olvidarlo los porteños, se unieron las coronas de España y Portugal hasta 1640.
Los mismos que se pretendió alejar, son los que la poblaron en esos años.
Cuanto le debe la sociedad colonial española a estos comerciantes.
titopintoscolonia@gmail.com

esteban dijo...

Totalmente de acuerdo.En este mismo blog encontrara el artículo que escribi sobre la impronta judeoportuguesa de la Buenos Aires colonial ("antisemitismo colonial"). Colonia, a su vez, fue refugio de muchos judíos perseguidos y tenía varias sinagogas antes de ser casi destruida. Saludos

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