miércoles, diciembre 19, 2012

El ABC




Hemos olvidado el ABC. En algún momento de nuestra historia nos olvidamos de algunas verdades, que pasaron a ser antiguallas pasadas de moda y que nuestros jóvenes ni siquiera conocen en su versión más deformada.
No somos súbditos de nada y de nadie. Si esto que se llama Argentina tuvo alguna vez una razón para existir fue para proclamar, como insiste el Himno, Libertad, Libertad, Libertad. Pero no, como decía Alberdi, libertad del dominio español: libertad respecto de cualquier poder interior, de cualquier gobierno pasajero, de cualquier diputado, funcionario, juez, oficial, coronel, subsecretario o Presidente. No son nada sin nosotros. No tienen ni dignidad ni honores si no saben representarnos, si dejan de ser nuestros mandatarios y se transforman en nuestros mandantes.No valen nada, insisto, sin nosotros.
O hay imperio de la ley o hay imperio de los hombres. O gobiernan las instituciones o gobierna el capricho del "lider". Aprendemos a amar a los líderes, pero no a las instituciones. Así nos va.
Las mayorías no deben gobernar sin límites. El 99% que alguna vez consiga un Candidato no le dará derecho a nada que no esté limitado en la Constitución y en algo aun más esencial que la Constitución escrita, que es la Ley que funda nuestra condición humana. Algunos la llaman Ley natural. Otros, como Confucio o la Torá la declaman casi con las mismas palabras " no hagas a otro lo que no quieres que ese otro te haga a tí". Tan simple como eso.La "regla de oro" le dicen.Es simple, de aplicación evidente, no requiere ninguna fundamentación teórica ni teológica.
Ese Presidente exitoso que llegue con el 99% de los votos no podrá obligarme a elegir profesión, a vender mi casa, a cobrarme impuestos no existentes, a contratar por tanto dinero mensual a un trabajador, a ponerme un precio al bien o servicio que yo venda, no podrá obligarme a no consumir tal o cual sustancia, no podrá obligarme a comprar, vender, contratar, invertir, ahorrar, malgastar o tirar mi dinero. Todas esas decisiones, buenas o malas, me las debo a mi mismo. Los que debemos planificar nuestras vidas somos los ciudadanos, no los gobiernos.
No se debe gobernar para las "mayorías" sino para todos.No se debe gobernar para beneficiar a algunos y perjudicar a otros: esa es la simiente del conflicto permanente.Hay que separar de una vez y para siempre la esfera del derecho privado- el que norma las relaciones entre particulares- del derecho público- el que norma la organización del Estado y sus relaciones con los ciudadanos. No somos empleados del Estado ni súbditos.
La Justicia no tiene nada que ver con la democracia.No tiene nada que ver con la regla de la mayoría. Los jueces no están para amoldarse a la opinión general. No son funcionarios elegidos que deban dar cuentas de su gestión al tribunal de la opinión pública. Están para descubrir las reglas de lo justo en las infinitas diferencias y conflictos entre las personas. Tienen una tarea que no depende de sus relaciones con el poder, sino con la Justicia.
No hay poderes soberanos: ni presidentes, ni legislaturas, ni jueces tienen poder ilimitado. Ningún iluminado puede creer que su verdad reemplaza las verdades de millones de ciudadanos. Nadie puede pretender "entender" de una vez y para siempre la realidad compleja, y desde allí planificar el futuro.Lo que hacen de este modo es transformar un orden espontaneo, complejo e imprevisible en una Organización simple para poder ser gobernada. La Comunidad Organizada, alguien la denominó.
En fin, se puede seguir describiendo el ABC. No es tan difícil. Todos lo conocemos aunque muchos lo han olvidado: "vamos por todo", "democratizar la justicia", "la voluntad del pueblo".Todas fórmulas para ocultar, deformar el ABC de la sociedad abierta.

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