Ya es tiempo de decirlo: detrás de la movida ecologista, del obsesivo grito contra las papeleras bulle el viejo “anticapitalismo” que nos parió a los argentinos.
Toda empresa grande es por definición, explotadora, esquilmadora, taimada, corrupta, chorreadota de aceites contaminados, dejadora de humos irrespirables, pérfida atacante de la salud de nuestros pequeños hijos. Toda empresa grande solo quiere innobles ganancias obtenidas mediante la oprobiosa explotación de sus obreros y de los sitios en los cuales se instala, cual maldición diabólica, para ensuciar nuestro límpido entorno.
No hay nada más puro, límpido, impoluto que nuestras ciudades argentinazas, machazas, nacionales.
Ese es el nivel de elaboración, profundo, del discurso ecologista anticapitalista.
Todas nuestras delicias tradicionales y algunas nuevitas se argamasan, se mezclan, se confunden, se imbrican, acarician, copulan en una inmensa orgía masiva en la que se acuestan el socialismo del siglo 21 de Chávez, la anti energía nuclear y pro-petróleo de Greenpeace, el puntero de barrio peronista y el radical, los oportunos piqueteros, el nacionalismo , chauvinismo y xenofobia, el antiindustrialismo preincaico, la antiglobalización, el anticapitalismo de café, el aburrimiento de las clases medias del interior, la ecología escolar de nuestras maestras, la ignorancia del preletrado que solo lee su pasquín de aldea, el oportunismo de los gobiernos, la ausencia de respeto por la ciencia, hundida bajo la pátina de que “todo es político” y que no se puede creer en nada…
La sensatez, el dejarle lugar a árbitros técnica y moralmente intachables, el deponer el catastrofismo, reemplazándolo por la defensa racional de posiciones, el ser capaz de no prejuzgar, el poder cambiar de postura, el abrirse al diálogo, en fin, son todas cosas que suenan huecas e inútiles en este nivel del conflicto. Pero vale la pena seguir enarbolando la bandera de la racionalidad. Ya se ven cuales son los frutos de abandonarla y embarcarse en el “cada día un poco peor, mejor”
.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario