"Luego de las elecciones idílicas deseadas y ampliamente perdidas por Veltroni, el idilio casi ha finalizado y la izquierda vuelve a acusar a Berlusconi de intenciones dictatoriales y también de ser un dictador in pectore . Pero la palabra "dictadura" no debe ser utilizada con liviandad. Durante mucho tiempo el término ha sido comprendido en su antiguo sentido romano, un significado que debemos olvidar. Porque hoy, "dictadura" se refiere a un caso específico que se desarrolló entre las dos guerras y que en esos años arrolló masivamente a las democracias parlamentarias, que a su vez fue arrollada por la derrota bélica del nazi-fascismo y que, desgraciadamente, todavía permanece viva y vegeta, bajo falsas apariencias, alrededor del mundo.
Como muchos no lo saben, vale la pena recordar que las democracias del siglo XIX ya habían caído una primera vez. Al comienzo de los años 20, el régimen soviético ya era dictatorial y todos los Estados comunistas lo han sido mientras duraron. El camuflaje fue solamente declararlas "dictaduras del proletariado", frase que Marx utilizó rara y accidentalmente y que luego fue reclamada por el marxismo-leninismo. Pero era y es una noción absurda. Una dictadura colectiva de toda una clase, o incluso de un "demos" en su conjunto, no tiene ningún sentido. Y si alguien recuerda, a propósito de esto, que los constituyentes norteamericanos, y luego Tocqueville y John Stuart Mill, utilizaron frases como "dictadura de la mayoría", ese alguien recuerda mal: esos señores no utilizaron jamás la palabra dictadura sino tiranía, "tiranía de la mayoría".
La aclaración es entonces que las dictaduras de los años 20 a 40 se vanagloriaban de serlo. Según ellas, derrotaban a una democracia despreciable, a una plutocracia corrupta y a un gobierno débil, incapaz de asegurar el orden y de hacer frente al caos revolucionario de los "rojos". En esos años, Inglaterra resistió y también Francia, pero Italia, Alemania, España, Portugal y casi toda Europa del Este (excepto Checoslovaquia) estuvieron bajo la pisada de dictadores o de monarcas dictatoriales. El punto es que en esos años las dictaduras se consideraban regímenes legítimos, que "superaban" a las democracias. Hoy, nuestras democracias nuevamente pierden credibilidad. Pero siguen en pie porque el principio indiscutido de legitimidad de nuestro tiempo es (teocracias aparte) que el poder proviene de abajo, que se debe basar en el consenso y en la libre expresión de la voluntad popular. Lo que convierte a las dictaduras en regímenes "malos", ilegítimos.
Y esta es la gran diferencia que hoy en día no permite más a la dictaduras exhibirse como tales y presentarse como superación de las democracias. Hoy las dictaduras son endémicas en Africa y abundan en gran parte del mundo. Pero son dictaduras camufladas, que niegan serlo y fingen ser democracias o al menos regímenes en vía de democratización. Esta es una diferencia importante respecto de las dictaduras fascistas, nazis y comunistas de hace 60 años. Es también una diferencia que nos impone más que nunca establecer qué es una dictadura, incluso cuando se camufla. En una primera apreciación, la dictadura es el poder concentrado en una sola persona. Es decir, la dictadura es del dictador, un señor (también una mujer, se entiende), legibus solutus , que no se somete a leyes y que usa las leyes para someter a sus súbditos a su voluntad". A lo que se agrega que también existen "dictaduras colegiadas", es decir dirigidas por una pequeñísima oligarquía. Sí, esa ha sido la fórmula adoptada por la Unión Soviética después de la muerte de Stalin.
Pero fue sobre todo una fórmula salvavidas (que no salvó la vida de Beria pero que permitió a todos los otros miembros del politburó moscovita morir en su lecho). Como sea, la dictadura colegiada, que hoy rige sobretodo en China, es una anomalía de algunos regímenes comunistas. Una anomalía más a menudo aparente que real y que no basta para anular la caracterización "personalista" de las dictaduras. Que paso a definir así: un régimen de poder absoluto y concentrado en una sola persona en el cual el derecho está sometido a la fuerza. La esencia de las dictaduras es esta. Pero la estrategia de sus creaciones ha cambiado. Antes el dictador revocaba sin disimulo la Constitución anterior. Sin llegar al caso límite de Hitler, que declaraba: "La Constitución soy yo", el dictador del siglo pasado eliminaba directamente las cámaras legislativas e instituía abiertamente estructuras de mando para su uso y consumo. Hoy, en cambio, el dictador se infiltra gradualmente, sin que se note demasiado, en las instituciones democráticas ya existentes, y las vacía desde dentro. Una primera encarnación de esta estrategia fueron las "democracias populares", inventadas en el la segunda posguerra por el Kremlin para los países de Europa del Este que permanecían en la zona de influencia soviética.
Pero en ese caso el camuflaje fue sólo en la denominación, en el nombre. La aceptación, en la así llamada democracia popular, de pequeños partidos satélite era solamente una cortina de humo detrás de la cual el bastón de mando quedaba enteramente en manos del partido comunista de cada país. Pero hoy la estrategia de conquista dictatorial de las democracias es gradual y mucho más refinada. Es una estrategia que desarrolla "Constituciones inconstitucionales", y por lo tanto que elimina sin llamar la atención las estructuras garantistas. El constitucionalismo es tal en la medida que instituye poderes contrabalanceados, que se limitan y controlan recíprocamente. Cuando es así, los ciudadanos están protegidos contra el abuso de poder y por lo tanto están en condición de defenderse y de afianzar su libertad. Cuando no es más así, las Constituciones se convierten simplemente en una forma cualquiera, una estructura cualquiera, que el Estado se da. Despidiéndose así de las libertades ciudadanas. Reitero: hoy las dictaduras son Estados caracterizados por Constituciones inconstitucionales, Estados cuya forma (Constitución) acepta y autoriza un ejercicio concentrado e incontrolado del poder político.
Ya nadie se declara dictador. Todos simulan no serlo. Pero lo son. Llego ahora a Silvio Berlusconi. ¿Es un dictador? No, no viola la Constitución. ¿Puede llegar a serlo? Sí, las reformas constitucionales que apoya son todas intentos de debilitar y fagocitar a los contrapoderes que lo obstaculizan. Pero, ¿quiere de verdad llegar a ser un dictador? Acá debemos responder por intuición, por el olfato. Según mi intuición, a Berlusconi le interesa simplemente hacer lo que desea. Se cree muy bueno y es este título el que pretende y con manos libres, que no soportan a quien las frena. Sin embargo, es cierto que su megalomanía está creciendo, que ahora también exhibe un complejo de persecución en su choque con los medios (¡toda la televisión le dispara! Imagínense). Y sin embargo el personaje queda, según mi visión, sobre todo como un patrón autoritario. Conjeturas aparte, en sus dos períodos precedentes de gobierno Berlusconi se ha empeñado en salvarse a sí mismo de los jueces y en acorazar un imperio totalmente sumergido en conflictos y en abusos de intereses.
Esta vez, en ese frente está tranquilo. Y así se ha puesto a construir, dentro del Palacio Chigi y en el interior de su esfera personal de poder, un sultanato. Me he divertido al bautizarlo así porque el término (islámico) es evocativo tanto de pompa como de poder despótico. El hecho es que Berlusconi concede a Bossi lo que Bossi quiere (federalismo y dos ministerios clave) y concede alguna alegría también a Fini (promovido a presidente de la Cámara para alejarlo de Alianza Nacional). Luego de lo cual il Cavaliere gobierna como un sultán sobre un partido de papel postrado a sus pies. Nombra a los ministros y ministras que quiere. Expulsa a quien quiere, como si fuese personal de servicio. Nadie siquiera chista. Los ministros del partido de su propiedad lo son por gracia recibida. Vuelven a sus casas sin una queja si así lo decide el patrón. Tampoco falta en su gobierno un agradable harén de hermosas mujeres. El sultanato era un poco así."
© Corriere della Sera
Traducción: María Elena Rey
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