Del Blog SinEvasión
Diecisiete días alternando como acompañante de mi nieto en el hospital pediátrico Juan Manuel Márquez, de Marianao, fue el ejercicio que me confirmó en carne propia el lamentable estado de las instalaciones de salud en Cuba y las pésimas condiciones higiénico sanitarias de éstas. Conste que, según testimonios de pacientes y acompañantes con los que tuve contacto, en comparación con otros el pediátrico de Marianao es un verdadero paraíso: “¡Usted no sabe lo que es un hospital malo”! Como se ve, la filosofía de ciertos cubanos de a pie ha involucionado de manera radical: ya no se trata de mirar hacia adelante, sino hacia atrás; por lo que, en lugar de aspirar a estar mejor, simplemente se conforman con “no estar peor”, lo que –paradójicamente- es la peor de las posiciones.
El Juan Manuel Márquez tiene una bonita fachada, es decir, todo lo bonita que puede ser una fachada de arquitectura típicamente socialista. Pero al menos está cuidadosamente pintada, tiene sus cristales sanos y cuenta con rozagantes áreas verdes que sombrean los espacios de la entrada, el parqueo y las áreas aledañas. Su aspecto externo es, pues, acogedor y agradable, lo que predispone a su favor. Otra cuestión bien distinta es la estancia de los internados y sus acompañantes. Ahorrémonos los detalles sórdidos del deterioro constructivo de los interiores, la suciedad de los pisos, las abundantes y robustas cucarachas, la oscuridad de las escaleras, los pasillos desiertos, las muchas puertas y ventanas desvencijadas, los espacios de los vestíbulos donde las losas fueron desprendidas de las paredes, la mugre de paredes y techos, y pasemos a los imperativos de la estancia forzosa que viví en la sala de ortopedia (4to piso), donde contrasta la calidad profesional y humana de la mayoría del personal médico con la insalubridad del entorno y la carencia de comodidades para enfermos y acompañantes.
El agua llega dos veces al día debido a disciplinadas medidas de ahorro, pero indisciplinadamente se derrama por la llave rota del fregadero del pantry, por el tanque defectuoso de la azotea intermedia y por el salidero de alguna que otra ducha. Por las mismas razones de ahorro no se pueden encender los televisores hasta después de la 1 pm. Acotemos aquí que dichos equipos de TV son propiedad de los pacientes, que los transportan desde sus casas, así como los ventiladores, los cubos para el baño, los recipientes para calentar los alimentos que reciben desde sus respectivos hogares (habida cuenta de que los que reparten en el hospital son indigeribles) y hasta algunos medicamentos tan elementales como duralgina en tabletas, de los que no dispone la sala.
A la suciedad general coadyuvan la escasez de implementos y productos de limpieza, las frecuentes tupiciones de duchas y sanitarios, el colector de desperdicios del pantry sin una tapa adecuada, el depósito de restos de alimentos y recipientes vacíos en los cestos que no se recogen con la suficiente regularidad y la acumulación de heces fecales en los sanitarios durante los intervalos “secos”, entre una puesta de agua y la siguiente. Añádase la plaga de diminutas cucarachitas que habitan entre los pliegues de las juntas interiores de los dos refrigeradores de la sala y que se desplazan familiarmente sobre los recipientes que allí se guardan, y se tendrá una idea aproximada de la higiene reinante.
Lo cierto es, amigos, que solo cuando finalmente llega el alta médica y la salida del hospital, podemos considerarnos casi a salvo.
Fotos
Estado de una de las duchas correspondiente a los cubículos 5 y 6 de la sala de ortopedia. Las tupiciones son frecuentes, aunque excepcionalmente ésta conserva la rejilla del tragante.
Uno de los dos servicios sanitario de los cubículos 5 y 6. Este es el “limpio” ya que funciona el sistema de descarga. Obsérvese el estado del piso.
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